domingo, julio 01, 2007

Poio-2


La parte visible de Poio es fácil de describir. Ya lo he hecho en la entrada anterior. Pero Poio tiene otras caras menos visibles. Al final es una obra humana, hecha por hombres y mujeres, cada uno de los cuales acudimos a ese encuentro con nuestra particular valija personal de expectativas y temores. Y después de tantos años, Poio tiene también una historia. Una larga vida de emociones y encuentros. Con muchos cruces, pero no en el sentido religioso de la cruz, sino en el geométrico de líneas de vida que se aproximan y se alejan. El pasado de 20 años de este Poio y el deseode recuperar su historia han tenido su impacto innegable y, en este caso, un impacto casi visible. Por eso, contar Poio como lo he hecho en la entrada anterior resulta demasiado descarnado y frío. Puede servir para la prensa pero no para quien lo haya vivido de forma plena.
Posiblemente, eso que convierte a Poio en algo especial (muy emotivo) para los que asisten, no sea otra cosa que el hecho de que todo allí rezuma mucha emocionalidad. Se siente entre la gente de la organización, en nuestro trato con los que vienen con una cierta constancia, en la proximidad con que tratamos a la gente. Yo no soy gallego y, por tanto, no puedo atribuirme esa cualidad. Pero sí he podido disfrutarla desde hace casi 40 años. Los gallegos (y las gallegas, sobre todo) son extremadamente cordiales y cariñosos. Tiernos, incluso. Y saben llenar el ambiente de ese tono amistoso y de disponibilidad que los hace muy atractivos. Yo creo que Poio no sería lo mismo en cualquier otro sitio de España.

Un contexto así de emotivo es un caldo de cultivo imparable de tensiones emotivas. Si a eso unimos las muchas historias que se entrecruzan en 20 años de vida, los cambios que la vida nos ha ido obligando a asumir (incluyendo el hecho de que, al menos los pioneros, ya tenemos 20 años más, obviamente), la aparición de nuevas gentes y visiones de las cosas, uno no puede sino sentirse embargado de emociones encontradas. Creo que eso nos ha pasado a bastantes personas durante estos días. Unos lo han exteriorizado más, otros lo han debido vivir más en su interior sin dejar que se vea.

Yo he sido, desde luego, uno de los que ha vivido estos días con una intensidad emocional que me ha dejado agotado. Para mí comenzó mal el Congreso, pues coincidió la inauguración con el internamiento de mi padre en el hospital. Eso me ha traído de cabeza durante todos estos días. Lo internaron porque respiraba mal y se le encharcaban los pulmones. Y quizás por contagio, eso mismo me ha pasado a mí. He vivido Poio con el corazón encharcado de angustia. Angustia que resurgía a cualquier movimiento (fuera llamada de teléfono, fuera discusión con alguien, fuera error que cometía o situación que no supiera manejar). No sé si estas cosas se deban decir o no, pero he llorado mucho durante este Poio. La distancia y el desconocimiento hace que uno viva los problemas de una forma muy saturada de temores y agobios. Pero tengo que decir, también, que todo el mundo me hizo sentir su apoyo de forma muy patente. Había mucha gente preocupada por mí. Fue una sensación extraña. Estoy más acostumbrado a ayudar que a dejarme ayudar. Pero, la verdad, para bien o para mal, la gente me sintió como muy vulnerable y tejió toda una red de apoyos (unos visibles y otros invisibles) que me han llevado como en volandas durante estos días.

Emociones y angustias no suelen combinar bien. Y esa ha sido otra fuente de agobios estos días. Los 20 años de vida del Congreso han sido también 20 años de vida en el grupo que lo pusimos en marcha. Muchas cosas han cambiado desde entonces en nosotros. La vida y las relaciones tienen eso, que se mueven en ciclos de mayor y menos intensidad, de mayor y mejor proximidad. Cualquier celebración de aniversario va a venir, por tanto, cargada de nostalgia, de recuerdos, de proyectos y expectativas (unas cumplidas y otras no). En algunos casos quisiéramos que todo siguiera igual, en otros que todo hubiera cambiado. De algunos cambios te alegras, de otros te entristeces. En todo caso, quedarse mirando al pasado no ayuda. Y te agota emocionalmente.

Aunque por edad y carácter tengo cierta tendencia a mirar al pasado y a regodearme en los recuerdos (en los buenos, los malos tienden a difuminarse con el tiempo). Sin embargo, lo que más me gusta del Poio actual es que se ha rejuvenecido. Seguimos los iniciadores pero ya tenemos a mucha gente nueva que llega con toda su energía. No les está siendo fácil integrarse, es verdad, porque los más antiguos nos sentimos “padres” de la criatura y comprometidos en su crianza. Eso nos hace sentirnos celosos de nuestros propios derechos adquiridos. Yo el primero. Y ya decía en la otra entrada al blog que quizás haya llegado la hora de ceder el protagonismo a otras personas. Este contraste de generaciones es una fuente constante de posibles conflictos, pero mi esperanza es que, al irlos resolviendo, eso nos sirva también para crecer y fortalecernos. Y además, conflictos aparte, seguimos siendo un equipo hermoso de personas con gran capacidad de entusiasmo y sacrificio personal. El día que eso nos falte, Poio será imposible.

Bueno, pensé que me saldría un texto bastante depresivo. Este Poio fue demasiado duro para mí. Tuvo momentos geniales y otros dramáticos. Pero todos muy intensos. El último día tuve que escaparme al Monasterio de Armenteira para ver si allí, en medio del monte, me relajaba un poco. Al acabar la sesión de clausura tuve claro que quizás debiera retirarme yo de Poio porque me desbordaba. Así que mi regreso a casa fue bastante deprimente y con mucha tensión interior. Tenía la impresión de haber hecho muchas cosas mal esos días y de estar en el centro de la mayor parte de los conflictos que se habían generado y de la insatisfacción que algunos sentían. También por eso quería escribir algo más personal sobre Poio. Pero parece que el paso de las horas va mitigando la desazón y, afortunadamente, los buenos recuerdos y sensaciones van ganando la batalla a los malos. Y aún queda un año para decidir qué será del próximo Poio. Porque haberlo, lo habrá.

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