sábado, diciembre 23, 2006

La sonrisa

Lo oí en el autobús que me traía a Pamplona. Alguien comentaba a su vecino de asiento lo que echaba de menos su sonrisa. La sonrisa de alguien a quien había querido, supongo. Lo decía con ese tono vacilante de las emociones profundas.
Yo también me emocioné al escucharla. De lo que recuerdas de una persona nada tiene comparación con su sonrisa. La sonrisa y lo que va asociado a ella:una mirada brillante, un gesto distendido, quizás palabras en tono jocoso. Pero es la sonrisa lo que te penetra, lo que te absuelve, lo que pone en marcha tus propios motores afectivos. Es como un chute de energía que te despierta de inmediato; como un rayo de luz que levanta esas nieblas pesadas que a veces se apoderan del espíritu. Adoro las sonrisas y las risas y todo lo que suelen llevar consigo.
A lo largo de la vida uno se va cruzando con muchas personas. Algunas pasan desapercibidas. Pero casi nunca pasa eso con aquellas que sonríen. Esas se te cuelan dentro. Acabas necesitándolas o, cuando menos, deseas volver a verlas porque su presencia alegre forma parte de tu alimentación básica.
En lo que a mí se refiere, tengo que confesar que soy afortunado. Mi vida ha estado llena de gente así. Gente que no sólo sonríe, sino que te mete en su sonrisa, la comparte contigo. Yo mismo creo que he sido sonriente y reidor siempre. Aunque últimamente me dicen que soy una persona muy seria. Eso me está agobiando un poco. Quizás por eso necesito cada vez más de personas sonrientes. Para contagiarme de ellas.

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