domingo, noviembre 04, 2007

De Allen a Oviedo




Me pasó la semana sin poder comentar la peli del domingo pasado. Pues eso, fuimos a ver la última de Woody Allen, “El sueño de Casandra”. Y la primera sorpresa es encontrarte el cine lleno. En esta época de crisis de los cines (la gente prefiere quedarse en casa y esperar a que pasen las películas por la TV, pero ¡qué diferencia!), que un día se llene el cine es como un milagro. Un milagro que sólo consiguen realizar las buenas películas. Así que entre lo que me gusta Woody Allen y las buenas perspectivas de la audiencia (parece que nos han de gustar más las cosas que gustan a los demás, ya decía Freud aquello de que “mi deseo es el deseo del otro”) me las prometía felices con El sueño de Casandra. Y estuvo bien. Uno no puede decir que acabara fascinado como me sucedió en otras de sus películas, pero no defrauda. Eso sí, ha ido perdiendo un poco la chispa típica de sus diálogos y esa comicidad básica que impregnaba cada situación. Ahora no te ríes, pero sigue haciéndonos pensar. Y mucho.
“El sueño de Casandra” es un drama en el que mezclan todos los componentes de las películas de Allen: aspiraciones personales, amores de todos los tipos, sexo, culpabilidad, juego, suerte y desgracia. Pero sobre todo, mucha reflexión (o comedura de coco).

Están muy bien los dos protagonistas, Ewan McGregor y Colin Farrell que representan a dos hermanos llenos de aspiraciones y proyectos, uno de ellos el disfrutar del barco (El sueño de Casandra) que se han comprado. Pero uno de ellos, el pequeño (Terry-Colin Farrell) que se había beneficiado de sucesivas buenas rachas en el juego comienza a perder cantidades considerables. Y pretenden resolverlo a través de un tío rico que también tiene sus problemas. En definitiva, se ven involucrados en un crimen y a partir de ahí los remordimientos de Terry arrastran a los dos a la tragedia. Por cierto, que el argumento (la relación intensa entre hermanos que conduce a la desgracia) me recordó a “Bajo las estrellas” del navarro Félix Viscarret que ya comenté en el blog.

Me gustó mucho el canto al amor fraterno. Se es hermano/a por encima de cualquier circunstancia. El cariño, la paciencia y la ternura que se transmite entre los hermanos es una auténtica delicia a lo largo de todo el film. Emociona. También me pareció muy interesante la insistencia en lo nefasto de “cruzar la línea” (con resonancias a la peli anterior de Woody Allen “Macht Point”). Hay una línea que no se puede cruzar. Y si la cruzas, estás perdido. Ya nada es lo mismo. El pequeño, más sensible, lo presintió antes de hacerlo, pero la cruzó una vez y ya no pudo resistirlo. El mayor, la cruzó una vez y estuvo a punto de hacerlo dos veces, sólo que en la segunda sí entendió que no podía. Pero ya era tarde. Su suerte estaba echada.

Esta semana, hemos visto la recien estrenada “Oviedo Express”, película española de Gonzalo Suárez y que viene orlada por la fama del magnífico cuadro de actores españoles que intervienen. Y, efectivamente, consigue ser una buena película española (sin que eso sea un demérito). Tiene una fotografía espléndida y un guión interesante (reiterativo, a veces, y muy lleno de tópicos). Los actores sobreactúan, perocomo parte del guión. Me recordó a Inconscientes de Joaquim Oristrell, que me gustó más. Pero está bien, es un bonito homenaje a Oviedo y a la Regenta, la novela de Clarín a la que rinden culto en esa ciudad.
Los rincones de Oviedo que aparecen producen nostalgia a quienes adoramos esa ciudad. Y la historia (las aventuras y desventuras de un grupo de artistas que llegan a la ciudad para representar la Regenta), aunque un poco loca, entretiene. Desde luego, el protagonismo principal corre a manos de las actrices (Aitana Sánchez-Gijón como Mariola Mayo, Maribel Verdú como Mina, Bárbara Goenaga como Emma y Najwa Nimri como Bárbara), magníficas todas ellas y preciosas. Los actores me parecieron más tópicos en sus papeles. Carmelo Gómez como Benjamín Olmo el actor muy pagado de sí mismo y seductor por gracia divina; Jorge Sanz como Álvaro Mesía, el galán oficial y depresivo que no se come una rosca y pasa toda la película como alma en pena; y Alberto Jiménez como Ernesto, el alcalde de Oviedo y en torno a cuyos cuernos (los que pone y los que le ponen) transcurre la historia. Lo dicho, se pasa bien. Y seguro que recibe más de un premio en lospróximos Goyas.

Me gustó mucho el dilema emocional que se plantean la pareja del alcalde y esposa, Emma y Ernesto, en torno a su relación matrimonial. Ambos inician otras relaciones (Ernesto con la recién nombrada cronista oficial y Emma con uno de los actores recién llegados) que alteran su vida tranquila. Ambos dan a sus aventuras sentidos muy diversos (ahí aparece un tópico bastan sexista, me parece a mí). Ernesto está por no darle importancia y hacer como si nada hubiera pasado (me identifiqué mucho con él, en su situación yo creo que haría lo mismo). Ella por hurgar en la herida y pensar que ya nada puede ser igual (“no soportaría vernos cada día y comportarnos como si nada hubiera pasado”).

Aunque el debate se movió en términos bastante histriónicos y vocingleros, también me pareció muy interesante toda la discusión sobre persona y personaje en los actores (y en la vida en general, tenía razón el alcalde cuando decía que también los políticos son actores, y los profesores, diría yo). ¿Hasta qué punto hemos de representar el personaje? “¿Un actor ha de vivir durante todo el día su personaje, para hacerse a él, para acostumbrarse?”. "¿El actor es la piel del personaje o es también su carne?". "En un momento en que todo es mentira, decía el alcalde, sólo la imitación de la realidad convence. Los actores intentais que el teatro se parezca a la vida y yo intento que la vida se parezca al teatro. Al final todos somos actores". Y así,pienso yo, es como se nos van mezclando las dos caras de nuestra vida y,por veces, uno ya no sabe dónde está la persona y dónde el personaje.Bueno no lo sabe aquel a quien su personaje le va bien. Cuando te va mal (el pobre galán que no se come una rosca y se da a la bebida), la propia contradicción entre realidad y personaje te hace entender que las cosas son más complejas que un juego de rol.

En fin, lo dicho, dos películas agradables. Y,por cierto, con conexiones entre sí. En Oviedo Express aparece mucho Woody Allen, presente en Oviedo en una estatua en bronce magnífica realizada por el artista ovetense Vicente Santarúa. La ciudad le erigió esa estatua en agradecimiento por las alabanzas que Woody Allen hizo de Oviedo cuando fué a recoger el Premio Principe de Asturias. Dijo: “ciudad deliciosa, exótica, bella y peatonalizada; es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera... Oviedo es como un cuento de hadas”. Bien se mereció la estatua. Y que la película Oviedo Express se regodeara en ella.

No hay comentarios: