domingo, enero 28, 2007

PAMPLONA

Alguien con tantos encabezamientos del blog nombres de ciudades como yo, tiene que ser un viajero nato. Visto a vuelablog, podría hipotetizarse que se trata de un comercial de alguna empresa o de alguien que debe gestionar diversos negocios en partes varias. Pues no. ¿Alguien a quien le enloquece viajar? Lo del enloquecimiento es difícil de disimular pero no creo que sea por viajar. Lo que no se puede negar es que se trata de alguien inquieto. Y, seguramente, demasiado fácil de convencer cuando se le hacen propuestas que incluyen viajes. Me contaba ayer mi hermano Rafa el chiste de un andaluz bien pagado de sí mismo y que decía ser como dios. "¿Y eso, le preguntaron?". "Hombre, ¿no dicen que dios está en todas partes?. Pues yo ya he estado." Bueno, yo nosoy así.
Lo curioso de esto de los viajes es que son como pescadillas que se muerden la cola. Cada nuevo viaje te genera otros varios. Y así no hay manera de ir cerrando capítulos. Al contrario, no paran de abrirse nuevas propuestas. Y eso que yo me había prometido al inicio de este 2007 que las cosas iban a cambiar...
Bien, la cosa es que estoy en Pamplona, con un frio de mil demonios. La llegada ayer en avión fue espectacular. Todo blanco, blanco. Sólo los ríos y las carreteras cruzaban elpaisaje destacándose con sus trazados curvos y longilíneos. También se podía entrever algunos pueblicos en medio de ese mar blanco, reconocibles sólo por pequeños recortes negros en el manto blanco (como si alguien hubiera estado haciendo un pequeño borrador de algo sobre un folio) y unas luces amarillentas que se debajan ver a duras penas. Una vista hermosa de veras.
Y una vez en el suelo, frío, mucho frío. Los márgenes de las calles aún están llenos de nieve. También los coches que no se han movido estos días. Por supuesto que no me resistí a la tentación infantil de hacer algunas bolas y tirárselas a quienes me acompañaban. La nieve siempre me trae magníficos recuerdos infantiles. Entonces nevaba mucho. Mi padre era caminero y debía ir a quitar la nieve con los escasos medios de que contaban. Alguna vez estuvo el pobre a punto de quedarse ahogado bajo un talud de nieve. Pero nosotros disfrutábamos mucho con la nieve en las peleas, poniendo cepos a los pajaricos que, pobres, caían como chinches (hoy nos habrían denunciado por hacerlo), haciendo caminos en la nieve para poder comunicar entre sí las casas del pueblo, yendo con en autobús a la escuela (la teníamos a 1,5 kms.) porque no se podía ir a pie y llevándonos la comida en una tarterita porque no había como volver a casa a comer. Era toda una experiencia que rompía nuestras rutinas del resto de las estaciones. Lástima que nuestros hijos casi no la hayan podido disfrutar. Ahora ya casi no nieva.

En todo caso, aquí estoy en mi tierra. Gozoso por poder encontrarme de nuevo con la familia. Y feliz por tener un año más la posibilidad de celebrar el cumpleaños de papá todos juntos.

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