domingo, julio 01, 2007

Poio 2007


Estoy con una sobrecarga de trabajo que no es fácil de contar. Pero, incluso así, no quisiera que fueran pasando los días y se fueran enfriando las emociones de este Poio. Como hace algunos meses que he dejado de escribir mi diario, necesito de este espacio del blog para intentar reelaborar lo vivido en estos días. Claro que aquí, espacio público al fin y al cabo, todo debe ser más controlado y más Light. Pero, aún así, quisiera hablar de Poio.

Bueno, Poio es un Congreso que organizamos bianualmente desde hace 20 años. Dicen que es mi criatura y yo lo vivo así, la verdad. Nació de una de esas locuras que me dan a veces. Logré seducir a la gente que trabajaba conmigo (hay que ver qué capacidad tenía entonces para entusiasmar a implicarse en aventuras a los que me rodeaban y cómo la he ido perdiendo) y pusimos en marcha estos symposium. No éramos nadie, entonces, en el contexto nacional y nos hemos convertido en el referente básico sobre el tema de las prácticas. Eso de sentirlo algo tuyo resulta gratificante, pero a la vez también te llena de preocupación. A veces pienso si no seré yo mismo una cortapisa para que este Congreso crezca y dé un salto hacia delante. Durante estos días, he sentido muchas veces que quizás debiera dejarlo en otras manos, que eso le daría otro aire y lo oxigenaría. Si ya ha cumplido 20 años quizás sea el momento de dejarlo más libre del pasado y permitirle que se vaya abriendo a otros horizontes. No lo sé. Ahora tenemos dos años por delante para planteárnoslo.

Poio tiene una temática monográfica centrada en el PRACTICUM, esto es, las PRACTICAS preprofesionales que hacen los estudiantes universitarios fuera de la universidad. Nuestra persistencia en esa temática y las particulares condiciones tanto científicas como humanas en que se desenvuelve el Congreso hacen que Poio se haya hecho importante. Hoy se cita a Poio en planes de estudio y en tesis doctorales. Resulta difícil que alguien implicado en el PRACTICUM no haya oído hablar o no haya manejado materiales de Poio. Creo que hemos hecho un trabajo importante en estos 20 años.

Una de esa peculiaridades es que lo hacemos en el Monasterio de Poio, en Pontevedra. Y eso crea un clima bastante especial: pasamos todos juntos tres días en un ambiente muy relajado y amistoso. Eso ha hecho que sean muchos los que repiten convocatoria tras convocatoria. Y que los que acuden por primera vez se queden asombrados del clima de afecto y familiaridad en que se desenvuelve todo el trabajo. Esa ha sido una de mis sorpresas de este año. Mucha gente que no conocía se me ha acercado para decirme lo bien que se sentía, lo mucho que le estaba gustando estar en el Congreso. Eran mensajes que tenían menos que ver con lo académico (con las ponencias y comunicaciones, que de todas formas también valoraban muy positivamente) y mucho más que ver con sentimientos y afectos. Un economista (decano de su Facultad) me decía: “oye aunque hubiera que pagar 300 € más estaría encantado de hacerlo por lo bien que me estoy sintiendo y lo mucho que estoy aprendiendo con vosotros”.

Poio cumplía en esta convocatoria sus 20 años. Eso también nos ha afectado mucho. Quizás nos ha hecho más sensibles y afectuosos. El equipo de la organización, me refiero. Pero, a la vez, ha sido fuente de no pocos desencuentros.

Otra característica de Poio es que combinamos bastante bien las palizas científicas con momentos de descarga lúdica. Los días se llenan de recepciones con sus vinos y viandas varias. Y cuando la gente sale del Monasterio, acaba encontrándose de nuevo en Combarro, Sanjenjo o Pontevedra con la gente del Congreso. Al final, se quiera o no, van surgiendo nuevas amistades en torno al practicum.

Y, por lo general, todo está bastante bien organizado. Los años también cuentan en eso y ya hemos ido cogiendo experiencia. Hay una especie de especialización en la gente del equipo y, aunque con mucho esfuerzo, al final las cosas acaban funcionando y muy bien. Tampoco faltan los errores, pero eso nos hace más humanos. O eso es lo que yo pretendo hacer ver. Siempre insisto al inicio del Congreso que Poio es un evento artesano y que eso lo hace menos efectista (no tenemos azafatas de uniforme, ni grandes recursos tecnológicos) pero más humano. Hace que se note más el esfuerzo de la organización porque todo salga bien. Y yo creo que nos lo agradecen.

Pues dicho eso, creo que la experiencia de este año ha sido muy importante. Es la vez que hemos tenido a más gente matriculada, gente de más carreras distintas, más comunicaciones, etc. Hemos intentado darle un aire más internacional trayendo a primeros espadas como Philippe Perrenoud, de Ginebra y Ken Bain, de Nueva York. Y creo que los nacionales (Dino Salinas de Valencia y yo mismo) tampoco hemos desmerecido. Ha habido comunicaciones muy interesantes (otras, algo menos) y las dos Mesas Redondas fueron magníficas.

Y si algo caracteriza a Poio es su parte lúdica. Pese a estar en un Monasterio nunca olvidamos ese componente. Y la gente es de las cosas que más valora de su estancia aquí. Este año, tuvimos un viaje en barco por la ría de Pontevedra con la consabida degustación de mejillones y vino gallego. Y después cena en el náutico de Pontevedra (un privilegio) con la enorme catarsis de un baile intenso y envolvente (qué bonito ver participar en el a casi el 100% de los asistentes a la cena) hasta las 3 de la mañana. Todo el mundo estaba en la pista y disfrutando. Y a sabiendas que eso no les iba a eximir de tener que estar a las 9 de la mañana en el salón de Actos escuchando a Ken Bain.

En fin, otro Poio más. Este muy especial por muchas razones. La gente de la organización hemos quedado todos un poco tocados. Demasiadas emociones condensadas. Tanta historia por detrás tiene eso. Pero ha salido todo razonablemente bien. Nos mereceríamos un buen premio. La cosa es a quién se lo pedimos.

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