Llegamos ya al final del Ciclo Cineuropa 2024, que concluirá mañana. Han sido dos semanas intensas de cine con películas buenas y menos buenas (bueno, en principio todas deben ser buenas, que por algo las han seleccionado, pero el caso es que te gusten o no te gusten). Uno nunca sabe si acertará en su elección de las que va a ver. Y te contentas con que, al menos, la mitad de las que escojas te gusten bastante y merezcan la pena.
ARMAND es una película noruega de este mismo año. Está dirigida por Halfdan Ullmann, un jovencísimo director (nació en 1990), nieto de Liv Ullmann e Ingman Bergman. Armand es su primer largometraje del que es, también, el guionista. Y, la verdad, comienza con buen pie: fue premio a la mejor opera prima en Cannes, y nominada a la mejor película en el festival de Valladolid. Ha sido seleccionada, también, para optar a la mejor película extranjera en los Oscar de 2025. Y como escribo esta reseña un día después de haberla visto, la prensa de hoy incluía la noticia de que ha sido la ganadora de este ciclo de Cineuropa 2024. Así que ha gustado también aquí en Santiago. Yo la valoré con un 9.
Armand cuenta con dos actrices interesantes, Renate Reinsve (que ya vimos protagonizar “La peor persona del mundo”, ya comentada en este blog) y Ellen Dorrit que cumplen muy bien con sus papeles dramáticos. Ellas son las madres de los dos niños implicados. La fotografía, aunque se desarrolla en su mayor parte en interiores es buena, con interesantes primeros planos de los personajes. La música también juega un papel importante para marcar el ritmo emocional de la historia, sobre todo en momentos en los que se intenta refleja sentimientos o sensaciones intensas de los personajes que el director transforma bien en baile, bien en una danza de acoso y abuso personal realmente impresionante.
La historia trata de contarnos el desarrollo en forma de bola de nieve de un problema de acoso sexual entre niños. Todo parte de un hecho inquietante que comienza por poca cosa, pero puede llevar a situaciones impredecibles. El punto de partida es la queja de unos padres de que su hijo de 6 años ha sido abusado por otro niño, amigo suyo, también de 6 años. La queja, planteada a la dirección del colegio, es el origen de un complejo protocolo de entrevistas, intentos de buscar soluciones aceptables, careos entre las familias, expansión de la noticia y reacciones de otros profesores y padres. Los niños nunca aparecen, así que el protagonismo corresponde a la noticia, a su origen, a su verosimilitud, a las reacciones que provoca, a la evolución que el propio caso y sus matices va teniendo a lo largo del film; a la forma en que se aborda, analiza y valora; a la forma en que el presunto abuso va descubriendo asuntos relacionados con la vida personal y familiar de los implicados, etc. Y, finalmente, la conclusión, un tanto artificial y decepcionante para mi gusto, a la que se llega. Quizás ahí es donde más se nota la dificultad del director novato para concluir la historia de un modo menos ficticio e incoherente. Eso y algunas cosas innecesarias que aparecen como apéndices del tema central y solo sirven para alargar el film (dos horas, otra vez).
En definitiva, Ullmann que, a lo que cuentan, ya había sido profesor antes de hacer la película, trata de hacer un largo recorrido por las flaquezas humanas. Una constatación de cómo la verdad es siempre muy relativa y querámoslo o no, se convierte en una postverdad reconstruida a la medida de nuestras propias incertidumbres.
Me ha encantado la moraleja del film: si vemos las cosas de lejos no acabamos de entender lo que pasa y todo nos parece un problema, pero si nos acercamos mucho las cosas acaban mostrando tantos matices y debilidades que, de igual manera, acabamos viéndolo como un problema. Es necesario mirar, pero sin mirar demasiado, dejarlo todo a una distancia media que permita ver, pero sin entrar en demasiados detalles. Solo desde esa perspectiva es como podemos sentir que todo va bien, que estamos bien, que somos normales.
Y es verdad. Cuando uno analiza la vida familiar o la situación personal de alguien, si se fija mucho, si entra en detalles, siempre va a encontrar desajustes. Es lo que suele pasar si te sometes a muchos análisis médicos, siempre te van a encontrar algo que no funcione del todo bien; y si te para la policía de tráfico y comienza a indagar, siempre te van a encontrar algo que merece una multa. Es mejor pasar un poco de los detalles, mantener esa mirada amable, de media distancia, donde no se aprecien mucho las arrugas y manchas. La perfección, se mire como se mire, no existe o es invivible. La normalidad es eso, una paleta de colores grises, una miscelánea de fortalezas y debilidades que hace que la vida sea vivible sin aspavientos, que podamos sentirnos bien.
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