Lo que oyes. 30 segundos. Menos que una eyaculación extra-precoz. Y te dejan más baldado que aquella y con una humillación parecida. Pidiendo papas, vamos. Quizás sea solo al principio, mientras coges ritmo como un amante principiante, pero la verdad es que mete una caña de carallo. Eso sí, la publicidad te promete que en sólo 10 minutos obtienes “el mismo efecto de entrenamiento que después de una larga y agotadora sesión de entrenamiento convencional”. Así que, quizás, merezca la pena.
La Power Plate ésta es, ¿cómo no?, una máquina de última generación. De esas que han ido sustituyendo a aquellos otros vetustos utensilios artesanos de autodisciplina y mejora corporal (los cilicios, los látigos de flagelarse, las pesas, los kits de estiramiento y esas otras cosas sobre las que investigaba la inquisición). Hay que reconocer que ha mejorado mucho el envoltorio, pero los efectos son parecidos.
El secreto radica, a lo que parece, en esa historia del acceleration training (dicho así, en inglés, hay que reconocer que impresiona). Pero la cosa es, científicamente sencilla. Si los cocktails resultan mucho más exquisitos cuando se los menea intensamente, nada impide que suceda otro tanto con las personas: el buen meneo mejora la salud; más intenso es el meneo mayores virtualidades puedes encontrarle. Así que no se cortan y te mandan 25-50 vibraciones por segundo. Y tridireccionales. De modo que no se libra ni el más anacoreta de los músculos.
Una vez superados tus complejos (hay que pensar que siempre tienes al lado una monitora maciza y preciosa haciendo posturitas que cuando las hace ella parece que salen solas y a ti te cuestan un mundo) te subes a la máquina y sigues sus instrucciones: rodillas dobladas, culo atrás, pantorrillas en tensión, estómago contraído… y,¡ ala!, al meneíto. Los nazis lo hacían con descargas eléctricas. Ahora son “ondas de energía que se transmiten por todo el cuerpo activando las contracciones musculares”. Y es verdad, vas notando como se va moviendo todo mientras tú subes y bajas lentamente (rodillas siempre dobladas, culo altrás, pantorrillas en tensión, estómado contraído). Son sólo 30 segundos pero en los 10 últimos no tiras la toalla porque si levantas la mano de tu agarradero te das una leche. Hay que ver lo que tardan los últimos 10 segundos. Y luego las flexiones, los estiramientos de rodillas, de bíceps, de tríceps, de todo el repertorio. Y siempre el meneíto intenso. Durante 30 segundos cada vez. Una eternidad.
Casi seguro que algunos músculos ociosos y poco acostumbrados a este ritmo se han echado a la calle pensando que se trataba de un terremoto de nivel 7 en la escala Richter. Y ya me espero una protesta formal de los testítulos que me reclamarán un bunker seguro y anti colisión mutua en medio de este tsunami global.
La única satisfacción es que dentro de unos meses no me va a conocer ni el pupas. ¡Como una sílfide me va a dejar la Power Plate ésta!. Claro que entremedias habrá de ver cómo tranquilizo a mis asaduras para que no se declaren en huelga general. Y, cómo afronto el tema de las agujetas que se me han colado a sitios donde yo ni siquiera sabía que había cosa muscular
Una maravilla, oiga. Sólo 10 minutos por sesión. 30 segundo por postura. Uff! Pues ¡ala!, a gozar.
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