jueves, agosto 12, 2010

El amor y los recuerdos



Ayer fuimos a ver la obra de teatro “Una relación pornográfica” protagonizada por Joan Ribó y Pastora Vega. El hecho de que también en la vida real ambos hayan formado recientemente pareja tras romper sus matrimonios anteriores le daba cierto morbo añadido a un título que ya de por sí no te deja indiferente. Y , qué duda cabe, de que ambos son magníficos actores. Para algunos de nosotros, Joan Ribó, fue el gran rompedor del pudor teatral en los años 70 con aquel desnudo integral en Equus. O sea que la cosa se prometía entretenida. Y la verdad es que no había una sola plaza libre.
La obra plantea, entre otras muchas cosas interesantes, la cuestión de las fantasías sexuales, sobre todo en las mujeres. Y eso me preguntaba yo al entrar en el cine, rodeado de grupos de señoras muy mayores que sonreían picaronas: ¿qué esperarán ellas de una obra de teatro con ese título? Porque estoy seguro de que pocas de ellas conocían el argumento. Tampoco lo conocía yo. Después supe que se trataba de la versión teatral de un film francés del año 99 (“Une liaison pornographique” que en España se tradujo como “Una relación privada” para evitar el efecto disuaorio que para algunos pudiera tener el título original). El que fuera autor del guión del film Phillippe Blasband, ha sido también su adaptador para el teatro, así que cabe suponer que se ha mantenido fielmente el sentido original.
Desde el punto de vista teatral está muy bien desarrollada, con una coreografía minimalista (dos sillas, una a cada lado del escenario, cada una con un vestidor; una mesa de cafetería que va saliendo y entrando en escena según avanza la historia; y una cama que aparece esporádicamente), una música suave que sólo intensifica el tono en momentos dramáticos y un juego de luces perfecto (con esa imitación de gran ventanal sobre la ciudad que se va abriendo cada vez que ellos se reúnen en el café). Imposible conseguir efectos teatrales tan eficaces con recursos tan sencillos. Con ello se consigue, además, que toda la atención se concentre en el texto sin demasiados estímulos periféricos que te distraigan.
Porque, sin duda, lo mejor de la obra es el guión. La historia que cuenta no es extraordinaria pero como se refiere a las relaciones de pareja y a sus vaivenes, enseguida te atrapa. Una voz en off (¿un terapeuta?) va entrevistando por separado a una pareja sobre la relación que ambos vivieron hace unos años. Se supone que las entrevistas se hace a cada uno por separado, pero la magia del teatro las convierte en simultáneas (cada uno en su rincón) y así vamos viendo en paralelo cómo cada uno vivió aquellos momentos. Una idea brillante. Y mientras van contando la historia, como si se tratara de flashback cinematográficos, ellos van reproduciendo sobre el escenario algunas de las escenas que están contando. Una magnífica sintaxis teatral. ¡Qué grandes posibilidades ofrecer el buen teatro! Por eso cabrea tanto cuando te encuentras con trabajos pésimos, mal montados, con escenografías irrelevantes. Pero aquí sucede todo lo contrario: con unos pocos elementos se puede contar de forma brillante una historia compleja.
Ya decía que la historia era lo mejor. Bueno, al menos para mí, obsesionado por las relaciones humanas. La historia que nos cuentan es la de una pareja que se conoce a través de anuncios de contactos. So objetivo inicial es mantener una relación estrictamente sexual y con tal motivo quedan para verse cada jueves. Inicialmente ambos están satisfechos con sus encuentros esporádicos pero poco a poco la familiaridad les va llevando al conocimiento mutuo (salvo en temas de identificación personal: nombre, estado, teléfonos, etc.) y va apareciendo el cariño. Lo que era extraordinario se convierte en ordinario y eso eleva de rango la relación. Ya no es sólo el sexo de los jueves. También quedan algún día a cenar. Hablan. Piensan en el otro. Suspiran o temen el encontrarse. En fin, la relación sexual se convierte en relación personal. Atípica, voluntariamente opaca, intensa. Pero los momentos van dejando paso a la duración, lo esporádico a la continuidad y el deseo sexual al deseo del otro. La relación cambia de nivel y el montaje que se habían planteado se va desmoronando. Ya no vale jugar al pasárselo bien un rato los jueves, las cosas adquieren perspectiva, se tiñen de emociones y afectos. Ya no es sexo, es amor. Y cuando ambos han descubierto que están pisando otro terreno, cuando ambos se sienten bien en él, cuando su anhelo del otro les lleva a prepararse para dar el salto, entonces se sienten incapaces y en lugar de decir el “sí” se quedan en el “no”. ¿Miedo? ¿Estupidez?¿Realismo?¿Mero recurso dramático del autor? No lo sé, la verdad. Pero te quedas mal porque no se ve que haya motivo alguno que les impida seguir disfrutando de su relación, ahora en otro plano distinto.
Como puede verse, una historia con mucho jugo. El tema de las relaciones, y más aún si van adobadas de sexo, tiene eso, que nunca te deja indiferente. Cuando el entrevistador preguntaba por qué habían puesto aquel anuncio de contactos, el chico dijo que por “experimentar”. Pero ella habló de “cumplir una fantasía sexual” que durante mucho tiempo había estado rondando su cabeza. Y mencionó cómo eso era normal en las mujeres. Bueno, en las mujeres y en los hombres. Todos hemos tenido (y tenemos) esas fantasías. El entrevistador le preguntó qué fantasía era esa, pero no se lo quiso decir. Dijo que había muchas, por ejemplo el sexo en grupo. Mientras ella decía eso, el señor que estaba sentado delante de mí daba con el codo a su pareja y le preguntaba con un gesto si ella también tenía esa fantasía. Ella le dijo que no. Me pareció que eso le dejaba frustrado. Luego la actriz mencionó otras: ser violada por un gorila, por ejemplo. El de la fila de delante ya no hizo gesto alguno. Le debió parecer demasiado heavy. De todas formas, el tema de las fantasías sexuales rondó durante toda la obra. Pero nos quedamos sin saber cuál era esa fantasía. Una pena.
Muy interesante es cómo él y ella responden de manera diversa a las mismas preguntas. Parece lógico que cada uno vivió una versión diversa de la relación.

