jueves, noviembre 16, 2006

De aeropuerto en aeropuerto.

En una ocasión en que regresaba de Córdoba en el AVE y tomé un taxi en Madrid. El taxista (con esa curiosidad y desfachatez que tan bien combinan los taxistas madrileños) al enterarse de dónde venía y a dónde iba (yo seguía hacia Méjico, creo) me preguntó si era Willy Fog. Mis amigos se ríen y (más cultos ellos) me tildan de homo viator y se cachondean inmisericordes. Pero esa es mi vida. No sé si lo es porque la he escogido yo así o si, por el contrario, son mis circunstancias las que me tienen como puta por rastrojo
Por supuesto, no hay nadie de mi entorno que no haya hipotetizado el porqué de una vida tan movida. Desde los más crueles que aseguran que estoy huyendo de algo, hasta los más tocapelotas que aseguran que tengo varios líos de faldas por ahí (y lo dicen delante de mi mujer, claro). Los más amables señalan que mi problema es que no sé decir que NO y así me voy liando la manta a la cabeza hasta que me encuentro sin posibilidad de atender a los compromisos asumidos por duplicado. Los hay también, al final me muevo entre psicólogos, que creen que mi problema es que tengo una fuerte dependencia narcisista. Que la vida cotidiana no satisface lo suficiente mi ego y que preciso salir y experimentar el éxito en diversos contextos para sobrevivir. Vamos, que los aplausos y las felicitaciones me ponen.
Es probable que todos tengan un poco de razón (menos los de los líos de faldas, por supuesto, por favor, soy un caballero). Lo que sí tengo que reconocer es que las salidas y los viajes tienen su aquel terapeútico. Consigo olvidarme del cúmulo de cosas que dejo en el despacho y por unos pocos días hasta respiro. Lo malo viene al regresar porque, claro, nadie ha hecho lo que tenía pendiente y allí está todo acumulado. Y eso que mis colaboradores, pobrecillos, andan con taquicardias para poder resolver los desaguisados que les dejo pendientes.
En esto de los viajes me pasa como a los gallegos con el tiempo. Siempre estamos quejándonos de que llueve mucho (ahora ni tanto) pero en cuanto tenemos 4 días seguidos de sol añoramos como locos un poco de lluvia. Algo así me pasa con los viajes. Me agotan y, si por mí fuera, renunciaría al final a la mayor parte de ellos. Pero en cuanto paso un tiempo sin viajar también los hecho de menos. Debo tener adición a los puntos de Iberia Plus. Seguro que es eso.

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