miércoles, junio 26, 2024

LA ÚLTIMA SESIÓN DE FREUD

 



Con un título así resulta imposible pasar de largo. Menos aún, si uno es psicólogo (nadie es perfecto) y cuenta entre sus mejores amigos con varios prestigiosos psicoanalistas. No cabía titubeo alguno.  Y allá fuimos.

La última sesión de Freud es una peli inglesa (cosa que se nota enseguida por esa perfección a la hora de crear ambientes señoriales y personajes de época). Fue filmada en el 2023 pero su estreno en España se ha demorado hasta el 2024. La ha dirigido Matt Brown y es autor del guión Mark St. Germain

Como el guión es el elemento central de la película conviene tener algunos datos previos al respecto. Germain concibe la historia como una obra de teatro (en realidad, salvo los flashback, todo sucede en el interior de un salón) basada en el libro de Armond M. Nicholli: The Question of God: C.S. Lewis and Sigmund Freud Debate God, Love, Sex, and the Meaning of Life (traducido al español y publicado por la Editorial Rialp de Madrid en el 2024).  Nicholi (1927-2017) era un profesor de psiquiatría en Harvard que daba clases sobre el pensamiento de Freud. Como se había cansado de los modos didácticos tradicionales (y había constatado que sus estudiantes le atendían cada vez menos) se planteó la necesidad de buscar abordajes más atractivos. Y se le ocurrió imaginar un debate entre Freud y un antagonista que pudiera estar a su altura intelectual.  A través del diálogo entre ambos podría ir desgranando los elementos más relevante de Freud, que era su tema. Aprovechó para dar realismo a su fórmula el rumor sin comprobar de que Freud, cercano ya a su muerte, había llamado a su casa a un catedrático de Oxford para debatir con él sus puntos de vista. Nicholi personifica ese supuesto profesor de Oxford en la figura de Lewis, teólogo anglicano, que era, efectivamente, catedrático medievalista en Oxford y figura relevante de las letras (sería, posteriormente, el autor de “Las crónicas de Narnia”). Lewis nacido en Belfast estaba bautizado, pero se fue alejando de la vida religiosa en la adolescencia y perdió totalmente su fe durante la guerra para la que fue alistado. Posteriormente su encuentro con Tolkien y otros autores le llevó a recuperar la fe y lo hizo con tanto ímpetu que se convirtió en apologeta del cristianismo con programas radiofónicos en los que defendía las creencias religiosas. A Nicholi le debió parecer una figura suficientemente connotada y relevante como para enfrentarla a Freud que era decididamente ateo. Es poco probable que esa reunión se produjera, sobre todo, por la escasa coincidencia de las fechas vitales de Freud y Lewis, pero como al final había que imaginarla, pues tampoco es que eso resultara un problema. La cosa es que ambos podían discutir con solvencia y haciéndolo creíble sobre lo divino y lo humano.

Con esas herramientas, construye Matt Brown el film. Un film construido en torno a un guión potente y dos figuras carismáticas del cine. No hay ningún personaje en el cine que Antonhy Hopkins no pueda bordar.  Él se transforma y vive de tal manera sus personajes que es probable que haga mejor de Freud que el propio Freud. Y su réplica Matthew Goode construye, a su vez, un Lewis muy creíble. Frente a ellos dos, todo el resto de personajes pasa a un segundo plano. Lo hacen bien, pero está uno tan metido en lo que hacen y dicen los dos protagonista que no tienes tiempo para fijarte en los demás.

El escenario, como decía, está magistralmente definido, adornado y compuesto. Y a ello se añade una fotografía con tonos ocres que te sitúa justamente en aquel tiempo y aquel estilo de vida del Londres rico de preguerra.

 El  desarrollo de la historia que se nos cuenta, siendo como es, seductor, acaba resultando disperso y fugaz. Se cruzan excesivas tramas. Los diálogos son fascinantes pero efímeros. No se consigue decodificar lo que van diciendo al ritmo en que lo hacen. Efectivamente van saliendo todos los temas que promete el título: Dios, las creencias religiosas, la ciencia, el sexo, el psicoanálisis, el amor, la vida y la muerte, la guerra, la identidad de género, las relaciones paterno-filiales, el deseo, las relaciones con el padre…En verdad, los diálogos son como bandadas de estorninos que vienen agrupados y te van sobrevolando. Coges una palabra de aquí, otra de allí; coincides y diverges en simultáneo en las dos o tres cosas que han aparecido de repente en la discusión. Es como un circo con muchas pistas. Al final te quedas con la sensación de que tienes que volver a verla para tratar de clasificar las posiciones y entender los razonamientos (escasos, hay más de enunciados o pronunciamientos que razonamientos), pero da pereza pasar otra vez por ese chorreo de ideas.

El debate principal es desde luego el que contrapone a Dios con la ciencia (Dios, dice Freud, es la proyección del deseo infantil de la protección de un padre; y la religión es la forma de satisfacer ese deseo). Y al socaire de la idea de Dios van entrando los otros temas de la conversación. Todo lo divino y lo humano pasa por la trituradora mental de dos cabezas brillantes, pero para reconocer, en la mayor parte de los casos, que sus sensaciones son más fuertes que sus certezas y que ambos se han movido de pensar de una cierta manera a hacerlo de otra. Está visto que tanto la mirada religiosa sobre la vida, como la mirada psicoanalítica dan para mucho. Y, desde luego, se confirma aquel viejo aforismo de que a nada que rasques en lo que piensa y cree cada persona (su teoría), aparece enseguida una biografía. Los flashback que Brown va incluyendo en el film ayudan a entender la evolución que tanto Freud como Lewis han tenido en su pensamiento: el impacto del pasado, las relaciones con el padre, la vida sexual, la visión del mal y la muerte, etc.

En fin, una película un poco  caótica por la cantidad de temas que van apareciendo, con diálogos potentes entre dos mentes privilegiadas. Con frases e ideas brillantes que te gustaría mucho poder recordar, pero enseguida comprendes que resulta una tarea imposible por la celeridad en que se van sucediendo. Al final, es una película de la que con gusto te quedarías con el libreto para poder volver sobre los diálogos e ideas que han ido apareciendo en el debate. Y no es que la puesta en escena resulte indiferente. Algo así no sería propio de una buena película inglesa de época. Lo que sucede es que, al tratarse de un debate sobre ideas y convicciones personales, la palabra es el principal protagonista.

La crítica no ha sido amable con Brown, sobre todo por el ritmo frenético y algo caótico de las temáticas por las que se transita. Algo de razón tienen, desde luego. También se critica el gran número de tramas que se desarrollan en la trama, lo que hace que se haga imposible tratarlas con entidad. Yo no tengo esa sensación negativa sobre la película, aunque sí concuerdo en que se trata de un cine especial, por conceptual y deliberativo, que te tiene que gustar. Si no es así, es probable que te resulte pretencioso y aburrido.

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