sábado, agosto 28, 2010

Origen


Ya nos lo habían advertido: una magnífica película, de esas en las que no te puedes distraer nada porque pierdes el hilo. Y es verdad, Origen se ha construido sobre un guión tan complejo e interesante que exige toda nuestra concentración. Yo llevaba días mosqueado porque no lograba entender nada cuando leía la explicación del argumento que suelen traer los periódicos. Me había hecho a la idea de que era algo así como psicólogos de la CIA que intentaban extraer el pensamiento de la gente como si de una máquina de la verdad se tratara. Pero no tiene nada que ver con eso. Resulta imposible explicar en pocas líneas una trama tan compleja.
Este film, de la Warner, que acaba de estrenarse, está dirigido por Christopher Nolan, que también es autor del guión, con lo cual el mérito básico del film es sólo suyo. Protagonizado por Di Caprio y un grupo de actores, que no hacen mal su papel, pero cuya identidad se ve arrollada, como en un alud, por la intensa actividad que se va produciendo a lo largo de la historia.
Ya decía que de psicólogos y terapeutas nada. Se supone, más bien, que la tecnología ha avanzado tanto que ya se puede poner y quitar pensamientos en los sujetos. Las ideas de algunos valen mucho y por eso pueden ser extractadas y conservadas (y lo contrario, pueden defensas en torno a ellas para que tal cosa no suceda). En ese contexto, tanto los extractores de ideas como los agentes de seguridad de las ideas (auténticos ejércitos para los ricos) son profesiones con mucho porvenir. Más difícil que extraer ideas es introducirlas en la cabeza. Y cuanto más compleja o chocante es ésta, la dificultad aumenta. ¿Y cómo se hace eso? Entrando en los sueños de las víctimas. Parten del principio de que nuestra mente está siempre controlada y únicamente baja sus defensas en el momento del sueño. Cuando soñamos nuestras ideas circulan con una cierta fluidez y se hacen más vulnerables. Así que los extractores mezclan su sueño con el sueño de las personas sobre las que desean intervenir y en ese espacio onírico hacen su trabajo.
Así pues, la historia va de cómo un grupo multidisciplinar de especialistas (que actúan como un comando en el que cada cual debe desarrollar su especialidad: arquitectos, ingenieros, transformistas, guerreros) dirigido por Di Caprio debe introducir una idea en la mente de un joven heredero de una gran empresa. Les paga la competencia de esa empresa, así que la idea que deben inocular en el joven es bastante irregular: destruir lo que su padre creó. Por eso no se puede abordar directamente, sino que requiere varios pasos previos, lo que les obliga a programas no sólo un nivel de sueño sino varios sueños entrelazados entre sí. Introducir sueños en el propio sueño, como si fuera un juego de muñecas rusas. Dentro de cada sueño se inicia un nivel más profundo de sueño (un sueño dentro del anterior). Y así hasta tres niveles, que después se convierte en cuatro. Cada uno de ellos con historias y personajes distintos, claro. Además, esa liberación de la racionalidad que hace que nuestras ideas vayan actuando casi libremente no sucede sólo en la mente de las víctimas, también sucede en la mente de los extractores. Así que los sueños de los protagonistas (los que deben introducir la idea en su víctima) pasan también a estar presentes en cada uno de los niveles del sueño y les complican aún más lo difícil que la misión resulta por sí misma. Y como los sueños de cada uno, tampoco surgen de la nada sino que están vinculados a lo que es nuestra vida real, ahí van apareciendo, en simultáneo los que fueron los grandes problemas de la vida de los personajes que, a través del sueño, tendrá que ir enfrentando. Así que Origen es una madeja con muchos hilos que se entremezclan. Pero con pistas suficientes para que uno no se pierda. Eso sí, sin hurtarnos tampoco la complejidad que tanto subconsciente mezclado tiene.
Total, que a medida que uno va hundiéndose en un sueño tras otro, tiene que ir abriendo las historias sucesivas que se producen en ellos, sin olvidar los anteriores niveles pues también en ellos sigue sucediendo el sueño. Eso es lo que hace compleja a la película y lo que te tiene atrapado visual e intelectualmente. Desde el punto de vista cinematográfico esta mezcla de niveles es todo un acierto pues en cada uno de ellos te encuentras en un escenario distinto (eso mismo es una pista para saber dónde estás) y con un tipo de acción que siempre es muy fuerte. Pero eso de pasar de un garaje, a un avión, a una mansión, a una montaña nevada, etc. es muy atractivo visualmente.
Tengo que confesar que disfruto más de las historias con una línea narrativas más clara. Pero también apetece, de vez en cuando, este desafío intelectual, este juego de saltos en el vacío de las paradojas. En eso, la película tiene elementos preciosos: la caída ralentizada de la furgoneta al río, la necesidad de sincronizar tiempos que van a velocidades distintas, los movimientos en el vacío, la aparición del limbo de nuestros catecismos ahora reinterpretado por la ciencia-ficción, la necesidad de construir una estructura mental que nos permita ir situando los diversos niveles del sueño bajo el supuesto que cada nivel sucesivo de sueño está a mayor profundidad que el anterior como si se tratara de los pisos, cada vez más profundos de una mina. Romper el sentido común para poder seguir la historia, ése es el desafío más atractivo de la película. Y no se pasa mal.
Sin olvidar, claro, lo sugerente que resulta eso de compartir sueños. “Eso me gustaría a mí, ¿ves?, meterme en tu cabeza y ver lo que tienes ahí encerrado”, me decía mi santa cuando lo hacían en la película. Sería peligroso (¡Uf, a saber qué anda circulando sin control por el consciente!) pero viéndolos a ellos allí en sus sofás nadie diría que lo pasan mal. Hasta apetece.

No hay comentarios: