miércoles, julio 04, 2007

Tristeza


La tristeza es una ocupa. Se te mete dentro y va ocupando espacios, cada vez más amplios, cada vez más íntimos. Es como esa niebla húmeda que te cala los músculos y los huesos y te deja aterido, sin fuerzas.

La tristeza es un narcótico. No es sólo que se te instale en casa. Te produce como un atontamiento general. Es como uno de esos torbellinos que van conduciéndolo todo al mismo sumidero. Todo tu pensamiento se centra en una idea y no eres capaz de salir de ella. Tiene el efecto de un tantra obsesivo de esos del hare crisna. Le das vuelta y más vueltas a la misma cosa. Pero por muchas vueltas que le des no consigues verla de otra manera. Con lo cual, tu pensamiento se hace circular, se autorefuerza, se minimaliza.

La tristeza es un coñazo. Te convierte en una cruz para los demás. Les obligas a entrar en tu obsesión, en tu decaimiento. Tienen que soportar tus demandas. Y si lo tuyo va de tristeza quejosa resulta, además, cargante. Por eso vas notando como los demás miran hacia otro lado. Es su instinto de conservación. Si la tristeza es victimaria, tampoco resulta plato de gusto para quienes te rodean. Sentirse la víctima de todo el mundo es cómodo y tranquilizador. Te lleva a buscar las soluciones fuera de ti. Esa tristeza está cargada de exigencias y, a veces, de reproches. Exige una solidaridad sin contrapartidas. Lo dicho, un coñazo.

Hay también una tristeza cachonda. Pero es como el buen caviar, muy escasa y muy cara. Saberse reír de sí mismo y de lo que te pasa es estar a otro nivel. Algunas tristezas nacidas de la enfermedad o la desgracia no permiten el cachondeo pero sí una mirada socarrona sobre uno mismo. Otras tristezas más mundanas (de celos, de minifracasos, de conflictos previsibles, de insatisfacciones) piden algo de cintura y mucha desdramatización. A veces duele. Pero es como cuando te revientan un grano de pus. No es nada el dolorcillo que provoca frente a la satisfacción que viene después.

Y, ¿a qué viene todo esto? Es mi gimnasia matutina. Estoy intentando liar a mi propia tristeza, a ver si a base de rollos la aburro y me deja en paz.

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