lunes, noviembre 13, 2006

Horas tristes

Ayer murió la madre de un compañero. Hace unos días la esposa de otro. Dentro de poco hará el aniversario de la desaparición excesivamente rápida de la esposa de otro compañero y muy amiga mía. ¡Hay que ver cómo se nos va complicando la vida a todos! En estos dos últimos años he perdido a más personas queridas que en toda mi vida anterior. La muerte que la veías antes como algo propio del futuro y, sobre todo, de otros, se te va colando dentro, como esa humedad gallega que te deja frío e indefenso. Nunca estás preparado para aceptarlo, ni siquiera cuando quien fallece es una persona mayor que ya ha cumplido su ciclo. Yo vivo angustiado pensando cuándo les pasará eso a mis padres. Pero debe ser aún más terrible cuando te llega de forma inesperada y traicionera y se lleva a prematuramente a alguien a quien necesitas. Eso le pasó a uno de mis amigos, en el mejor momento de su vida, cuando podían soñar en metas comunes para ellos mismos y para sus hijos. Pero llegó una enfermedad traicionera y se la llevó.

Y no hay nada que hacer. Cuando parece que sabes todas las respuestas , viene la vida (en este caso la muerte) y te cambia las preguntas. Y te quedas perdido, destrozado como esas imágenes de ciudades bombardeadas. Y a empezar de nuevo a construir nuevas respuestas.

En fin, todo esto para confesar que no sé que decir a mi amigo. Se me acaban las palabras. Tengo la impresión de que nada de lo que le diga va a suavizar un ápice el enorme dolor que debe estar sintiendo. Pero quizás para eso están los amigos, para hacerse presentes sin muchas pretensiones. No sé qué haré. Espero verle mañana y darle un abrazo.

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