domingo, enero 06, 2008

Los mejores años de nuestras vidas



Dice la propaganda que es “la película más encantadora que ha dado el cine francés en mucho tiempo”, y uno hasta podría estar de acuerdo. Porque es realmente una gran película en la que no se sabe qué destacar más, si el guión que es extraordinario, o los personajes que están magistrales, o la fotografía fantástica (que es un canto al París de siempre, el del lujo), o la propia historia (las historias que se entrecruzan) que es vitalista, emocionante y profunda. Ha sido un buen regalo de Reyes, aquí en esta soledad chilena.
Hoy tendría que comenzar hablando del cine. Cine Arte, se llama. Uno de esos cines antigüos, pero muy antigüos. Pasan la misma película (sólo una) durante toda la semana. Pero con la ventaja de que están en el centro de la ciudad, en plena plaza Vergara. Me fui a la sesión de las siete y la inmensa platea se fue poblando de unas pocas parejas,y algunos sueltos. Viejitos a matar la tarde. Parejas de novios a pololear buscando lugares estratégicos, matrimonios de mediana edad. Había de todo. Lo peor, cómo decirlo, las butacas. Insufribles. Algunas con los muelles saltados que se te hincaban en el culo. Todas hechas con un cuero viejo y relamido en el que te escurrías. Me he pasado la hora y media tirando de mí hacia arriba y tratando de apoyarme en la butaca de adelante para no acabar en el suelo. Pero hasta eso tuvo su encanto y algunas ventajas adicionales: nadie comió palomitas. Y el sonido funcionó bien.

La película se parece a algunas francesas recientes en las que la protagonista es una chica bien vitalista, como Amelie. Y dirigida, se nota bien, por una mujer. También aquí la protagonista, Cecile de France, es una chica nada espectacular pero con una vitalidad interna que acaba contagiando a cuantos se cruzan con ella. Y se cruza con 4 personajes cada uno con su propia historia: un nuevo rico, que comenzó de taxista, de vuelta de todo y con una enfermedad terminal que se echa una amante joven (que antes lo había sido de su hijo) y pone a la venta todo los tesoros que ha ido coleccionando. “El tiempo que pasa es el que queda”, le dice enigmático a su hijo. Y “la vida es como las casas, cuando eres joven las construyes para ti, de viejo las compras”. Otro personaje fantástico es el de un pianista famoso pero desesperado con la vida agobiante y de presiones que lleva. Su mujer y manager sólo piensa en explotar su éxito y firmar contratos y él lo daría todopor irse con ella a una casita aislada en la rivera de un lago. Viven una historia de amor preciosa, llena de dilemas y al borde del precipicio pero el amor que se tienen es tan profundo que los salva. Otra historia es la de la artista de telenovelas, un poco obsesiva y falta de autoestima pese al enorme éxito de que goza en la TV (aunque a ella lo que le mola es el cine) pero una mujer auténtica, “es todas las mujeres en una” dice de ella la protagonista en la mejor piropo que podría dedicarle. Y, finalmente, está la historia del hijo. Historia con muchos frentes: con su padre rico con elque no se lleva, con su esposa con la que acaba de romper, con su examante que ahora lo es de su padre y con la protagonista de la película con la que, como era previsible, acaba teniendo un romance.
4 historias preciosas, profundas. Personajes que parecen vencidos pero que llevan tanta vida dentro que acaban reconstruyéndose y saliendo adelante y contagiandonos a todos esa fuerza interior. Personajes y paisajes. Los escenarios de la película son magníficos. El café du theatre, el Palacio de la Opera, el Ritz, la casa-museo del millonario y sus hermosos objetos de arte ( y entre ellos la cautivadora escultura que se llama “el beso”), etc. Y París siempre allí, al fondo con hermosos planos generales en los cuales, por supuesto nunca falta la Torre Eiffel o el Sena.

Bueno, qué decir, un placer intelectual y también de los sentidos. La parte final del film en el que se alternan los tres escenarios (el concierto, la subasta y el plató de televisión) es realmente preciosa. El concierto es alucinante (qué piezas preciosas de piano se interpretan a lo largo del film, ya solo por eso merecería la pena verlo), la subasta te pone los pelos de punta y en el plató te mondas de risa.

Es la magia del cine. Una tarde que se prometía solitaria, medio aburrida y melancólica, se llenó de luz y alegría. Sales del cine con las pilas cargadas. Eso sí, voy a tener que buscar una casa de masajes para que me arregle la espalda que me ha quedado destrozada por la puta butaca.Pero, sin duda alguna, mereció la pena.

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