El viaje de regreso estuvo bien. Amman nos despidió con un amanecer precioso. Nuevamente la Agencia nos facilitó mucho los trámites del aeropuerto. El tiempo en el aeropuerto es como una carrera de obstáculos, tienes que ir superándolos uno a uno, casi siempre haciendo largas colas y viviendo esa incertidumbre de no saber si todo saldrá bien: facturación en la aerolínea, filtro de pasaportes, filtro de seguridad, fila para embarcar…y entre medias, mucha espera. Pero todo salió bien: embarcamos en hora, pudimos sentarnos juntos, salimos con poco retraso y el capitán nos prometió que el vuelo sería placentero. Y lo fue. Varios piscolabis, la comida con vino, la siesta de rigor, los crucigramas, la lectura y en nada, Madrid. Y en Madrid, nuevamente aeropuerto: pasaportes, trenecillo, recogida demoradísima de maletas, despedida cordial de los compañeros y compañeras de excursión, agobio al comprobar que nuestra maleta no salía, correrías por la terminal para presentar la reclamación por su pérdida y, al final, metro a Plaza de Castilla para degustar unas cervezas cristianas y unos montaditos de despedida.
A nosotros aún nos quedaba el tren de Madrid a Santiago de Compostela: tres horas y media (más los 20 minutos de retraso en la salida). Pero habíamos comprado un billete superior que nos permitiera poder suspender el viaje, así que viajamos en el vagón de confort y con la cena incluida. Un exceso, desde luego, dado todo lo que habíamos comido en el viaje y en Madrid. Pero estaba rica y, al menos a mí, me sentó estupendamente (con su botellín de vino, por supuesto). Llegamos a Santiago a las 11 de la noche: nos habíamos levantado en Amman a las 5:30 de la mañana, las 3:30 de España y llegamos a casa a las 11:30 de la noche (20 horas de viaje). ¡Queda lejos Jordania!
Y ahora, pasado ya todo, ¿qué posos quedan en el recuerdo? Por no alargar ya más esta historia interminable, mencionaré tan solo tres cosas: el guía, el grupo, el país.
Con respecto al guía, nuestro Habibi, hemos tenido mucha suerte. El tipo es un crac que se sabe al dedillo los testamentos (sobre todo el antiguo) y podría dirigir una revista del corazón sobre las andanzas, amoríos y parentescos de todos los personajes bíblicos. Una memoria fantástica. Y buen humor que es una cualidad básica de todo guía. Se pasa un poco en su catequesis diaria y en su pretensión de suponer que todos compartimos ideas y creencias sea sobre religión, sobre política, sobre relaciones o sobre cualquier cosa. Pero ha sido muy atento y respetuoso con todos. Guardaremos, yo al menos, muy buen recuerdo de él.
Los grupos son siempre una incógnita en los viajes organizados, nunca sabes con quien van a compartir una experiencia tan intensa y larga. No es improbable que surjan conflictos, o que se generen subgrupos cerrados que balcanicen el colectivo, o que se produzcan liderazgos tóxicos. En fin, que somos gentes venidas de muy diferentes contextos y cada uno es cada uno. Pero, aunque en el grupo había subgrupos estables, eso no ha contaminado las relaciones y por lo general hemos funcionado muy bien. Las relaciones han sido cordiales, cada uno ha podido seguir su ritmo y se ha notado que, a medida que pasaban los días, el conocimiento mutuo se iba reforzando y también el aprecio y la solidaridad. Fue una pena que no hubiéramos tenido un momento inicial de encuentro y presentación de quienes íbamos a pasar tantos días juntos. Nos hubiera ayudado a conocernos mejor. Mi impresión es que había mucha gente muy interesante en el grupo que me hubiera gustado conocerla mejor. Y la despedida en Madrid fue uno de los momentos más emotivos de todo el viaje.
Y qué decir de Jordania. Pues que, aunque la gente se hace cruces de que nos hayamos atrevido a viajar allí tal como están las cosas con Israel, la verdad es que en ningún momento hemos tenido la menor sensación de peligro. Jordania me ha parecido un país lleno de historia y con un gran futuro por recorrer. Un país muy variado, aunque siempre sobre el marco general de lo desértico y ocre. Socialmente, es un país solidario y empático que ha ido integrando en su seno a sucesivas inmigraciones tanto de palestinos como de gentes provenientes de otros países.De hecho pudimos ver un gran poblado ya construido en previsión de las futuras olas de desplazamientos desde Cisjordania. Por otro lado, tratan muy bien a los turistas, de los que en parte depende su economía, y como país tiene muchas cosas que mostrar. Ha sido una bonita experiencia y me ha gustado mucho visitar Jordania. Era algo que teníamos pendiente desde hace muchos años y finalmente hemos podido llevar a cabo.
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