jueves, enero 04, 2007

Las mujeres en Estambul

Otro aspecto llamativo de nuestra experiencia turca ha tenido que ver con el universo femenino. A los accidentales siempre nos llama la atención la forma en que el islam y las tradiciones árabes abordan el papel de las mujeres y su visibilidad social. Ya habíamos tenido esa experiencia anteriormente en Marruecos y la hemos vuelto a revivir en Turquía, lo que pasa que aquí con trazos mucho más gruesos, con un contraste mucho más nítido.
En realidad, lo que hemos visto (hemos creído ver, sería más adecuado, supongo) es que existen dos mundos en Turquía. Nada que ver el mundo diurno y el nocturno. El mundo nocturno es muy europeo, las chicas jóvenes van como aquí, con sus pantalones de media cadera, sus minis y pantis, sus pelos al aire y en mil posturas, sus tatuajes y piercings. Sólo que esos días hacía un frío de mil demonios y todo el mundo iba pertrechado de ropa hasta las orejas. Pero durante el día, aparece otra población muy diferente, mucho más adaptada a la doctrina oficial. Son personas de todas las edades, la mayor parte de ellas con las cabezas tapadas, ropas oscuras y grupos claramente diferenciados por sexos (pocas veces se veía ir a chicas con chicos o a mujeres con hombres). Dos mundos muy diferenciados.

De todas maneras, aunque hablemos de mujeres, lo que más llamaba la atención era la omnipresencia de los hombres en ámbitos que, entre nosotros, lo cubren casi siempre mujeres. En los comercios, salvo muy raras excepciones, siempre eran hombres los que atendían. Por otra parte, ellos tendían a dirigirse a nosotros para negociar las transacciones, aunque en eso tenían poco éxito pues siempre acababan teniendo que discutir con las mujeres. Creo que se sentían más inseguros con ellas.

Eso mismo aparecía en las mezquitas. Resultaba chocante ver el espacio marginal que estaba reservado a las mujeres para la oración. En la zona más alejada del ábside, en espacios pequeños y opacos, ocultas tras rejillas de madera. No se entiende bien que hasta para orar hayan de excluir de la zona principal a las mujeres. ¿Será que temen ser tentados incluso en la mezquita? ¿O quizás que las posturas que adoptan para orar les parecen provocativas en ellas?. No es fácil saberlo. Y ni siquiera nuestra guía, muy convencida del islam, pero también de la modernidad de la cultura turca se permitió ningún comentario al respecto. Simplemente lo daba por hecho.

El primer día, tras el largo viaje y tratando de evitar el muermo que te entra si te quedas en el Hotel, salimos a dar un paseo tratando de localizar el Hotel Pera Palace (también había otro en la zona que era el Pera Divina, para cachondeo de los españoles) donde nos habían dicho que ponían un té muy bueno. Pero íbamos un poco a tientas y, efectivamente, nos perdimos. Eso hizo que deambuláramos por calles anodinas pero muy propias de la ciudad. Nada que ver con lo que habitualmente ven los turistas. Tengo que decir que en ningún momento sentimos miedo. Pero sí que pasamos por una zona donde había algunas chicas de la calle buscando clientes. Al final, como en todas partes.

En definitiva, uno entiende mejor los discursos feministas cuando son globalizados. Supongo que a las mujeres les queda mucho camino por recorrer en estos países. Quizás el boom del turismo (Estambul estaba hasta los topes de turismo y eso en estas fechas y con el frío que hacía, no me quiero ni imaginar lo qué debe ser en primavera o verano) les venga bien como sucedió en España en los años 60. De todas formas, incluso a las del paño y vestidos largos y serios no se las veía disgustadas por la calle. Creo que hasta más sonrientes, en general, que los hombres. Dicharacheras y, si me puedo permitir un comentario masculino, algunas muy guapas. Sobre todo por sus ojos enormes y claros y por su mirada intensa.

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