La fortuna y algunos equívocos de la agencia de viajes me obligaron a cambiar los planes iniciales y a anticipar el regreso de San Luis Potosí. A cambio me gané un fin de semana fraternal en Puebla. Coincidí en el aeropuerto del D.F. con mi hermano que regresaba de Cuba y viajamos juntos a su casa en Puebla. Así que he podido disfrutar, una vez más, de un sábado pueblino. Lleno de emotividad, como otras veces. En esta ocasion porque se celebraban los 20 anos de casados de Luis Raúl y Maribel.
Siempre me admira esta facilidad de los mejicanos para expresar sus sentimientos. Y la ocasión se prestaba bien a hacerlo. Les habían organizado una fiesta sorpresa y realmente quedaron sorprendidos pues no se lo esperaban. "¿Qué aniversario?, pregunto él cuando se encontró en medio del fregado?". In fraganti, lo pillaron.
20 años de casados. Tantas cosas por decir! Los amigos de antes y los de después, la familia, los hijos e hijas (que en esto son bien diferentes), y algún que otro intruso como yo. Allí estábamos todos. Las emociones surgieron desde el principio de manos de la sorpresa. Maribel es bien expresiva y contagiaba emoción a cada abrazo. Luego la comida corrió bien sin faltar nada de lo que hace agradable un ágape con amigos, incluída la música. Todo excelente, pero lo mejor llegó al final, con los brindis.
La anfitriona llamó a escena a quienes debían hablar (los brindis en Méjico son muy formales). Lo hicieron los hijos recordando la importancia de esos años para ellos. Tantas cosas por decir de esos 20 años. Les debían la vida y mucho más. Una de las hijas se emocionó (y nos emocionó a todos) y tuvo que dejarlo. Pero después lo retomó con los ojos empañados de lágrimas para recordar, sobre todo, lo mucho que le habían ayudado sus padres en las decisiones que había ido tomando. Otros familiares hablaron tambien. Todos con mucho sentimiento.
Lo mejor llego cuando fueron ellos mismos quienes tomaron la palabra. Ella habló de lo exaltada que estaba hace 20 anos y de cómo se reproducía ahora esa misma sensación. Pero me emocionó más el marido (obviamente, yo me podía identificar más con él). Atribuyó los méritos de esta aventura feliz a su esposa (lo que a juzgar por las caras de quienes le escuchaban debía ser algo más que una mera cortesía), ella había mantenido fuerte la estructura familiar. Se sintió orgulloso de sus hijos e hijas y, al final, hizo una auténtica declaración de amor. Estoy seguro que no desmerecía en nada a la que pudo hacer hace 20 anos.
De todo ello, lo que más le puede llamar la atención a alguien no mejicano es esa facilidad para abrir la espita de las emociones, para confesarse en público, para superar el rubor de decir explícitamente a alguien, y delante de todo el mundo, lo mucho que le quieres. Nosotros también sentimos esos sentimientos, pero nos cuesta hacerlos públicos. Debe ser algo genético en ellos.
Y no era solo eso. Quizas fue que el ambiente tan cargado de emociones nos contagió a todos. Pero la comida entera estuvo llena de esos pequenos detalles de las parejas de invitados que te indican que allí hay mucha emotividad concentrada. Como yo estaba desparejado pude irme fijando. Muchos mimos, mucha ternura en las miradas, muchas caricias, mucho tomar la mano del otro. En fin, hay algo especial en Mejico (al menos en el Mejico que yo conozco) que te hace tierno, sentimental. Es una fascinacion por la familia tan explícita, tan llena de emociones que acaba contagiándote. "Al final, toda nuestra riqueza son nuestros hijos", oí decir, tambien emocionado a Carlos Franco, sentado a mi lado.
En fin, 20 anos juntos es toda una vida. Mucho tiempo, mucha vida, muchas emociones, muchas cosas que contar. Gusta compartir y celebrar este tipo de honomásticas. Mas aún, a quienes llevamos muchos mas anos que esos de casados. Es como compartir una complicidad muy especial. Pero gusta, sobre todo, sentir esa emocion sin tapujos, esa capacidad para decir lo que sientes aunque te emociones. Siempre me sorprenden en eso los mejicanos. Felicidades Maribel y Luis Raul. Visto lo que hemos visto hoy, aquel proyecto de vida que iniciásteis hace 20 años ha sido todo un éxito. ¡Que siga así!.
