El hotel de Viña del Mar donde estoy está saturado de turistas. Sobre todo argentinos. Deben haber hecho una oferta especial, de media pensión, y esto se ha puesto a tope. Muchas, pero muchas, familias con niños pequeños. Así que es un hotel Jardín de Infancia. Podrían montar sesiones de divertimento para los pequeños y seguro que los padres se lo agradecían porque se les ve radiantes por la mañana en el desayuno y agotados por la noche en la cena. Pues eso, mucho crío correteando, mucha señora con cara de camarón y narices desolladas (sobre todo ellas, debe ser que ellos abusan menos del sol playero), algunas parejas de mediana edad de vacaciones y unos cuantos grupos de la tercera edad. Y algún despistado como yo que está aquí por casualidad. No se puede pedir mayor diversidad. Y, eso sí, mucha cara de felicidad de inicio de vacaciones.
Dicho lo cual, y a la vista del título que puse a esta entrada del blog, seguro que alguien puede pensar que estoy hasta el moño de tanto crío y añoro algún nuevo Herodes que me los quite de encima. Pues no, nada de eso. Los críos me encantan, pero resulta que ayer, día de Reyes (que aquí en Chile no se celebra, ellos tienen el “viejito pascuero”, que tampoco gusta a algunos curas que les van diciendo a los pequeños en la iglesia que el viejito no existe, que es mentira y los pobres críos salen espantados y llorando) y en misa el cura nos habló de Herodes, de los herodes de nuestros días.
Tenía yo curiosidad por saber cómo iba la cosa eclesial, por aquí, en Chile. Dejé España en plena efervescencia postmanifestación a favor de la familia (¡qué desastre de obispos tenemos; señor, señor, qué cruz!) y me ha tocado aquí volver sobre el tema. Y tampoco está mal la cruz que les ha tocado cargar a los chilenos, con algunos curas y sus prédicas. El que escuché yo el domingo más que hablar de la familia, prefirió referirse a Herodes y utilizó un texto de Fulton Sheen, aquel obispo americano que tuvo tanto éxito en sus intervenciones televisivas y cuyos libros nos recomendaban leer de adolescentes. Supongo que el texto no estaba mal, pero era difícil saber lo que pertenecía al texto y lo que era cosecha propia del orador. Total que lo que nos vino a decir es que Herodes más que una persona es un personaje, el de los tiranos cuyo mensaje es querer convencer a la gente de que la Iglesia está en contra del Estado. “Y esto a quién se le puede ocurrir, tiene que estar loco, es una mentira (y aquí alzaba la voz y daba golpes contra el atril y el micro), porque lo que quiere decir, en realidad, es que la Iglesia está en contra suya y que ellos son el Estado”. Bueno una visión bastante apocalíptica de la cosa. Y ahí dejó ya a Fulton Sheen y comenzó a desbarrar por cuenta propia. “Y sigue habiendo muchos herodes hoy en día, decía, por ejemplo, esos tipos que se ponen una bomba y la hacen estallar matando a gente. Por qué no se matan ellos, y dejan a los demás en paz”, seguía argumentando y golpeando el púlpito. La cosa mantenía su clímax, pese al salto histórico de Herodes a Al Queda. ¡Ah, no, pero la cosa no iba a parar ahí! Aún faltaba el salto mayor, un triple mortal de necesidad. “Y esos otros herodes, siguió diciendo, que se casan con su mujer pero luego otra mujer les guiña el ojo y se acuestan con ella pensando ‘que no lo sepa mi mujer’. Y ni siquiera les basta con otra, continuó, porque después otra les guiña el ojo o les roza (este cura debe pensar que está chupado ligar, se ve que no sabe lo complicado que se ha puesto) y se van con ella pensando, eso sí, ‘que no lo sepa mi mujer’. “Pues no, insistía, que se lo digan”. “Porque, concluyó, quien no actúa como piensa acaba pensando como actúa y tratando de justificar, sin más, lo que hace” Y ahí sí, podía entendérsele el mensaje del notable relativismo moral que se va extendiendo en la sociedad.
En fin, dejemos aparte esa historia de que son las mujeres las que guiñan el ojo y sacan del buen camino a los hombres (yo me sé de alguien que se pondría del hígado si se lo escucha decir) que ya es un buen indicativo de su versión rancia de las cosas. Lo que me pareció asombroso es el encabalgamiento de ideas: del Herodes de Judea a los herodes de Al Queda y de ahí a los maridos herodes.
¡Pobre familia! Con amigos así, qué falta le hacen enemigos.
