viernes, agosto 07, 2009

LA AMISTAD

Agosto va avanzando y lo que debería ser un mes de calores y baños se está quedando en un calendario incierto que lo mismo eleva la temperatura durante un rato, como al rato siguiente tienes que buscar a toda prisa un paragüas y un buen jersey. Questo estate é mobile! De bañarse, mejor ni hablar. Sólo los más arriesgados y ascetas o aquellas personas que deben rentabilizar necesariamente su inversión veraniega. O los incondicionales, como bastante gente en Coruña, que piensan que si estás en la playa ya ¡qué mas da! Pero es difícil mantener un buen rollito y esos amores veraniegos con el mar en estas condiciones.

Claro que los veranos frescos tienen otras ventajas. Sobre todo para los que nos visitan desde lugares donde se están asfixiando. Galicia les da un respiro: pueden dormir (incluso con manta), pueden respirar, pueden darse el lujo de sustituir la galbana solariega por una nueva energía y los gazpachos por un marisquito. Tampoco está mal.

Eso es lo que ha sucedido con nuestros amigos madrileños, Luis y Dami, que se han escapado hasta Galicia para disfrutar de Rianxo y de amigos que veranean allí. Y para volver a vernos, por supuesto. Y eso hemos hecho. Lo que mejor se puede hacer aquí: comer, pasear, charlar y, como dicen los brasileiros, “matar a saudade”.

Y, de paso, Luis me ha traído su texto sobre la amistad. Lo que me leyó en la fiesta de mi cumpleaños. Como se lo había reclamado con insistencia no le ha quedado más remedio. Además, como acaban de regresar de Chicago, ni le ha dado tiempo a retocarlo. Así que tengo el original, aquel escrito de su puño y letra en el que intentó plasmar todo un discurso (pero sobre todo, su discurso, el de él) sobre la amistad.
Yo lo he vuelto a releer. No es lo mismo, claro, sin su tono, sin la emoción contenida con la se iban desgranando las ideas, sin las lágrimas finales y el abrazo emocionado en el que nos fundimos ambos. No podía ser lo mismo. Pero, igualmente, conmueve porque te mete, sin miramientos ni anestesias lingüísticas, en el tema central de la amistad. La amistad vista por un psicoanalista, pero sobre todo, la amistad vista por un amigo.

La amistad, ha escrito alguien en Internet, es “una cajita de cristal pequeña y transparente” donde guardas cosas queridas. Es una bonita imagen. Es una caja pequeña. No hace falta guardar grandes baúles. Los amigos no tienen que hacer oposiciones ni tienen que presentarte un curriculum vitae abultado para consolidar su categoría. Son siempre pequeñas cosas que abultan poco. Y, al contrario, cuando los méritos van siendo excesivos se diría que deja de ser amistad para convertirse en débito. Necesitas responder a tanta generosidad, tienes la obligación de mantener tu contraprestación. Y todo se va complicando.

También lo de “transparente” está bien porque es un buen indicador del estado en que se encuentra la cajita y lo que contiene. No siempre es fácil mantener la transparencia (esa que se expresa y se nota en la mirada, en los gestos, en la confianza). Hay momentos en que la caja se empaña, otros en que puede incluso sufrir algún golpe o deterioro. A veces basta pasarle un paño para recuperar la transparencia, otras veces puede que precise de algún arreglo mayor. La cuestión es que la cajita se mantenga.

Pero lo que más me llama la atención de toda esta metáfora es cómo cada cajita es distinta a las otras. Y contiene cosas muy diversas. No sirven de mucho las reglas o las condiciones. Cada amigo o amiga lo es por razones distintas. Cada uno tiene su cajita y en su interior guardamos cosas bien diversas de unos a otros. Por eso, tengo mis dudas sobre si existe o no la amistad. Lo que existe son los amigos y amigas cada uno de ellos distinto de los demás. Tampoco sirve de mucho preguntarse si éste es mejor amigo que aquella o quién es tu mejor amigo. Cada uno lo es a su manera y eso no tiene vuelta de hoja.
Bueno, y todo esto venía, simplemente, al hilo de haber tenido que transcribir las ideas de Luis sobre la amistad. Dice cosas interesantes: la amistad es un don, no se gana, te escogen como amigo; la amistad como pacto sin condiciones; la amistad como fortuna que nos hace afortunados. Así me siento yo, desde luego. Alguien muy afortunado por las muchas cajitas pequeñas y transparentes que he ido acumulando a lo largo de estos años. No sé si les doy el mantenimiento adecuado. Seguro que no. Pero tengo la suerte, confirmada por el texto de Luis, de que esto de la amistad no es algo que tú te merezcas, es algo que te dan. Pertenece a la “lógica del don”. Menos mal.
Gracias, de nuevo, Luis.

LA PASIÓN DE LA AMISTAD (discurso de Luis Martín, en mi aniversario)


La palabra “AMIGO” deriva de una raíz griega, de la misma raíz de la que se deriva la palabra “AMOR”. Esto no es sorprendente. La amistad, como bien sabemos, es una de las formas de amar, una forma de amor que suscita una profunda intimidad pero en la distancia. De esa misma raíz se deriva la palabra “ama”, en el sentido de “madre”. Tampoco esto debería sorprendernos si pensamos que la amistad, como toda forma de amor, tiene capacidad fecundativa y generadora de una nueva individualidad. Se podría decir que la amistad es precisamente esto, el don de la individualidad: alguien me elige, me escoge, me sustrae del tumulto de las otras relaciones humanas; alguien me hace amigo y basta , pero sin hacerme o convertirme en su propiedad. En este sentido, la amistad es lo contrario a un vínculo porque es un pacto sin condiciones.

Es un evento no solo de amor, sino de la libertad, pero de una libertad que se compromete con la historia del otro, del otro amigo.

Este hecho de ser amigo de otro, sin ser del otro, es lo que diferencia la amistad de la relación de pareja. Incluye a los otros pero sin fusión física o espacial.

La amistad es esencialmente desinteresada, no quita ni conserva nada de sí misma, excepto, lógicamente, la gratificación afectiva y el sentimiento y la disponibilidad a comprometerse en lo humano y por lo humano.

He hablado deliberadamente de sentirse elegido y no de elegir. Digamos que la amistad pertenece a la lógica del “don”. No es un acto de mi voluntad, yo no decido ser amigo de tal o cual persona. La amistad, sencillamente, se produce. Se da, se “presenta”, se “me presenta”. Después puedo buscar razones, explicaciones, pero siempre para algo que ya ha ocurrido, que ya ha tenido lugar, que ya he experimentado, sentido y vivido.

El origen de la amistad, como toda forma de amor, se impone o, al menos, se propone a mi respuesta, a mi sensibilidad. Por esto la amistad es, sobre toso, un dejarse elegir. Una disponibilidad a darme, a implicarme, a arriesgarme en una relación. Abrirme y dejar que el otro penetre en mí y, desde dentro, me hable.

Como don, la amistad es una fortuna maravillosa, la fortuna de poder ser una fortuna para los otros, poder dar la amistad a quien nos busca como amigo… y poder llegar a ser más que uno mismo.
Creo, Miguel, que haciéndome portavoz del sentir de todos, puedo expresar la suerte y el honor que todos vivimos de considerarnos para ahora y para siempre tus queridos y fieles amigos.


Luis Martín Cabré

Orazo, Julio 2009

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