jueves, junio 13, 2024

EX-MARIDOS

 



El título sugiere algo divertido y con morbo, sea porque se usen balas feministas para ponerlos a parir, sea porque vaya por el lado contrario y sean ellos los que cuenten con humor sus cuitas y desventuras para convertirse en ex. Pues no, es una película más bien triste que poco dice de las parejas rotas y tiene más que ver con la nostalgia y el duelo de los tres exmaridos.

Dirige esta película de EEUU, Noah Pritzker, que es también autor del guión. No constan muchas creaciones anteriores: Quitters (2015), es su único largometraje que contiene, también, ese toque nostálgico y un poco depresivo de exmaridos. Lo mejor de la película es sin duda la elección de los artistas que están magníficos en su papel. El  protagonista Griffinn Dunne está perfecto en su papel y también está bien quien James Norton que representa a su hijo y tercero de los ex. El tono triste y de perdedor se refleja bien en la fotografía (muchos primeros planos de caras tristes y  movimientos posturales de duelo, escenarios de interior, etc.). Y la música, incluso  en momentos en que pretende ser de jolgorio y fiesta (¡por Dios, que están de despedida de soltero en Cancún!) tiene ese tono apagado y tristón que lo contamina todo.

La historia que nos cuentan daba, creo  yo, para un recorrido más variado. Claro que el director quería contarnos la separación como un drama, así que  escogió el  camino que le pareció más adecuado. El cuento es que tres generaciones sucesivas (el protagonista, su padre y su hijo) pasan por el trance de la separación de sus parejas. Y lo hacen en una progresión que viene marcada por la evolución que la propia sociedad va siguiendo: el abuelo se separa tras 65 años de vida común; el padre se separa tras una vida matrimonial amplia (35 años de casado, con hijos mayores y una vida hecha); el hijo se separa en la preparación de su boda (pero tras 6  años de vida de novios). Toda una aceleración de la ruptura.

Las razones por las que la separación se produce no quedan claras.  El  abuelo quería liberarse y es él quien toma la decisión; el padre se ve sorprendido por la separación y  es ella la que toma la decisión y la  mantiene; el hijo es el que más la sufre porque se entera a última hora y la separación se produce porque ella tiene consigue  un trabajo en otro  lugar y se va, sin más. Claro que, en su caso, aparece de por medio una depresión larvada que le resta vitalidad y alegría. En todo caso, el motivo de la separación no es objeto de análisis del film que se centra más en cómo viven la separación cada uno de los implicados, cada uno de los ex.

En fin, una película más. Meritoria en su hechura si se considera que es el segundo film de Pritzker. Tiene el mérito, eso sí, de haber sido elegida para la sección oficial del Festival de San Sebastián. Interesante, en todo caso, ese intento por entrar en la dimensión psicológica de las separaciones y en lo que tienen de drama, pero demasiado circular y triste en todas las situaciones que se van incorporando a la historia central.  

Teníamos unas filas detrás a tres jóvenes con los que me tropecé al salir. Por su tono percibí que una de ellas era mejicana y se iba quejando de que incluso las escenas alegres (las fiestas y la música mejicana de Yucatán) parecían apagadas y tristes. Pues eso.

 

 

 

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