De todos los acontecimientos que hemos vivido en este fin de semana electoral en España, lo que más me ha impresionado es ese “¡Hijos de puta!” que desde el fondo de su angustia gritó Sandra, la hija de Isaías Carrasco, el exconcejal del PSOE asesinado por ETA el viernes. Solo tengo que deciros que sois unos hijos de puta, acabó su mensaje. Ya tuvo que echarle huevos para poder hablar en aquellas circunstancias (¡tiene 20 años, por Dios!) y cada nueva palabra era como una bocanada de emociones que salían del volcán de su pecho absolutamente incandescente. Entre lágrimas, pero aún entera, pudo ir diciendo que quería a su padre, que había sido un buen hombre, que estaba orgullosa de él. Nos pidió a todos que le rindiéramos el homenaje de ir a votar y que no se manipulara el dolor de la familia. Y al final, ese grito de guerra salido del infierno personal al que le habían arrojado cinco tiros asesinos. Solo tengo que deciros que sois unos hijos de puta.
Pobre cría. 20 años que estaba viviendo en libertad y entre piercings, como todas sus amigas. Y se le fue media vida. Así de golpe. Otros señalaron que su padre debía ser una víctima y a ella le tocará llevar la cruz, Ya ha comenzado a asumir su nuevo papel teniendo que hablar en público en nombre de su madre y sus dos hermanos (el pequeño de sólo 4 años).
La muerte no es fácil de entender nunca. Rompe todas tus seguridades. Te sume en una profunda angustia. Pero cuando llega así, intencional, asesina, planificada, aún debe ser más difícil de aceptar. ¡Qué terribles sentimientos de odio debe crear una situación de esas! Supongo que lo que más desearías es llevarte por delante a quien lo ha hecho, a quienes lo han apoyado, a quienes están por detrás de esas cosas. Algunos de ellos vecinos de ella, seguramente. Terrible sensación de odio que debe costar lo infinito abortar dentro de uno.
Y si esa situación es estremecedora en el mundo personal de esa chiquilla, no lo es menos lo que está sucediendo en el conjunto de la sociedad vasca. Me dejó impresionado la respuesta que una señora mayor que volvía de la compra dio a la periodista que le preguntaba por el atentado. “Una desgracia, decía ella, una desgracia. Además era un chico que no se metía en nada”… No se metía en nada. Ella no entendía su muerte porque no lo vinculaba a ninguna actividad relevante (cobraba el peaje en la autopista). Pero habría podido entenderla en caso de que siguiera siendo concejal, o empresario, o maestro, o un vivalavirgen. Es decir, ha ido calando la idea de que si ETA mata a alguien por algo será. Algo habrá hecho, se decía ante los asesinatos en mis tiempos de estudiante. Y esa cultura terrible se ha ido asentando en los espíritus de la gente hasta hacerse inconsciente. Pero es terrible. Es el terrorismo subyacente, el que acaba habitando en la gente normal, el que introduce dudas sobre la honorabilidad del muerto y lo hace, al muerto, responsable de su propia muerte. Algo habrá hecho…
Pobre cría. 20 años que estaba viviendo en libertad y entre piercings, como todas sus amigas. Y se le fue media vida. Así de golpe. Otros señalaron que su padre debía ser una víctima y a ella le tocará llevar la cruz, Ya ha comenzado a asumir su nuevo papel teniendo que hablar en público en nombre de su madre y sus dos hermanos (el pequeño de sólo 4 años).
La muerte no es fácil de entender nunca. Rompe todas tus seguridades. Te sume en una profunda angustia. Pero cuando llega así, intencional, asesina, planificada, aún debe ser más difícil de aceptar. ¡Qué terribles sentimientos de odio debe crear una situación de esas! Supongo que lo que más desearías es llevarte por delante a quien lo ha hecho, a quienes lo han apoyado, a quienes están por detrás de esas cosas. Algunos de ellos vecinos de ella, seguramente. Terrible sensación de odio que debe costar lo infinito abortar dentro de uno.
Y si esa situación es estremecedora en el mundo personal de esa chiquilla, no lo es menos lo que está sucediendo en el conjunto de la sociedad vasca. Me dejó impresionado la respuesta que una señora mayor que volvía de la compra dio a la periodista que le preguntaba por el atentado. “Una desgracia, decía ella, una desgracia. Además era un chico que no se metía en nada”… No se metía en nada. Ella no entendía su muerte porque no lo vinculaba a ninguna actividad relevante (cobraba el peaje en la autopista). Pero habría podido entenderla en caso de que siguiera siendo concejal, o empresario, o maestro, o un vivalavirgen. Es decir, ha ido calando la idea de que si ETA mata a alguien por algo será. Algo habrá hecho, se decía ante los asesinatos en mis tiempos de estudiante. Y esa cultura terrible se ha ido asentando en los espíritus de la gente hasta hacerse inconsciente. Pero es terrible. Es el terrorismo subyacente, el que acaba habitando en la gente normal, el que introduce dudas sobre la honorabilidad del muerto y lo hace, al muerto, responsable de su propia muerte. Algo habrá hecho…
4 comentarios:
la muerte, eta, son conceptos que nos acechan en nuestro día a día
eta non mata a alguien por algo en concreto, sino que mata por gusto, por matar, no tiene sentimientos, ni corazon, ni razón de ser, no se imagina el dolor que siente la gente que pierde a un ser querido, el hueco que les queda vacío, la rabia e impotencia que sienten por no poder hacer nada, y el resto de la sociedad con ellos sentimos la misma impotencia.
se acaba algún día? no lo se, pero espero que sea antes de que cualquier día nos la encontremos a la vuelta de la esquina.
Es cierto, estoy de acuerdo con eso.Pero a la angustia de la muerte del ser querido (o del conocido, o de simplemente alguien al que le tocó), aún se añade esa otra angustia de tener que pensar en lo que pensará la gente (alguna gente). Las dictaduras hacen también eso, no solo te detienen, apresan o matan. Además destruyen tu imagen (¡algo habrá hecho!). Y algunos se lo creen.
unha carallada
Un sinsentido
Publicar un comentario