domingo, diciembre 10, 2006

Magnífico puente.

Y fué que sí, que resultó ser arco iris. Y no precisamente un arco iris metereológico. Hizo un tiempo horrible de lluvia, granizo, frío y nieve. A rachas y con saña. Pero resultaron unos días magníficos. De esos en los que disfrutas de las zapatillas y de toda la calma hogareña. Uno se puede enamorar también de esa simplicidad de lo cotidiano. Sobre todo si acostumbras a andar como un zascandil de hotel en hotel y de aeropuerto en aeropuerto. Hasta eso tan cursi y tan inglés de "hogar, dulce hogar" se convierte en algo muy prometedor.
Bueno, pues eso. Un magnífico puente. Hice los deberes que tenía pendientes (vamos, alguno; no consigo ni imaginar qué sería eso de acabarlos todos), fuimos al teatro (Retorno ao deserto, una obra excesivamente pretenciosa del Centro Dramático Galego), al concierto (qué placer para los sentidos la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak), paseamos cuando dejaba de llover y vimos mucho cine. ¿Qué más se le puede pedir a un puente?
De sobresaliente.

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