Siempre me admira esta facilidad de los mejicanos para expresar sus sentimientos. Y la ocasión se prestaba bien a hacerlo. Les habían organizado una fiesta sorpresa y realmente quedaron sorprendidos pues no se lo esperaban. "¿Qué aniversario?, pregunto él cuando se encontró en medio del fregado?". In fraganti, lo pillaron.
20 años de casados. Tantas cosas por decir! Los amigos de antes y los de después, la familia, los hijos e hijas (que en esto son bien diferentes), y algún que otro intruso como yo. Allí estábamos todos. Las emociones surgieron desde el principio de manos de la sorpresa. Maribel es bien expresiva y contagiaba emoción a cada abrazo. Luego la comida corrió bien sin faltar nada de lo que hace agradable un ágape con amigos, incluída la música. Todo excelente, pero lo mejor llegó al final, con los brindis.
La anfitriona llamó a escena a quienes debían hablar (los brindis en Méjico son muy formales). Lo hicieron los hijos recordando la importancia de esos años para ellos. Tantas cosas por decir de esos 20 años. Les debían la vida y mucho más. Una de las hijas se emocionó (y nos emocionó a todos) y tuvo que dejarlo. Pero después lo retomó con los ojos empañados de lágrimas para recordar, sobre todo, lo mucho que le habían ayudado sus padres en las decisiones que había ido tomando. Otros familiares hablaron tambien. Todos con mucho sentimiento.
Lo mejor llego cuando fueron ellos mismos quienes tomaron la palabra. Ella habló de lo exaltada que estaba hace 20 anos y de cómo se reproducía ahora esa misma sensación. Pero me emocionó más el marido (obviamente, yo me podía identificar más con él). Atribuyó los méritos de esta aventura feliz a su esposa (lo que a juzgar por las caras de quienes le escuchaban debía ser algo más que una mera cortesía), ella había mantenido fuerte la estructura familiar. Se sintió orgulloso de sus hijos e hijas y, al final, hizo una auténtica declaración de amor. Estoy seguro que no desmerecía en nada a la que pudo hacer hace 20 anos.
De todo ello, lo que más le puede llamar la atención a alguien no mejicano es esa facilidad para abrir la espita de las emociones, para confesarse en público, para superar el rubor de decir explícitamente a alguien, y delante de todo el mundo, lo mucho que le quieres. Nosotros también sentimos esos sentimientos, pero nos cuesta hacerlos públicos. Debe ser algo genético en ellos.
Y no era solo eso. Quizas fue que el ambiente tan cargado de emociones nos contagió a todos. Pero la comida entera estuvo llena de esos pequenos detalles de las parejas de invitados que te indican que allí hay mucha emotividad concentrada. Como yo estaba desparejado pude irme fijando. Muchos mimos, mucha ternura en las miradas, muchas caricias, mucho tomar la mano del otro. En fin, hay algo especial en Mejico (al menos en el Mejico que yo conozco) que te hace tierno, sentimental. Es una fascinacion por la familia tan explícita, tan llena de emociones que acaba contagiándote. "Al final, toda nuestra riqueza son nuestros hijos", oí decir, tambien emocionado a Carlos Franco, sentado a mi lado.
En fin, 20 anos juntos es toda una vida. Mucho tiempo, mucha vida, muchas emociones, muchas cosas que contar. Gusta compartir y celebrar este tipo de honomásticas. Mas aún, a quienes llevamos muchos mas anos que esos de casados. Es como compartir una complicidad muy especial. Pero gusta, sobre todo, sentir esa emocion sin tapujos, esa capacidad para decir lo que sientes aunque te emociones. Siempre me sorprenden en eso los mejicanos. Felicidades Maribel y Luis Raul. Visto lo que hemos visto hoy, aquel proyecto de vida que iniciásteis hace 20 años ha sido todo un éxito. ¡Que siga así!.
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