martes, enero 29, 2008

Más Guelfenbein


Antes de que pierda mis anotaciones quería completar el repaso a la novela de Carla Guelfenbein y sus textos sobre diversos asuntos. Ya decía en la entrada anterior que trata temas muy sugestivos y de una forma que te sorprende por su acierto u originalidad. Ahí van algunas de las perlas que me encontré.

Amistad
(Sobre la lealtad) “Evoqué las múltiples conversaciones que habíamos tenido sobre este tema. Era una cuestión que a él lo obsesionaba. Con el tiempo se había vuelto parte de nuestro vocabulario, y el entendimiento mutuo de lo que significaba había constituido uno de los pilares de nuestro vínculo. Recordé que habíamos llegado juntos a la conclusión de que la lealtad estaba incluso por encima de la verdad. Esta última podía estar supeditada a la experiencia de cada uno, a los requerimientos de un tipo más elevado de integridad; en cambio, la lealtad- pensábamos- era inequívoca” (p.165). Hace no mucho mencionaba yo en un debate con mis colegas del área una idea similar para describir lo que suele pasar en las oposiciones (entre la amistad y la justicia escojo la amistad) y me llovieron, justamente, las críticas. Pero es un dilema que está ahí y que resulta muy difícil superar. O no, pero entonces la solución no es la correcta.

Presente y futuro.
(Theo) “Estoy seguro de que cada momento contiene los momentos futuros, sólo que no podemos descifrarlos. Es al mirar atrás cuando la composición oculta de las cosas se hace patente, y en ese instante nos decimos que todo ha ocurrido de la forma que tenía que ocurrir. Un ojo más atento, un ojo capaz de ver a través de lo invisible, hubiera percibido las señas” (p.19).
(Clara) “Si pudiera saber cuál es el secreto que hace de este momento lo que es, entonces podría reproducirlo cuando quisiera. Podría cerrar los ojos y decir: ¡ahora!”(p.48)
(Bernard, un editor) “Theo querido, detrás de todas las cosas, incluso las más insustanciales, hay una historia, premisa número uno si quieres escribir
” (p.132)

Gente de la universidad
(Clara) “No soy una de ellos, ni quiero serlo. Los conozco. Crecen en la universidad, en las bibliotecas, se alimentan de creencias, de discursos, de anécdotas, se marchitan cuando la duda los alcanza, florecen cuando unos ojos admirados se posan en ellos, se exaltan cuando al encontrarse con sus pares desenfundan sus sables y despliegan sus destrezas. Experimentan el máximo regocijo confirmando lo que ya saben, o atrapando un nuevo matiz que atesoran satisfechos en un cajón de su cabeza. Me alejo de ellos, me alejo de sus peroratas, de sus libros arrimados a los rincones, de sus batallas” (p. 49). Me cae bien esta Guelfenbein, pero con seguridad también ella es profesora de universidad. Es imposible, si no, tanta clarividencia. Lo vive desde dentro.

Creer
(Clara) “Yo los veía, a mi padre y a mi madre, parecían felices. Una felicidad que se expandía, volviéndolos parte de algo más grande que ellos mismos. Creer es, tal vez, el gesto más noble y también el más pueril. Ellos creían. Creían que un mundo más justo era posible y estaban dispuestos a demostrarlo” (p.78)

La melancolía
(Antonio respondiendo a un comentario de Clara sobre su aire taciturno y distante) “-¿Has oído la pregunta retórica número treinta y tres de Aristóteles? Dice así: ¿por qué todo ser excepcional es melancólico?”(p.96) Mira, no la conocía. Pero me ha venido a mí para no agobiarme más con estos últimos periodos más melancólicos.

La conversación
(Theo hablando con un editor) “Yo hacía esfuerzos colosales para que mi conversación no se volviera insulsa pero tampoco impertinente, los dos acantilados por donde suele despeñarse la ignorancia” (p.108)

La soledad
(Theo) “Un amigo poeta de las Islas Canarias dice que la soledad es siempre una ventana que mira un árbol. La soledad es siempre un hombre en un hotel que mira por la ventana, lo hubiera rectificado de haber tenido el entusiasmo necesario para tomar el teléfono y llamarlo a Tenerife” (p.209). Estoy absolutamente de acuerdo. Hasta podría llamarle yo al poeta y decírselo.

La muerte
(Theo hablando de la depresión de Clara tras la muerte del amigo) “La muerte tiene eso: se instala entre los vivos y trastoca nuestras existencias, se desliza en nuestras mentes y desata las alimañas de la infancia” (p.212).

La verdad y sus diversas perspectivas
(Theo decidiendo escribir un libro contando la historia de su amistad) “Aún cuando usara todos mis recursos para ajustarme a la verdad, nada de lo que dijera sería la versión oficial de los hechos, puesto que tal cosas no existía; lo ocurrido había sido largamente procesado por mis sentimientos y fantasmas. Asimismo, no estaba en absoluto seguro de poder distinguir lo imaginado de lo vivido. Sobre todo, tenía la certeza de que el pasado era un material dúctil y que al tocarlo se transformaría” (p.223)

Las palabras
(Theo justificando el haber escrito su historia) “Luego hablé de Clara, imaginando que ella me lo reprocharía. Pero ya no estaba dispuesto a dejar que los silencios hicieran de los momentos un cúmulo de cenizas. Había aprendido muchas cosas ese año viviendo con mi hija Sophie y escribiendo, y tal vez lo más importante había sido el valor de las palabras. Nombrar las cosas no era ya un acto de debilidad; por el contrario, representaba una muestra de entereza” (p. 247). Eso siento yo también con el blog. A veces dudas si deberías escribir sobre cuestiones personales pero cuando lo haces te sientes bien, como liberado, más dueño de ti mismo. Es el valor de las palabras.

Conocer al otro
(Theo al leer el diario personal que le había entregado Clara para que conociera su versión de la historia) “En algún momento me di cuenta de que ya no buscaba entender. Ninguna señal me conduciría a su alma, porque las señales son infinitas y van cambiando, y no hay intimidad, ni siquiera ésta, que permita a un ser tocar el espacio único y solitario del otro” (p.267)

Bueno, ya está bien. La Guelfenbein me va a demandar por plagio, por uso abusivo de sus propios textos. Bueno a esto se le llama ahora intertextualidad. Solo puedo justificarme diciendo que ha sido por puro placer intelectual con las cosas que ella escribe. Y qué mejor que intentar compartir aquello que nos ha gustado. A mí me ha gustado mucho, la verdad, esta “mujer de mi vida”.

Por cierto, he podido comprobar que Carla Guelfenbein es chilena y que estudió Biología en Inglaterra donde estuvo exiliada. De ahí que conoce tan bien ambos ambientes. No es esta su primera novela. También escribió “El revés del alma”. Pero es en ésta donde ha querido meterse en la piel de los hombres. Quería mirar el mundo desde la otra orilla, la masculina . Y se dio cuenta de que conocía el mundo masculino mucho más de lo que ella pensaba y mucho más de lo que los hombres piensan que pueda llegar a conocerlos una mujer. Y es cierto.

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