jueves, enero 11, 2007

Lourdes

Un año hace hoy. Un año de aquel terrible desenlace. Nuestra querida amiga, esposa de amigo, colega de preocupaciones, compañera en anhelos se nos fué de forma precipitada y silenciosa. Ella lo hizo todo así en su vida. De forma silenciosa, como si lo que ella hiciera no tuviera importancia. Cediendo el protagonismo a los demás. Por eso estuvo siempre rodeada de amigos.

Si supieras, querida Lourdes, cómo te hemos echado de menos. Elvira y yo nos habíamos aficionado a aquellas tardes de los domingos de cháchara en tu casa. Daban para mucho. Comíamos, bebíamos, cotilleábamos, hablábamos de lo divino y lo humano, con Luis siempre de showman divertido. Y tú en medio quitando importancia a la enfermedad, luchando en silencio, reajustando tus proyectos vitales. Sin renunciar nunca. Eras una enferma muy atípica. Apenas hablábamos de tus cosas. En lugar de llevarnos a tu terreno y a tus preocupaciones te venías a los nuestros, a las pequeñas cosas y avatares de lo cotidiano, del trabajo, de las discusiones de pareja. Incluso al final, cuando tenías algún problema (que siempre pensamos que no pasaría de una indisposición pasajera) conseguías sobreponerte. Nos concedías el privilegio de bajar al salón, de acompañarnos, de olvidarte de lo tuyo.

Después vinieron aquellos pocos días de hospital. Cuando me llamó Felipe para decírmelo, marché corriendo a ver qué pasaba. Lo encontré en un pasillo de urgencias y allí nos quedamos un rato. No parecía que la cosa fuera grave (o al menos eso creía Felipe, y si no lo creía, así nos lo decía para tranquilizarnos). Por eso no entré a verte. Pensé que te extrañarías de ver a gente por allí y que eso podría preocuparte. No sabes cuánto me he arrepentido de no haberlo hecho. Ya no hubo más oportunidades. Me costó muchas lágrimas esa indecisión. Pero quizás fué mejor así, porque ahora mis últimos recuerdos están llenos de tus sonrisas en casa, de tus bromas y comentarios.
Ni te puedes imaginar el sofocón que fué enterarnos de tu muerte. Lo recuerdo como si fuera ayer. Estaba cruzando Piedrafita camino de Logroño. Llamó José Antonio Caride para decírnoslo. Tuve que frenar en seco porque no era capaz de seguir. Nos cogió de tan de sorpresa, fué un dolor tan intenso que resultaba insufrible.
Como pasa en esos casos, en unos segundos, pasaron por mi mente los muchísimos recuerdos que se habían ido acumulando a lo largo de tantos años. Fué como abrir una olla a presión y estallar su contenido en imágenes revividas y mezcladas: mis primeros años de profe en la Facultad teniéndote de estudiante magnífica; aquel verano con los niños del horfanato de Orense en La Lanzada; los grupos de encuentro y las catarsis personales que provocaban; tus años de becaria con Touriñán; los primeros años de profe de infantil en aquella escuela rural maravillosa; lo fácil que fué animarte a que montáramos congresos de educación infantil y después Agamei; las muchas reuniones y dolores de cabeza con el proyecto EEL y el congreso internacional de la EECERA, los viajes del grupo a Portugal. En fín, Lourdes, tu trabajo de todos estos años de asesora, de apoyadora de cuanta iniciativa se te propusiera y, últimamente, de animadora desde la Consellería. Y junto a esos ficheros de la vertiente profesional iban pasando también los múltiples recuerdos que tienen que ver con los afectos compartidos, los años de amistad entre nuestras familias (incluidos momentos tan agradables entre las vasquez y las gomes), de confidencias, de desasosiegos. Y no sólo me golpeaban como martillazos los momentos que se referían a tí, allí estaban agolpados, también, los muchos que he vivido con Felipe, porque estar con él, fuera donde fuera (en Bahía o en la Patagonia, en Cereixo o en Murcia), en actividades profesionales o en juergas inocentes (siempre han sido inocentes nuestras juergas) , era tenerte a ti presente. Y los ratos con Felipe hijo y, sobre todo con Luis con quien tuve la suerte de disfrutar su infancia como si de un sobrino se tratara. Han sido tantos años (pero tan pocos, visto ahora) de compartir cosas que no es fácil aceptar que se acabó, que no hay más.
Ha pasado un año y muchos seguimos así. Viviendo de los recuerdos. De vez en cuando me tropiezo con tu teléfono (que no me atrevo a borrar) y me entran ganas de llamarte. No es fácil hacerse a la idea.
Querida Lourdes, yo sé que estarás bien. Las personas como tú siempre están bien. Serás, sin duda, uno de esos espíritus que, sin hacerse notar, transmiten tranquilidad y paz en su entorno. Como lo hiciste aquí mientras viviste. Seguro, también, que sigues muy atenta la marcha de tu familia. Si quienes te tuvimos como amiga lo hemos pasado mal, qué no habrán pasado quienes eran los tuyos y compartían tu vida. Ha sido un año horroroso para ellos, pero lo han enfocado bien. Se tenía que notar tu herencia y, desde luego, la capacidad personal de Felipe. Incluso desde su infierno personal ha sabido mantener el tipo y facilitar las cosas para todos. Ha sido un año horroroso para ellos pero creo que están bien y que puedes estar orgullosa de cómo han afrontado, en torno a tu recuerdo, la desgracia de perderte.
Querida amiga, yo, la verdad, no sé si estas cosas se ponen en un blog o no. Soy nuevo en este mundillo, pero para mí es como escribir un diario. Y hoy necesitaba dejar salir todas estas emociones. Voy a llamar a Felipe para ver qué tal está llevando este día. Hoy es un día muy especial para todos.
Me ha encantado poder expresar, una vez más, lo mucho que te quería y lo mucho que valoraba tu amistad. Fueron años muy bonitos en los que tuvimos la suerte de compartir tantas cosas. Pertenecemos a generaciones distintas pero eso nunca fué obstáculo para que lograramos tejer una magnífica red de relaciones personales y familiares.
En fín querida Lourdes, hoy ha sido un día de revivir entre lágrimas los recuerdos. El sábado nos encontraremos de nuevo para rezar contigo y por ti. Será otro momento doloroso pero hermoso. Siempre es grato reunirnos en torno a ti y a tu recuerdo. Hasta el sábado, pues. Un beso muy fuerte.

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