miércoles, enero 31, 2007

Santo de papá

Este domingo hemos celebrado el 83 cumpleaños de nuestro padre. Como hacemos siempre que podemos, nos hemos reunido todos los hermanos (7), incluido Rafa que ha viajado desde Méjico y yo mismo que lo he hecho desde Galicia. Y, como siempre, ha sido una de esas fechas entrañables en las que se cargan las pilas de familia y añoranzas.
Queríamos celebrarla en algún buen restaurante pero, al final, mi padre nos ha forzado a lo de siempre, el txoko de Santi en Tafalla. No hay mejor lugar, según él, para sentirse tranquilo y a nuestro aire. Y, desde luego, dudo mucho que hubiéramos comido mejor en ningún otro sitio, por caro que fuera. Nos inflamos de pintxos y de entrantes navarros. Y rematamos el festín con un chilindrón de cordero en menestra que estaba buenísimo. Del vino se encargó Rafa y eso significa que nos bajamos unos grandes reservas de la Rioja y la Ribera del Duero.
Pero lo mejor de nuestras comidas son las sobremesas. Las mujeres le dan al chinchón y los hombres al mus. Y allí nos pueden dar las uvas. Esta vez fueron 4 horas seguidas de emociones y disputas inmisericordes. Ni papá se libró de tener que sufrir lo suyo y eso que se espabila a tope en el juego. Lleva cuenta de todas las cartas que salen y de las jugadas que se van haciendo. Nunca conseguimos ganarle, aunque esta vez lo tocó apoquinar sus euros porque también tuvo, como los demás, sus malas rachas al encaje.
Pero no era esto lo que yo quería contar sino lo bien que me (nos) hace sentir una fiesta familiar de este tipo. Ninguno de los hermanos faltaría por nada del mundo a un cumpleaños de nuestro padre o nuestra madre. Es como una consigna implícita. Cuanto mayores se nos van haciendo más necesidad sentimos de estar con ellos, de no perder ninguna oportunidad de acompañarlos. Y ellos disfrutan tanto teniéndonos a todos juntos y en armonía… No quiero otro regalo, decía el papá, mi mejor regalo es que hayáis venido y estemos todos juntos. Eso le emociona. Y a nosotros también.
De los padres se puede decir muchas cosas. Buenas y malas, seguramente. De nuestro padre lo que podemos decir es que se trata de una persona que pese a haber tenido una vida gris y poco brillante, siempre luchando por sobrevivir y sacar a su familia adelante, ha sabido convertirse en una persona de un particular relieve. Casi insustituible. Cuantos le han conocido han sabido reconocer en él lo que es su mejor patrimonio: ser una buena persona. Cariñoso y atento por demás. Por eso ha estado siempre rodeado de amigos. Por eso le recuerdan cuantos le han conocido. Por eso aún le siguen (le seguimos) pidiendo consejo ante los problemas que se nos presentan. En esos casos, no suele hacer grandes discursos, sólo te dice lo que piensa. Y lo que te dice suele estar cargado de sentido común. Y de experiencia de la vida. Porque de eso, de vida, él ha tenido mucho.

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