martes, agosto 02, 2011

Otro mundo



Quizás sea ése el resumen más exacto que se pueda hacer del primer día en Las Vegas. Esto es otro mundo. Otra cosa. No importa lo que hayas viajado, ni las experiencias que hayas tenido. Esto es difícil relacionarlo con nada. Con nada que yo conozca, desde luego no.
Es otro mundo desde muchos puntos de vista. Algo así como una realidad poliédrica, con unas caras que fascinan y otras que, cuando lo piensas, duelen. Este es el mundo del lujo, de la demasía, del derroche. Los espacios son muy amplios, las luces desbordantes y polifónicas, las tiendas parecen sacadas de un álbum de lo mejor del mundo, las fachadas de los hoteles como cromos de imágenes hechas a través del tratamiento de imagen, los halles de los hoteles de ir abriendo a cada paso la boca y maravillándote.
En los edificios y en la ornamentación todo es verdad, pero a la vez, todo es mentira. Hay una torre Eiffel, están los canales de Venecia (en un tercer piso, para mayor pasmo con góndolas reales y gondoleros que llevan gente y cantan) con el puente de Rialto y la plaza de San Marcos incluidos, está la Fontana de Trevi y el pasadizo dei Uffici. Quisieron hacer una representación de elementos clásicos del mundo europeo y emplearon en ello miles de millones de dólares. El resultado es pasmoso, aunque buena parte de ello sea cartón piedra. Técnicamente es una auténtica maravilla, algo casi inimaginable. Los arquitectos y decoradores deben ir de orgasmos en orgasmo. Una maravilla que merece la pena verse.
El otro mundo es el mundo del juego. Resulta inimaginable contar cuántas miles y miles de mesas de juego te vas cruzando en los bajos de los hoteles. No sé si son hoteles con casinos o casinos con habitaciones. Acostumbrado como está uno a vivir parte de su vida en hoteles serios. De esos con un hall de dimensiones pequeñas y que está controlado con facilidad desde la recepción, te encuentras aquí que entras por la puerta del hotel y te ves en medio de un mundo espectacular e inabarcable. Miles de máquinas de juego, cientos de mesas con sus crupieres (a veces 4 ó 5 en cada mesa) y la gente que juega. Y así en cada hotel, cada uno de ellos con una decoración diversa y exquisita, llena de detalles. Y entre hotel y hotel, los shopping con las mejores marcas del mundo en todo su esplendor. Ni en la quinta avenida de N.Y. hay un despliegue tan espectacular y masivo de marcas y mercancías: desde Tíffany’s a todas las marcas de ropa, de calzado, de joyas. Da escalofrío moverse en ese ambiente de lujo.
Y esa es la otra vertiente que mientras paseas no puedes dejar de olvidar. Está claro que hay muchos mundos. Mundos irreconciliables. En este contexto de crisis en el que estamos, con tanta gente a punto de morir de hambre o en situación de pobreza extrema, moverte en este ambiente no puede dejar de provocarte reflexiones y dudas. La cosa es que no te mueves tú solo. Aquí hay millones de personas. Nos comentaba el taxista que desde hace varios años, Las Vegas ha superado a Roma en nº de turistas y ahora mismo es el primer lugar del mundo en turismo. Visto lo visto, me lo creo. Hay mucho rico, ya se ve. O mucho curioso. Mucha vida fácil. Da qué pensar.
Y por lo que se refiere a nuestra panda, por aquí andamos. Hoy ha sido el día de asombrarse paseando de hotel en hotel y de Gran Almacén en gran almacén. Fascinados, hemos andado toda la mañana. Con un calor tan intenso en la calle que era una delicia caminar por dentro con todo refrigerado. Nos hemos levantado tarde y nos ha costado ponernos en marcha. Mover al grupo es como movilizar a un ejército. Los ritmos son bastante particulares y cuesta ponernos en marcha. Y, más aún, controlar el avance de la tropa. Rafa pretende hacer de “buen pastor” y coloca a sus hijos de perros pastores: uno por delante y otro por detrás para que ninguna oveja (o cabrito) se despiste. Y así, a los poquitos vamos avanzando. Las tiendas nos tientas poco (y mejor así, a la vista de los precios) y el juego, por ahora, es una tentación sólo venial. Más curiosidad que pecado. Ramón es el que más ganas tiene de meterse en el ajo y a Iñaki le apetece probar. Santi mira, de momento. Y yo, que tengo bastante alergia a la cosa del juego y a ese manejo fácil de algo que cuesta tanto ganar, no siento ni atracción. Así que no jugar no tiene mérito alguno. Y tampoco Rafa parece especialmente interesado. Pero ya veremos, porque aún estamos comenzando y esto puede cambiar.
Por lo demás hoy ha sido día de adaptación. A ver si no se nos desmadra nuestro organismo con tanto cambio (hora, temperatura, comida, ambiente). Esta noche disfrutaremos de una buena cena. Ya nos ha advertido Rafa que hay que ponerse elegantes. Así que disfrutaremos de uno de los vicios en los que, enseguida, nos ponemos de acuerdo.
Y mañana más. Helicóptero incluido hasta el cañón del Colorado según me han hecho saber fuentes bien informadas. Una pasada.

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