miércoles, julio 11, 2007

Benicàssim


Hoy debería completar mi comentario con una gran fotografía. Basta asomarse a la terraza del balcón del hotel donde me han alojado para disfrutar de una vista maravillosa de las playas de este pueblo castellonense. Seguramente para romper el oleaje han roto la playa enorme (el paseo marítimo tiene 4 kms.) con una serie de espigones. Eso hace que la playa se haya convertido en una serie de círculos sucesivos, como si fueran muchas “u” con los cuernos mirando al mar. Precioso y relajante pues llega hasta la habitación el ruido constante y monótono de las olas.

Y el hotel donde nos alojamos y donde se celebra el curso es otra maravilla. El Palasiet, un hotel balneario (spa, en el lenguaje moderno o “termas” en el antiguo) donde ponen una enorme lista de lujos a tu alcance. Desde luego piscina de agua salada. Pero además piscina de agua caliente, con chorros, cataratas y yakuzzi. Y muchas pijaditas modernas de rejuvenecimientos faciales y corporales a base de algas, barro, chocolate o vino. Los “peeling” y exfoliantes, depilaciones y maquillajes… todo muy atractivo. Uno se queda pensando por donde empezar. Hasta tratamiento de busto ofrecen (prometen reafirmarlo y remodelarlo), pero eso ya me tentó menos. Incluso tratamientos antiácida (de cabello, claro) y lo pensé pero desistí porque lo que no prometían eran milagros.

A lo que no me pude resistir fue a los masajes. Los hay de todo tipo, orientales y clásicos; para él, para ella o para los dos; a dos manos o a 4 manos (es la primera vez que oigo hablar de él, pero parece muy excitante); terapéuticos o normales. En fin, como sucede siempre ante el exceso de oferta uno se queda perplejo. Pensé en un tailandés, pero ya no había hora (además no vi a nadie con cara de oriental, así que me temí que me lo daría alguien de Cuenca y no es lo mismo). Finalmente, me tuve que contentar con uno clásico y dado por un hombre. Hasta ahora, nunca me había dado un masaje un hombre y afronté la novedad con ciertas expectativas (será duro, enérgico, como a mí me gusta). Y no, lo sentí superficial como sobrevolando la espalda. Siempre te sienta bien un masaje, pero esta vez me defraudó. Eché de menos a mi Rosa de Santiago. Ella es mejor masajista.

A todas estas, yo estoy aquí participando en un curso de verano importante. Con muchos Jefes (hay 4 ó 5 Rectores, muchos Vicerrectores y Decanos, gente importante de la gestión universitaria) y algún que otro indio (uno de ellos, yo). Hoy tuve mi conferencia y fue un éxito. Así que salí más contento que del masaje.

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