martes, noviembre 05, 2024

JORDANIA (1): Jerash.

 



El primer descubrimiento del día fue el desayuno, tan diferente al nuestro.  Sin fruta, pero con muchos hummus, yogures, verduras, dulces, etc. Todo conforme con la rígida visión islámica de la comida.

Tras el desayuno, tomamos el autobús para hacer un pequeño recorrido panorámico por la ciudad. La primera parada fue ante la ciudadela de Amman, pero no para verla (estaba prevista una excursión libre el sábado) sino para admirar desde aquella altura el enorme barrio blanco construido a partir del campamento de refugiados palestinos tras las primeras guerras con Israel. Un 11% de la actual población jordana son palestinos llegados en diferentes oleadas. Lo que se ve es una enorme nube de casas blancas, casi todas iguales;  casas sencillas, una especie de cubo de 4 paredes con puertas y ventanas. Casas anodinas, pero muy bien encajadas en el  contexto de una ciudad como Amman a la que llaman “la ciudad blanca”.

Tras ese primer encuentro con la realidad sociopolítica jordana, paramos en una agencia de cambio para hacernos con algunos dinares. Primera sorpresa:  el dinar está más caro que el euro. Un euro se cambia por 0,76 dinares. ¡Nosotros que nos creíamos los reyes del mambo! Yo  cambié dólares: di 200 $ y me entregaron 141 dinares. Uff!, habrá que tener cuidado con lo que se compra.

Nuestro destino de hoy, aunque fuera de programa (hubo que pagarla aparte como excursión opcional) era Gerasa, una ciudad greco-romana (aunque con restos que vienen desde el neolítico la edad del bronce) es conocida como la Pompeya del Este (también pasó por aquí Pompeyo que le otorgó el estatus de ciudad libre en el 63 a.c.), con el mérito añadido, según nuestro guía, de estar mejor conservada que la propia Pompeya. Su edad de oro duró, con intermitencias, desde el 63 a.c. hasta el siglo III d.c. debido a su riqueza de agua (el agua, siempre el agua como fuente de riqueza) y a su posición privilegiada en las rutas comerciales. Y su esplendor decayó cuando se fueron creando nuevas rutas comerciales más cercanas al mar que dejaban a Gerasa un poco al margen. Luego vinieron los persas y más tarde los musulmanes que fueron dejando su huella de destrucción y nuevas construcciones.



 
La verdad es que las excavaciones iniciadas en el año 1915 dejaron a la vista una enorme extensión de monumentos y templos de gran belleza y valor histórico. Y eso que lo que hoy puede verse constituye solo una pequeña parte de las construcciones existentes bajo tierra. Se inicia por el Arco de Adriano (129 d.c.), un arco de triunfo de color ocre que transmite esa sensación de antigüedad y resiliencia de las construcciones romanas hechas con piedra caliza. Nos permitió, además, recordar los diversos tipos de capiteles que estudiamos en la materia de arte: jónicos, dóricos y corintios. Las columnas del arco finalizaban en hermosos capiteles corintios, pero más adelante pudimos ver otras construcciones más antiguas en las que eran dóricos o jónicos.

Tras el arco, pudimos admirar el hipódromo que según nos comentó el guía daba cabida a 15.000 personas. Está muy bien conservado. Se ve después una plaza elíptica perfectamente conservada con sus columnarios en circular,  y, más adelante, el teatro (el guía ya nos advirtió que Jordania no tiene anfiteatros, en los que actuaban hombres y animales, solo teatros en los que participaban solo personas) con su zona de escenario u unas hermosas gradas de piedra con dos zonas diferenciadas, las primeras para personas relevantes de la comunidad (o sea ricas, algunas con su nombre grabado en la piedra) y por encima las del gallinero para la gente menos pudiente. Por lo visto, la parte del escenario, podía llenarse de agua para las naumaquias (espectáculos que incluían combate naval). La acústica era perfecta, lo que no mejoró el voluntarioso concierto de gaita y bombo que nos ofrecieron un par de personajes que aparecieron por allí. Desde allí, mientras nuestro guía, atendía su momento de oración de las 5 de la tarde, pudimos asistir al enorme espectáculo auditivo de los cantos desde los minaretes de las mezquitas, todas sonando a la vez y creando como una enorme nube de suras repetitivas que lo llenaban todo. Esta manifestación actual del poder religioso impresiona casi tanto como el  ver las construcciones que han perpetuado su poder en la antigüedad.

 Siguiendo adelante por el cardo máximo, una especie de calle mayor de las ciudadelas romanas nos encontramos con el templo de Artemisa con una hermosa escalinata que te permite ascender a la plataforma del templo donde se elevan unas enormes columnas de 15 metros de altura con capiteles corintios. Artemisa (la diosa griega hija de Zeus y hermana de Apolo) debió ser un personaje muy querido en la época pues non muchos los templos dedicados a su honra (uno de ellos, el de Éfeso, en Turquía es una de las 7 maravillas del mundo). Era la patrona de Gerasa y ese honor se nota en el hermoso templo que la ciudad le dedicó.  

Finalizamos el recorrido por la parte alta de la ciudadela, con algunos restos de la muralla (pocos, porque a lo largo del tiempo, las piedras de la muralla se fueron empleando en otras construcciones) y diversas iglesias de la época bizantina de las que quedan unos pocos restos.  Y al final del recorrido nos encontramos con el templo de Zeus, otra de las edificaciones hermosas del lugar con sus columnas enormes, su escalinata, su altar central… Todo hermoso y revelador del esplendor y capacidad artística de aquellos tiempos. Pero nos cogió ya un poco cansados.

Y así transcurrió  el primer día de nuestro recorrido por “los tesoros de Jordania”. Un día interesante, de encuentro con otra forma de vida, otro clima, otra gente. Nos fuimos reconociendo como grupo, fuimos amoldándonos al estilo catequético de nuestro guía Firáz, ahora ya Habibi, y comenzamos esta inmersión en la historia y la cultura jordanas.

IMPRESIÓN DEL DÍA.

Cada día anotaré aquello que me ha impresionado más. Algo muy subjetivo, soy consciente, pero, al final, esto no es sino un recuento personal de esta experiencia jordana.

Gerasa y  sus ruinas han sido espectaculares, pero con lo que me quedo de hoy es con nuestro guía, Firás, con su celo catequético y con el peso de la religión islámica en la vida cotidiana. Firás posee una cultura inmensa sobre los testamentos y ha construido desde ellos su personal cosmovisión. Da lo mismo de qué esté hablando en cada momento, siempre lo enlaza con datos o referencias bíblicas. Para él todos somos cristianos, familia, iguales, comunidad, habibis. No puede ni siquiera imaginar que pensemos de otra manera. Su coletilla del ¿SÍ o NO?, da solo opción al SI. Y eso,  siendo seguramente una característica personal suya, es algo que se respira en el ambiente: subidos al teatro, eran cerca de las cinco de la tarde, nos dejó un tiempo libre que coincidía con el momento de oración de la tarde para poder hacerla él mismo. Y entonces comenzó el inmenso espectáculo sonoro de las oraciones de los imanes lanzadas al aire al unísono desde todas las mezquitas de la ciudad, como si todos pensaran lo mismo y estuviaran llamados a participar en ese acto colectivo. La religión convertida en norma, en política, en cultura impuesta.

Me gusta la idea de comunidad, de fraternidad (el habibismo), pero me asusta verlo como algo que se da por supuesto, obligatorio, impuesto.

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