¿Relación pornográfica? Sólo en la imaginación de quienes asistimos a la obra. Muy interesantes son las palabras del director del film, Fréderic Fonteyne: "En la entrevista descubren que los dos vivieron esa historia de amor tres años antes y no se la han quitado de la cabeza, por eso necesitan contárselo a alguien, sino dejaría de existir. Lo pornográfico de la película es precisamente eso, que se desnuden ante una tercera persona. Eso me sirvió para trabajar sobre distintos niveles de emoción. Lo que se siente al enamorarse y luego al recordarlo, y resulta que lo más emocionante es ese recuerdo".
De hecho, al final, ésa es la gran moraleja de la obra: cómo se construye el recuerdo de una relación. Para el director, el recuerdo supera en emoción a la propia relación. Puede que sea cierto. Nosotros le llamamos nostalgia. Al igual que la expectativa de algo, cuando es fuerte, suele ser superior a momento en que ese algo se produce. Eso dicen que pasa con la droga. Con el recuerdo debe pasar algo parecido. Uno puede filtrar el recuerdo y enriquecerlo (o empobrecerlo), cosa que no puedes hacer con la realidad de la relación. Dice el director de la obra en el prospecto: “Lo que permanece después de una historia de amor no es el amor, sino la historia. Todo lo que de ella recordamos y todo lo que de ella hemos olvidado”.
Fantasías sexuales y recuerdos. Todo un programa para solazarse en una noche de Agosto.

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