martes, febrero 13, 2007

Las becarias.

Resulta habitual escuchar que los hospitales españoles funcionan gracias a los MIR. Pero algo parecido podríamos decir de nuestras universidades: en algunos de sus campos, sobre todo en el de la investigación, funcionan gracias a los becarios. Hermosa y sufrida figura la de becario, encarnada en personas jóvenes y, casi siempre, generosas hasta el agotamiento, luchando por mantenerse en la búsqueda de un puesto de trabajo como docentes e investigadores universitarios, el gran sueño de muchos de ellos y ellas. Nos hemos acostumbrado tanto a ellos que ya no sabríamos qué hacer si llegaran a faltarnos.

Nosotros no tenemos becarios. Son todas becarias, así que tendré que hablar en femenino. Y no es éste un dato baladí. No solamente está en sus manos nuestro presente, ellas serán las que en un futuro próximo asuman el relevo en la docencia y en la investigación. Hay becarias genéricas que atienden a diversos campos. Y las hay más monográficas, que se dedican a un proyecto o un área específica. Yo tengo la suerte de contar con una becaria adscrita a nuestro proyecto de investigación. Y me ha cambiado la vida. Para mejor, por supuesto.

Si hiciéramos una lectura marxista de la vida universitaria, supongo que ellas y nosotros debiéramos pertenecer a clases distintas, defender intereses diversos y mantenernos en permanente conflicto. Afortunadamente no es así. Nos llevamos bien, nos respetamos y tratamos de hacernos la vida lo más agradable posible. No sé si será así, de todas formas. Quizás no pase de ser la visión un tanto bobalicona de un profe mayor. Yo añadiría que el simple hecho de verlas deambular por los pasillos, jóvenes, alegres, casi siempre de prisa, dicharacheras y cargadas de energía ya le alegra a uno la vida. Pero no lo voy a decir porque me dirán que es un comentario machista y que valoro en ellas más lo que aportan por ser chicas jóvenes que por ser investigadoras. Nada más lejos de mi perspectiva, ya dije antes que no sé qué haríamos sin ellas.

Pero tampoco dejo de pensar en cómo vivirán ellas su situación. ¿Cómo una lucha por la supervivencia? ¿Cómo una competición constante? ¿Cómo un sufrido noviciado en el que hay que tragar lo que te echen y poner buena cara aunque estés rabiosa? Y, qué pensarán de nosotros, los profes. ¿Dictadores, jefes a secas, amigos, colegas con los que desarrollar un trabajo, abuelotes a los que hay que ayudar y mimar un poco para que no se desorienten, pesadilla con la que hay que enfrentarse con paciencia cada mañana? ¿Nos odian, nos temen, nos admiran, nos quieren? En cualquier caso, es muy interesante esa combinación de generaciones diversas. Da mucho juego porque, aunque puede resultar explosiva, también puede ser enormemente entrañable y productiva.

Bueno, alguien puede preguntarse a qué viene ahora este canto a las becarias. Bien simple, hoy está de cumpleaños mi-nuestra becaria, María. Un gran día, espero, para ella. Después de tenerla durante un año y pico trabajando a 1 metro, de darle la lata constantemente con problemas de todo tipo (neuras, incluidas), bien se merece un homenaje. Y ningún homenaje más justo que reconocer todo el esfuerzo que diariamente hace para que las miles de cosas en que andamos metidos vayan adelante.Un beso, María y muchas felicidades.

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