Y aquí viene la parte seria de esta entrada del blog, creo que la Iglesia o, al menos la jerarquía, se está equivocando al usar la familia como un arma de fuego político e ideológico. Deberían enaltecer las virtudes de la familia, sus aportaciones, su importancia en el desarrollo de los hijos y en el equilibrio de las personas, su mensaje de unión, el hecho de que es la instancia social en la que más claramente se da el predominio de lo afectivo, del apoyo mutuo, etc. En fin, la esencia del mensaje cristiano. Pero no, se está demasiado obsesionado por el sexo, por las formas, por los papeles. Con esas armas, es una batalla perdida. Y eso acaba doliéndonos fuertemente a quienes estamos convencidos de su importancia y del papel esencial que juega para el equilibrio personal y para la cohesión social. Desde que comenzamos con los Hogares Promesa, allá en los años 70, ha sido para mí una convicción que no hace sino fortalecerse día a día, pese a que uno no deja de escuchar mensajes contrarios a la familia, supuestamente de intelectuales progresistas. Y aún hoy día, cuando trabajo con mis estudiantes los temas relacionados con la inadaptación social, el primer tema que siempre abordamos es el de la familia. Tendría que haber un discurso de la izquierda, un discurso progresista que fuera valedor de la familia (en sus múltiples formatos) y de su importante papel social y personal. Sin importar las creencias que cada uno tenga. No puede ser que la derecha, la peor derecha (incluida la eclesiástica) se adueñe de la idea de familia y la reinterprete a su manera. Eso debiéramos hacer. Pero parece que nos diera vergüenza.
Nota graciosa: ¿Recordáis aquel juego de cartas infantiles con familias de distintas razas? Uno tenía que formar una familia completa pidiendo, cuando le tocaba la vez, alguna figura a los otros. Era un juego de memoria divertido. Tenías que acordarte quién tenía cada figura de la familia para recuperarla cuando el otro fallaba al pedirte una carta que tú no tenías. Bueno, obviamente, las familias eran muy convencionales: abuelo-abuela, padre-madre, hijo-hija y no recuerdo qué otras figuras. Bueno, pues el otro día me regaló mi hermana una baraja similar en euskera pero actualizada. Ya no eran las familias convencionales y, por supuesto, nada de razas. Las familias de identificaban por el nombre de algún niño/a. Pero en algunas familias estaban el padre y la madre con un solo abuelo y además un amigo de la madre y una amiga del padre. En otras el niño no tenía padre pero tenía dos madres. En otra el niño era adoptado (se notaba en la fotografía). En otras, la niña vivía con sus abuelos. En fin, una variedad muy interesante de situaciones. Muy real, lo que hacía que el completar la familia se hiciera bastante complejo.
Dicho lo cual, y a la vista del título que puse a esta entrada del blog, seguro que alguien puede pensar que estoy hasta el moño de tanto crío y añoro algún nuevo Herodes que me los quite de encima. Pues no, nada de eso. Los críos me encantan, pero resulta que ayer, día de Reyes (que aquí en Chile no se celebra, ellos tienen el “viejito pascuero”, que tampoco gusta a algunos curas que les van diciendo a los pequeños en la iglesia que el viejito no existe, que es mentira y los pobres críos salen espantados y llorando) y en misa el cura nos habló de Herodes, de los herodes de nuestros días.
