sábado, mayo 09, 2020

INAKI CUMPLE 58 AÑOS.



Dicen que con alguien de la familia siempre es peligroso hacer negocios, porque si la cosa va mal, comprometes muchas más cosas que el propio negocio. Y algo así se podría decir sobre el peligro de escribir sobre ellos. Da lo mismo que escribas por amor o por odio. Siempre corres muchos riesgos. No es como los amigos que van y vienen, la familia siempre está ahí unida con lazos leves. Mejor evitar cualquier motivo de roce que sea difícil reparar.
No sé, la verdad, por qué he comenzado así. Da mala impresión, como si tuviera miedo a lo que pudiera decir sobre Iñaki o a lo que me pudiera pasar si lo que escribo no le gustara. Lo cierto es que nada de eso es aplicable en este caso: si algo caracteriza a Iñaki es su silencio y su cordialidad tímida. Nadie puede esperar de él ni una bronca a gritos, ni una pelea, ni siquiera un enfado solemne. Si ha de pecar, es mucho más probable que peque por defecto que por exceso.
La cosa es que hoy mi hermano Iñaki está de cumple. 58 tacos, si no me salen mal las cuentas. Penúltimo hijo de la saga de los zabalzaberaza, sexto en el orden de sucesión. Tampoco debe ser fácil sobrevivir con tanto hermano por encima de uno. Y hermanos como los suyos, chavales fuertes, movidos, bruticos. Menos mal que tenía una hermana que lo protegía. Y ni aun así se libró de que le rompiéramos la pierna jugando al balancín con un carro de bueyes. Quizás su forma tímida de ser viene de aquella presión fraterna que lo llevaba en volandas a situaciones de peligro y poco recomendables para su edad. Yo no viví mucho aquella época de Iñaki porque mi salida al internado coincidió con la fecha en que mamá quedó embarazada de él. Así que nuestra convivencia en esos primeros años se limitó a los periodos de vacaciones. Pero allí estaba él, primero bebé y luego niño sonriente, en las famosas fotografías hechas en la era de Garro, sábana blanca detrás, para la cartilla de Familia numerosa.
Pero los años infantiles, para él como para todos, corrieron rápido. Y los años de escuela básica le catapultaron hacia retos personales mayores. Iñaki era un chaval listo, un perfecto candidato para seguir estudiando. Y eso significaba entonces, acudir a alguno de los muchos internados que los “vocacioneros” de las distintas congregaciones religiosas iban ofreciendo por las escuelas a los chicos y chicas de 10-12 años que acababan la Primaria. Como tontos no eran, solían escoger a los mejores. Y en esa categoría estaba Iñaki. Por aquel entonces, año 1973, yo estaba a punto de acabar mi carrera en Madrid e hice cuanto pude para que, efectivamente, Iñaki continuara estudiando. No sé si él se acordará, pero batallé mucho con los papás y con él para que aceptaran alguna de las opciones que estaban abiertas. Creo que él no estaba muy motivado y que prefería quedarse en casa con los demás hermanos y seguir el camino habitual de la escuela al trabajo. Pero aún venía otro hijo por detrás, así que, al final, también Iñaki inició su andadura estudiantil en los Combonianos de Corella. Ya no recuerdo cuánto duró aquello, pero sí lo duro que se le hacía cada vez que, camino de Madrid, lo dejábamos en el colegio. Todo lo contrario de cuando, de regreso a Tafalla en vacaciones, lo pasaba a recoger y se venía conmigo a Tafalla encantado. Sus profesores siempre nos daban informes muy positivos de él: era un chico inteligente y bien comportado que prometía mucho. Pero sus ilusiones iban por otro lado y aquella alternativa de estudio duró poco. Yo lo sentí mucho, él no tanto.  Y cada vez que ha salido ese tema en la conversación, él me ha reprendido por pensar que aquella opción de seguir estudiando hubiera sido mejor que la de dejarlo y buscar otros caminos. Así que ese tema, ni tocarlo. 
