miércoles, noviembre 22, 2006

El teatro y la educación

Han venido a ofrecernos participar en un master sobre Pedagogía teatral. Para una Facultad de Educación como la nuestra es un reto interesantísimo. Siempre he pensado que el teatro forma parte de la formación que deberían recibir todos los que vayan a dedicarse a la educación, en cualquiera de sus ámbitos. Nuestro trabajo es demasiado estresante, te exige una implicación personal fuerte. Salvo que tengas capacidad para salir de tí mismo y verte como un personaje que actúa, lo pasas fatal.
Hace algunos años se pusieron de moda los cursillos de psicomotricidad relacional y los grupos de encuentro. Participé en bastantes de ellos e, incluso llegué a dirigir algunos. Allí tenías la oportunidad de enfrentarte a situaciones que ponían en juego tus características personales. Tan acostumbrados a resolver las cosas con la cabeza, nos cuesta expresar y gestionar sentimientos y emociones. Yo creo que me vino muy bien. No es que vaya a cambiar tu carácter (sigo siendo igual de introvertido y zulú) pero te hace más sensible a las demandas de los otros y mejor conocedor de tus propios puntos fuertes y débiles en lo personal.
Y resulta muy interesante en nuestro campo porque la educación se basa mucho en las relaciones y en los afectos. Y, a veces, lo olvidamos. No es sólo la relación entre alquien que sabe con otros que ignoran, o de alguien inteligente (o que se cre inteligente) con alguien a quien creemos torpe o poco motivado. Al final, es la relación entre personas. Entre adultos y jóvenes, cada uno de ellos viviendo su propio personaje, algunas veces de forma bastante rígida. Por eso aparecen tantos conflictos. Yo creo que el teatro nos ayudaría mucho a expresar emociones, aunque fuera poniéndolas en otros personajes, jugando a intercambiar roles.

Y el teatro sería, también, estupendo para nuestros alumnos. Todas las escuelas deberían tener su grupo de teatro como muchas ya tienen su grupo de música o de deportes. También ellos necesitan manejar su personaje, elaborarlo, imaginarlo de forma distinta, representarlo como si fuera alguien distinto a ellos mismos. Ahora que hablamos tanto de violencia escolar y que nos manifestamos en solidaridad con los colegas agredidos, sería bueno recordar los trabajos de Redl y Wineman con niños que "odiaban la escuela". Ellos utilizaban mucho el teatro porque a través de él podían mejorar mucho su nivel de empatía. Los agresores podían actuar de agredidos y éstos de agresores y cada uno podía percibir y sentir las vivencias del otro y llegar a ajustar las propias.
Me encantaría que el proyecto saliera bien y que dentro de unos años, los futuros profesores tuvieran en su mano una nueva herramienta educativa. Y que todas las escuelas fueran generando sus grupos de teatro como magnífico recurso formativo.

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