Por lo que he visto no tiene muy buena crítica, pero a mí me ha gustado mucho. Claro que ya se ve desde el inicio que es una historia escrita a la medida de sus dos actores principales, Jack Nicholson y Morgan Freeman. Además, Robert Reiner, el director, les deja hacer lo que ellos hacen mejor. Nicholson de persona un poco loca pero llena de energía y Freeman de alguien tranquilo, relajado y buena persona (aquí, además, le añaden una capa de sabiduría que asombra: lo sabe todo sobre todo; al final eso le hace un poco menos creíble).
La historia es bonita y simple: dos enfermos terminales deciden aprovechar el poco tiempo que les queda para cumplir la lista de deseos que no han logrado cumplir en su vida. Claro que para poder hacerlo con garantías hace falta dinero, así que uno de los personajes (Nicholson) es extremadamente rico y podrá permitirse cualquier tipo de lujo que requieran los deseos. Eso les lleva a viajar en jet privado por las diversas maravillas del mundo, a moverse sin restricciones por hoteles y restaurantes, a concederse aventuras de todo tipo… En fin, como si fuera el cuento de la lámpara de Aladino, se pudieron permitir desear cuanto quisieron. Y la historia nos va llevando con ellos a lugares maravillosos, desde las pirámides de Egipto al Taj Mahal, desde el Himalaya al desierto del Serengueti. Una fotografía espléndida.
Pero lo interesante de la película es la historia. Está llena de humor, aunque el tema sea bien dramático. Y tiene cosas muy seductoras. En primer lugar, la idea de hacer una lista (el título original, The Bucket List, respeta más la importancia de la lista en la historia) con los deseos, con lo que nos gustaría hacer. Freeman que comenzó como profesor se la mandaba hacer a sus estudiantes. Luego vio, en su propia carne, que la vida no respetaba la lista y uno acaba haciendo aquello que tiene que hacer. Y no suele coincidir con los deseos. Pero en su situación, con una esperanza de vida de pocos meses, resulta interesante esa historia de una lista de deseos. El permitirse desear en esas circunstancias me parece algo extraordinario. Ellos lo hicieron. Y escribieron su lista. E iban tachando cada ítem de la lista a medida que los iban cumpliendo. Algunos de esos ítems eran graciosos: besar a la chica más guapa del mundo (que resuelve besando a su nieta); hacerse un tatuaje; reirse hasta morir (cosa que resulta casi literal), etc.
También son interesantes algunas anotaciones que el sabio Freeman va aportando a lo largo del film. Especialmente la de los 5 estadios por los que se pasa ante la enfermedad del cáncer: negación, ira, negociación, resignación y aceptación. También me gustó su reflexión sobre las dos preguntas básicas ante la muerte, como si fueran los dos deberes básicos de toda vida: ¿has encontrado la felicidad?, ¿a cuántas personas crees que has hecho felices?.
En fin, dos monstruos del cine que se superan a sí mismos; una historia que da mucho juego, que te hace reir y llorar; una fotografía espectacular; y dos o tres moralejas interesantes. Que diga la crítica lo que quiera. Me encantó.
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