miércoles, agosto 03, 2011

UN DÍA GRANDE

A veces lo que te deja lleno es algo que llega de forma inesperada. La sorpresa es parte del descubrimiento y también del goce. Hoy no ha sido día de sorpresas. O quizás sí, no sé. Pero ha sido un día de constante gozo. Intelectual, turístico, estético. Incluso afectivo.
Por la mañana, nos hemos ido en helicóptero al Cañón del Colorado. Uno ya ha oído y visto muchas cosas sobre el cañón pero, claro, sobrevolarlo en helicóptero es una experiencia inolvidable. Y eso que como somos muchos, íbamos como anchoas en lata. Y a unos 35 grados de temperatura. Entre la humanidad (que aunque sea fraterna, sigue siendo humanidad y espacio ocupado) y el calor era como transitar en microondas. Para más complicación, a los flaquitos los pusieron delante y a los macizos detrás. Para contrabalancear el equilibrio, dijo el piloto, que no admitió protestas. Así que nos armamos de paciencia y buen humor y eso hizo que los sudores se hicieran menos contagiosos.
Sobrevolamos Las Vegas y partimos hasta el Gran Cañón que está a unos 150 kms. En el vecino estado de Arizona. El paisaje hasta allí es un puro desierto que rodea a una gran presa-lago que forma el río Colorado. No hay mucho que ver en esa parte inicial, aunque se pasa por varios cráteres de volcanes inactivos. Pero en cuanto entras en el Cañón aquello es una maravilla. La forma en que están cortados los acantilados, las vetas de diversos tipos de minerales que quedan a la vista, la profundidad y verticalidad de la V que configura el seno del río. Es una naturaleza tan viva, tan rotunda, tan intensa en sus tonalidades ocres que maravilla. Y eso que nuestro piloto era bastante conservador y nos llevaba por la mitad del vano. Pero nosotros veíamos otros helicópteros que iban mucho más bajos o mucho más cerca de las paredes. Bueno, ahora contándolo quizás hubiéramos preferido un poco más de emoción, pero en aquel momento no nos quejamos nada, sobre todo Iñaki que guardaba un silencio respetuoso, más que nada para que no se oyera el castañear de sus dientes.
En todo caso, fue precioso el viaje y Ramón pudo cumplir su sueño de este viaje y admirar de cerca esa quinta maravilla de la naturaleza.
El resto de la mañana fueron más hoteles y un nuevo asombro a cada uno de ellos por su estética, su ingenio, su amplitud. Quedamos asombrados con el Luxor, una auténtica pirámide egipcia que vista desde su interior nadie diría que es un hotel, pues parece simplemente la maqueta vacía de una pirámide. Pero no, veíamos moverse gente por los diversos niveles de la estructura. Y es que eran los pasillos y cuando ya nos acercamos más, pudimos comprobar que, efectivamente, allí estaban las habitaciones. Y así, uno tras otro fuimos pasando por media docena de hoteles hasta llegar al nuestro.
La comida fue magnífica en el restaurante español del hotel (tiene tres diamantes que debe ser algo como tres estrellas Michelin en Europa). Tan animados debió vernos el gerente y chef que se vino a nuestra mesa a compartir con compatriotas. Discutimos de vinos y nos fue informando sobre la magnitud de todos los aspectos en los que se mueven este tipo de hoteles. Nos contó que trabajan 8000 personas en el hotel en el que estamos. Que tiene 15 restaurantes. Que ha habido personas que han perdido en una noche 14 millones de euro en el casino del hotel. Que tienen botellas de vino de 3000 dólares. Que el pescado que emplean está tan controlado que todos llegan con un chip en la boca con su historial. Mis hermanos decían que no merecía la pena tomar nota porque total nadie se lo iba a creer cuando lo contaran. Y entre unas cosas y otras nos papamos un par de botellas de Aalto (un vino extraordinario) y una serie de viandas exquisitas. ¡Total, una pasta! Menos mal que nuestro líder en esta epopeya no pone pegas a estos excesos sino, nos pasamos lavando platos hasta Navidad.
Pero lo mejor de lo mejor vino por la tarde. Reconozco en que eso no soy neutral, pero es que el espectáculo Ká del Cirque du Soleil es algo fuera de todo baremo. Extraordinario, perfecto, inimaginable. Así era todo, desde el espacio en el que se llevaba a cabo, hasta la construcción del escenario, la música, el espectáculo. Inmejorable. Es ya el tercer espectáculo que les veo (antes fueron “O” y “Corteo”) pero ninguno de los anteriores tiene nada que ver con esto. Ka es una obra de ingeniería sofisticadísima puesta al servicio de la imaginación de unos artistas. Me ha recodado a los montaje de la Fura dels Baus, pero claro elevado a la enésima potencia y perfección. Escenarios en constante movimiento, haciendo figuras inverosímiles (un barco en una tempestad, un muro de una altura de 25 metros, una playa llena de arena real, unas columnas inmensas que se van desplazando por el escenario, una cortina que se convierte en agua a través de la cual los artistas bucean hasta el fondo del mar, y así número tras número). Una cosa así sólo puede hacerse en Las Vegas, obviamente. Increíble. Imposible de contar. Es un espectáculo absolutamente multisensorial. Hay fuego real en el escenario (cada vez que salía un fogonazo llegaba el rebufo de calor intenso hasta nuestros asientos), hay varias toneladas de arena, hay fuegos artificiales reales. ¡Una pasada! Y los artistas están al nivel de siempre en este circo. Hacen cosas que parecen imposibles, sobre todo en un par de números: uno en una ruedas que giran y los acróbatas van rodeando la rueda que va rapidísima y a una enorme altura; otro una pareja de atletas equilibristas que hacen acrobacias fantásticas con cintas elásticas. Bueno, no tengo palabras. Todo está saliendo muy bien, pero el haber podido disfrutar de Ká, merece por sí solo, un viaje a Las Vegas.

2 comentarios:

Cardioenterólogo dijo...

Parece que todo va bien.
Un saludo a todos y no descuidéis la salud.

Anónimo dijo...

Hola tío, soy Oihane. Estamos leyendo tu blog y nos estamos muriendo de la envidia. Espero que disfruteis mucho de la experiencia y sigue esbribiendo para que estemos al día de vuestras aventuras, ya sabes que mi aita es hombre de pocas palabras y no nos contará muchas cosas. Dile que todos le echamos de menos y que el huerto está muy bien cuidado. Un beso para todos.
PD: Dile a mi aita que no se olvide de nuestros regalos!