La cuestión es que ahí comenzó su tránsito particular a un periodo de adolescencia y juventud intenso y convulso, como lo son todos y más en aquellos tiempos de Tafalla. Eran los años ochenta. Poco sé yo de todo eso, pero visto lo visto, no salió mal. Se empandilló, se ennovió, se casó con Marisa, tuvo dos hijos (Oihane y Pello) y fue disfrutando y sufriendo en cada una de las etapas por las que se transita para pasar de la adolescencia a la madurez adulta. Como todos y todas. Y así hasta hoy, momento en el que puede sentirse satisfecho de todos estos años y de los muchos momentos sufridos y disfrutados para llegar hasta aquí. No sé qué pondrá en su Currículo cuando pide trabajo, pero seguro que su hoja de servicios está repleta de informes positivos. La verdad es que Iñaki ha sido siempre un perfeccionista en los diferentes trabajos por los que ha ido pasando, desde alicatador especialista en la construcción hasta empresario autónomo, de transportista a obrador de dulces y, para rematar, hasta se ha atrevido a hacer una oposición (y superarla) para personal laboral de centros educativos. Nunca le he oído quejarse de su suerte y, aunque también a él le ha tocado cruzar trechos difíciles y dolorosos en la vida, su capacidad de resiliencia, de resurgir desde las propias cenizas, ha podido con todos ellos. Y ahí lo tenemos, encantado con su actual trabajo, haciendo sustituciones como conserje de instituto y quejándose del poco trabajo que le dan. Estoy seguro de que la gente de ese instituto va a empezar a notar pronto (cuando volvamos a la nueva normalidad) la plusvalía que supone tener a Iñaki de encargado de que todo vaya bien en la conservación del centro educativo.
Y si todo eso puede constar en su hoja de vida laboral, más méritos acumula todavía la otra hoja del currículo, la que se refiere a la vida en general. Son datos que no te piden a la hora de buscar trabajo pero que resultan mucho más importantes porque, al final, son los que marcan los resultados de tu historia vital. Y de esa historia, Iñaki tiene que estar bien satisfecho, supongo. Nadie conoce demasiado de lo que cada uno de nosotros hemos ido viviendo en nuestro interior, las peripecias personales por las que hemos ido pasando (y menos aún en gente que cuenta poco de su vida). Solo vemos la punta del iceberg, pero, incluso así, no es un mal resumen de resultados el que Iñaki puede presentar. Le ha tocado pelear duro por cada una de las cosas importantes de la vida (la salud, el matrimonio, los hijos, el trabajo) y es bien seguro que en todos esos territorios puede contabilizar tanto victorias como derrotas. Pero, al final, ahí están los buenos resultados en todos ellos. Como para sentirse bien satisfecho. 58 tacos con las tareas bien hechas y las energías renovadas para abrir una nueva etapa.
Claro que, puestos a destacar, lo que marca la diferencia en Iñaki es su silencio que a veces se convierte, incluso, en hermetismo. Debe tener algo del karma budista en su ADN y eso le permite ponerse en modo zen con facilidad. No es de los que tienes que pedirles por favor que se calle. El estar callado es su estado habitual; el desafío es hacerle hablar. Y eso que las cosas han mejorado muchísimo últimamente. Se nota que está avanzando mucho en eso. Superada la etapa del silencio tranquilo (era capaz de pasarse la tarde acompañando a mamá sin apenas intercambiar dos palabras), y los momentos de los monosílabos (sí, no, bien) e, incluso, polisílabos (bastante, qué va, no creo, mucho, eso lo dirás tú), da gusto verle ahora manteniendo conversaciones prolongadas, amenizando las conversaciones con una gracia que nos ha estado racaneando durante muchos años. En fin, que su competencia lingüística se ha reforzado mucho en estos años, y menos mal porque le va a hacer buena falta cuando se vayan incorporando al instituto los estudiantes.
Bueno, pues eso, que hemos estado de celebración. Celebración virtual, como es todo ahora. Nos hemos tomado un tele-vermout los hermanos y familias. Y hemos podido verlo contento y alegre. Incluso guapo y dicharachero, gestionando bien la reunión. La pandemia le ha chafado un poco el cumple porque en lugar del viaje a Brasil que pensaba regalarle Marisa se ha tenido que contentar con un taladro. ¡Ya es mala suerte, la verdad!.
Querido hermano penúltimo, muchas felicidades. Aunque en esta familia no somos mucho de repetirlo, no hace falta decir lo mucho que te queremos. Que pases un día estupendo y, tú que estás tan acostumbrado a iniciar etapas nuevas en el trabajo, que los 58 sean el inicio de otro periodo estupendo de tu vida, ahora rodeado de chavales adolescentes que, a veces, te pondrán de los nervios (en tu caso no les será fácil) pero a los que, sin duda, acabarás cogiéndoles mucho cariño.


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