domingo, julio 29, 2007

Gritos de silencio


Creí que esta entrada al blog tendría como idea matriz que si existe el infierno, éste no puede ser otra cosa que un gran silencio, el silencio eterno. Pero luego, mientras rumiaba cómo transmitir mis sentimientos, me he dado cuenta de que el silencio, como todas las cosas que afectan a la relación entre las personas, tiene su cara buena y su cara mala. Cierto que a mí me preocupaba su cara mala. Empezaré por ella. La parte positiva vendrá después.

Dice el dicho español aquello de que “la distancia es el olvido”, pero a mí me parece que no, que es en el silencio donde está el olvido. Es cierto que hay muchos silencios, pero yo me refiero aquí al silencio entre las personas, a cuando no sabes de aquellos de los que te gustaría saber. Se ha roto la comunicación y sólo queda el silencio. Ese silencio es un arma muy destructiva. Sobre todo porque no sabes qué hay en él. Es como un gran vacío lleno de cosas que desconoces.

Hay silencios que son mensajes y otros que son castigos. Hay silencios espontáneos y otros muy preparados. Hay silencios respetuosos y otros despectivos. Hay silencios ruidosos y otros mortecinos. Hay silencios cortos y silencios eternos. Hay silencios y hay silencio. Éste, por supuesto, mucho más duro de llevar.

Lo malo de los silencios es su hermenéutica. No sabes cómo interpretarlos y cuando lo intentas, casi siempre lo haces mal. Puedes culpabilizarte pensando qué habrás hecho mal, pero eso ayuda poco a buscar soluciones. Puedes echar la culpa al otro u otros (los que no se comunican contigo) pero con ello es muy probable que todavía empeores más las cosas. Tampoco es fácil buscar una estrategia válida para salir de esa bruma indefinida. Puedes optar por seguir hablando tú aunque el otro/otros callen pero se hace pesado y, al final, hasta un poco patético. Puedes optar por callar también tú hasta que el otro/otros hablen pero corres el riesgo de que vaya pasando el tiempo y la brecha se vaya haciendo cada vez más grande y vaya siendo cada vez más difícil y menos apetecible (para ambas partes) saltarla. El silencio se retroalimenta y se auto-refuerza. Cuanto más dura más fuerte se hace.

Pero de todo ello, más que el antes del silencio (sus causas o motivos) o lo que le sigue (sus consecuencias), lo que más me atrae como estudioso y también como sufridor es qué pasa “durante”. Qué pasa por la cabeza de quien no me habla o escribe, cómo está viviendo la situación, qué tipo de interpretaciones rondan su pensamiento, si se lo cuenta a otras personas qué les está contando. Puro “voyerismo psicológico”, lo sé pero muy interesante para poder comprender la situación y saber cómo afrontarla. Sólo que se trata de una situación paradójica: saber eso requeriría comunicarse que es, justamente, lo que no sucede.

En fin, supongo que las personas muy extrovertidas temen menos al silencio. Viven hacia fuera y generan su propio ecosistema sonoro. Para quienes somos introvertidos es más perturbador. Tú ya tienes una dosis fija de silencios, pero si esa zona se amplía, el silencio se convierte en ruido y, a veces, hasta duele.

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