lunes, agosto 08, 2011

CUBA: primeras impresiones.


Aunque esta crónica tendrá que esperar enlatada unos cuantos días, merece la pena ir recogiendo las primeras impresiones para que el viaje sorpresa a Cuba deje tras de sí algo más que emociones desordenadas y una sobredosis de cansancio.
No sé si ya lo he contado o no (mi disco duro está ya sobrecargado y uno no alcanza a distinguir con claridad la secuencia de los acontecimientos pero si empezamos por el principio hay que decir que el viaje Las Vegas-La Habana estuvo cargado de nocturnidad y mucho sueño. Sobre todo Iñaki, que me pidió una pastilla para dormir y le tuvo amodorrado durante todo el día. Así y todo llegamos a La Habana contentos porque la vista desde el avión era hermosa, aunque ya, listos como son, mis hermanos sacaron la conclusión de que la pobreza era aún mayor de la que ellos suponían: no circulaban coches, había mucha vegetación pero pocos cultivos, no se veían fábricas ni zonas industriales. Vamos, malos presagios. Pero el paisaje era precioso, como lo suele ser en las islas con esa mezcla multicolor de agua, tierra y cielo. Además, de vez en cuando aparecían en el mar unos círculos azulados con agua cristalina que no parecían islas, aunque podrían ser cayos de escasa profundidad. Pero constituían como pequeños oasis en el mar. Preciosos.
La entrada en Cuba, tras las instrucciones de Rafa, la hicimos como buenos chicos. Y eso que se notaba un ambiente raro, con mucho policía de paisano rondando por allí y examinando a cuantos íbamos desembarcando. La tomaron con Iñaki, el pobre. Debió ser porque tras una noche loca de viaje iba todo desmelenado. Le hicieron un tercer grado que superó con notable éxito. Él dice que haciéndose el tonto, pero yo que lo miraba preocupado, vi que iba respondiendo con soltura a las preguntas tópicas del poli: de dónde viene, qué piensa hacer, cuánto dinero trae, dónde se alojará. Y las mismas preguntas varias veces, por si le cogían en un renuncio. Pero no, allí se puso con los demás en la fila y nos preparamos para un nuevo interrogatorio. La policía cubana de inmigración se ha contagiado de americana y hacen lo mismo que ellos: te fotografían la pupila, te miran y remiran desde todos los ángulos. Pero como somos buenos chicos (aunque así, todos juntos podemos parecer una banda) fuimos superando los obstáculos y al poco nos vimos ya en la furgoneta camino de los apartamentos.
El viaje del aeropuerto a la ciudad no hizo sino confirmar los malos augurios que los nuevos en este viaje se habían hecho desde la perspectiva aérea. Paramos de camino porque Rafa precisaba cambiar dinero para tener la moneda nacional, los CUC (están ahora, más o menos a la par del dólar). Era espectacular el banco, un espacio enorme con muchas ventanillas pero poca gente ocupándolas. Muchos esperando, aunque aquí no hay número, tú pides la vez, te fijas cuál es la persona que va antes que tú y esperas tu turno fijándote cuándo va ella. Hay sillones para que te sientes mientras esperas, pero eran sofás de hace 50 años con aquel cuero negro y duro que estaba rasgado por todas partes mostrando sus interiores de goma espuma.
Dejamos las maletas y nos fuimos a comer a un club cercano a la playa, en Miramar. Una comida excelente aunque a mí me sentó como un tiro. Uno ya no tiene edad para tanto trajín. Como los apartamentos donde nos alojamos tenían piscina, pensamos que para primer día no estaría mal tomarse unos tragitos al pie de la piscina. La pega era que nos faltaba hielo. Y comenzó la excursión en su búsqueda y captura. ¡Chico, taba malo de encontrar! Fue una danza de casi una hora, de restaurante en restaurante (y eso que íbamos a los que, según nuestro chofer-guía-facilitador, era “casi seguro” que lo tenían). Pues no, o no funcionaba la máquina, o la tenían en mantenimiento, o tenían lo justo para ellos. Siempre pasaba algo. Milagrosamente, al final lo conseguimos. Y eso nos permitió celebrar una pequeña fiesta fraterna de bienvenida a pie de piscina. Julen y Ánder pusieron la música y lo pasamos estupendamente. Confraternizando, que no es poco después de medio viaje juntos. Y al menos ese día, dormimos bien y relajados.

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