Tenía yo curiosidad por saber cómo iba la cosa eclesial, por aquí, en Chile. Dejé España en plena efervescencia postmanifestación a favor de la familia (¡qué desastre de obispos tenemos; señor, señor, qué cruz!) y me ha tocado aquí volver sobre el tema. Y tampoco está mal la cruz que les ha tocado cargar a los chilenos, con algunos curas y sus prédicas. El que escuché yo el domingo más que hablar de la familia, prefirió referirse a Herodes y utilizó un texto de Fulton Sheen, aquel obispo americano que tuvo tanto éxito en sus intervenciones televisivas y cuyos libros nos recomendaban leer de adolescentes. Supongo que el texto no estaba mal, pero era difícil saber lo que pertenecía al texto y lo que era cosecha propia del orador. Total que lo que nos vino a decir es que Herodes más que una persona es un personaje, el de los tiranos cuyo mensaje es querer convencer a la gente de que la Iglesia está en contra del Estado. “Y esto a quién se le puede ocurrir, tiene que estar loco, es una mentira (y aquí alzaba la voz y daba golpes contra el atril y el micro), porque lo que quiere decir, en realidad, es que la Iglesia está en contra suya y que ellos son el Estado”. Bueno una visión bastante apocalíptica de la cosa. Y ahí dejó ya a Fulton Sheen y comenzó a desbarrar por cuenta propia. “Y sigue habiendo muchos herodes hoy en día, decía, por ejemplo, esos tipos que se ponen una bomba y la hacen estallar matando a gente. Por qué no se matan ellos, y dejan a los demás en paz”, seguía argumentando y golpeando el púlpito. La cosa mantenía su clímax, pese al salto histórico de Herodes a Al Queda. ¡Ah, no, pero la cosa no iba a parar ahí! Aún faltaba el salto mayor, un triple mortal de necesidad. “Y esos otros herodes, siguió diciendo, que se casan con su mujer pero luego otra mujer les guiña el ojo y se acuestan con ella pensando ‘que no lo sepa mi mujer’. Y ni siquiera les basta con otra, continuó, porque después otra les guiña el ojo o les roza (este cura debe pensar que está chupado ligar, se ve que no sabe lo complicado que se ha puesto) y se van con ella pensando, eso sí, ‘que no lo sepa mi mujer’. “Pues no, insistía, que se lo digan”. “Porque, concluyó, quien no actúa como piensa acaba pensando como actúa y tratando de justificar, sin más, lo que hace” Y ahí sí, podía entendérsele el mensaje del notable relativismo moral que se va extendiendo en la sociedad.
En fin, dejemos aparte esa historia de que son las mujeres las que guiñan el ojo y sacan del buen camino a los hombres (yo me sé de alguien que se pondría del hígado si se lo escucha decir) que ya es un buen indicativo de su versión rancia de las cosas. Lo que me pareció asombroso es el encabalgamiento de ideas: del Herodes de Judea a los herodes de Al Queda y de ahí a los maridos herodes.
¡Pobre familia! Con amigos así, qué falta le hacen enemigos.
Y aquí viene la parte seria de esta entrada del blog, creo que la Iglesia o, al menos la jerarquía, se está equivocando al usar la familia como un arma de fuego político e ideológico. Deberían enaltecer las virtudes de la familia, sus aportaciones, su importancia en el desarrollo de los hijos y en el equilibrio de las personas, su mensaje de unión, el hecho de que es la instancia social en la que más claramente se da el predominio de lo afectivo, del apoyo mutuo, etc. En fin, la esencia del mensaje cristiano. Pero no, se está demasiado obsesionado por el sexo, por las formas, por los papeles. Con esas armas, es una batalla perdida. Y eso acaba doliéndonos fuertemente a quienes estamos convencidos de su importancia y del papel esencial que juega para el equilibrio personal y para la cohesión social. Desde que comenzamos con los Hogares Promesa, allá en los años 70, ha sido para mí una convicción que no hace sino fortalecerse día a día, pese a que uno no deja de escuchar mensajes contrarios a la familia, supuestamente de intelectuales progresistas. Y aún hoy día, cuando trabajo con mis estudiantes los temas relacionados con la inadaptación social, el primer tema que siempre abordamos es el de la familia. Tendría que haber un discurso de la izquierda, un discurso progresista que fuera valedor de la familia (en sus múltiples formatos) y de su importante papel social y personal. Sin importar las creencias que cada uno tenga. No puede ser que la derecha, la peor derecha (incluida la eclesiástica) se adueñe de la idea de familia y la reinterprete a su manera. Eso debiéramos hacer. Pero parece que nos diera vergüenza.
Nota graciosa: ¿Recordáis aquel juego de cartas infantiles con familias de distintas razas? Uno tenía que formar una familia completa pidiendo, cuando le tocaba la vez, alguna figura a los otros. Era un juego de memoria divertido. Tenías que acordarte quién tenía cada figura de la familia para recuperarla cuando el otro fallaba al pedirte una carta que tú no tenías. Bueno, obviamente, las familias eran muy convencionales: abuelo-abuela, padre-madre, hijo-hija y no recuerdo qué otras figuras. Bueno, pues el otro día me regaló mi hermana una baraja similar en euskera pero actualizada. Ya no eran las familias convencionales y, por supuesto, nada de razas. Las familias de identificaban por el nombre de algún niño/a. Pero en algunas familias estaban el padre y la madre con un solo abuelo y además un amigo de la madre y una amiga del padre. En otras el niño no tenía padre pero tenía dos madres. En otra el niño era adoptado (se notaba en la fotografía). En otras, la niña vivía con sus abuelos. En fin, una variedad muy interesante de situaciones. Muy real, lo que hacía que el completar la familia se hiciera bastante complejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario