viernes, noviembre 08, 2024

JORDANIA (4): Desierto de Wadi Rum.

 

Como cada día, madrugón a las seis y poco de la mañana, desayuno tranquilo (aunque cada día aparecen en el hotel grupos de turistas de diversas procedencias) y todos a punto para iniciar el día a las ocho de la mañana. Es muy de agradecer que en este grupo todo el mundo es bastante puntual y no hay que esperar a que lleguen los retrasados. Hoy, además, debíamos partir con las maletas pues por la tarde regresaríamos a Amman.

Hoy toca visitar el desierto de Wadi Rum en camionetas pick up y suena muy interesante.

La primera parada la hacemos saliendo de Petra en un mirador que nos permite ver Petra desde lo alto y distinguir una buena parte del recorrido que ayer hicimos a pie. Llegamos pronto a los paisajes desérticos (en realidad, la propia Petra está en un desierto) que nos van asombrando sobre todo por sus montañas que son espectaculares. Parecen conformadas por estalactitas y estalagmitas generadas por el agua, como si las rocas se fueran derritiendo y generando chorretes calizos. Preciosas montañas, en verdad.

 Llegamos a Wadi Rum y nos distribuimos en 6 camionetas Toyota, algunas, por ejemplo la nuestra, bastante antiguas y descacharradas, pero con ellas nos fuimos adentrando en un paraje desértico pero montañoso. Configurábamos una curiosa caravana de camionetas rodando sobre la arena del desierto. Los choferes, muy jóvenes algunos de ellos, casi críos, se iban retando, acelerando y adelantándose.

Paramos en una duna cuya cumbre ofrecía un mirador estupendo. Y comenzamos a subirla con no poco sufrimiento. La cuesta era empinada y los pies se te hundían en la arena. Era muy difícil avanzar, pero poco a poco fuimos llegando a la cumbre y disfrutando la vista desde el mirador. Fue una estupenda muestra del coraje colectivo del grupo. Incluso llegó a la cima la compañera que caminaba con dos bastones. No sé qué diablos hizo, pero le echó coraje y lo logró. La bajada ya fue fácil, los pies resbalaban, pero en este caso a favor.

Paramos, también, en un montículo donde aparecían las primeras muestras rupestres de Wadi Rum, aunque entre mezcladas con pinturas y mensajes irreverentes de turistas que iban dejando sus huellas y contaminando el valor de los signos originarios. 


 

Desde allí algunos compañeros montaron en dromedarios para hacer un pequeño recorrido en su grupa. Los recogimos un poco más adelante para ir juntos a visitar una jaima beduina donde nos mostraron algunos productos de la zona y algunas costumbres beduinas. Tomamos un te, descansamos un poco y partimos hacia el desfiladero donde se filmó la película de Lawrence de Arabia.

Y de allí al restaurante que estaba ubicado en zona desértica. Durante todo el recorrido fuimos pasando por hoteles instalados en el desierto. Hoteles tipo resort conformados por burbujas o bungalobs que según nuestro Habibi eran carísimos pero muy relajantes porque permitían vivir el desierto en toda su intensidad, pero sin perder el lujo y bienestar.

La comida estuvo muy bien,  aunque después de tantos días de buffet, ya todo nos va pareciendo un poco igual. Quizás por el esfuerzo en subir la duna, o por el bamboleo intenso en la camioneta, yo me sentí mareado al sentarme en la comida y comencé a verlo todo borroso y temí caer al suelo, pero duró poco y yo todo volvió a su estado natural. El comedor estaba enclavado en un entorno dispuesto como parada para caravanas (en este caso, grupos de turistas) con diversas jaimas para reuniones o actividades diversas.  Estaba todo muy bien arreglado y cómodo.

 El autobús nos esperaba en el restaurante.  Así que tras una corta sobremesa nos subimos al transporte y pusimos rumbo a Amman que estaba a 400 Kms. de Wadi Rum. El viaje se hizo largo, pero nos permitió una pequeña siesta reparadora, y unas risas con Habibi. Luego de nuevo al hotel, nuevo reparto de habitaciones, cena y a la piltra para estar mañana listos de nuevo a las 8 de la mañana.

IMPRESIÓN DEL DÍA

Sentir y vivir (así, en dosis mínimas) el desierto no es novedoso para mí: he estado en Sonora (México), en Atacama (Chile), en el Sahara (Marruecos). Pero lo que me ha parecido más impresionante de este viaje han sido las montañas de Wadi Rum, esas montañas roídas por la combinación de agua-frío—arena. Hermosa perspectiva, hermosas montañas.

También me ha impresionado la subida al mirador de la duna.  El  esfuerzo que exigía, la forma en que cada uno de nosotros/as lo iba afrontando, la sensación de éxito personal que suponía el llegar a la cima y recibir el premio de aquellas preciosas vistas. Me admiró ver a nuestra compañera de los dos bastones el empeño que puso en superar el reto y su alegría al conseguirlo. Toda una lección de resiliencia.

 

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