domingo, junio 09, 2024

EL ETERNO RITORNELO DE LA FELICIDAD

 


 

Algo debe tener la propia palabra “felicidad” que provoca tanto ditirambos hiperbólicos como desprecios y desconsideraciones no exentas de agresividad y hartazgo. Vamos, que provoca tantas filias como fobias, tanto adhesiones como repugnancias. Yo  me siento entre los primeros, pero más por condición genética (esa cosa del optimismo natural) y por edad que por  razones más serias y académicas. Así que cuando me encuentro en la prensa o en el cine debates sobre la felicidad me resulta difícil sustraerme a ellos.

Hoy me he tropezado en Internet con un vídeo del psiquiatra Rojas Marcos sobre la felicidad, sobre los 5 errores que cometemos en nuestra vida diaria y que nos alejan de la felicidad (https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=KB2to8OjOuM ). Por supuesto, allá fui  de inmediato para ver qué nos decía el doctor. Bueno, es un speech de divulgación, así que no se le puede pedir más de lo que está destinado a  dar. El famoso psiquíatra, al que este tema le gusta casi tanto como a mí, suele mantener un discurso en el que felicidad e infelicidad se equilibran: solo quien ha sido infeliz en momentos es capaz de identificar la felicidad en otros momentos. Y, tomando de Einstein aquella repetida idea de que si seguimos haciendo las mismas cosas es poco probable que obtengamos resultados diferentes, pasa a argumentar que hacemos cosas que provocan infelicidad y que, por tanto, si seguimos en esos errores, más que felicidad lo que vamos a experimentar es infelicidad. Y los errores que él menciona en su receta son 5 y vienen a decir, más o menos lo siguiente:

·       Que damos demasiada importancia (magnificamos) a las cosas negativas que nos suceden.

·       Que somos demasiado duros y exigentes con nosotros mismos. Nos cuesta perdonarnos lo que nos sale mal.

·       Que dejamos que el pasado (las heridas y sufrimientos vividos) tengan demasiado peso en el presente.

·       Que no nos concedemos el derecho  a tener ilusiones y perseguirlas.

·     Que centramos tanto nuestra atención y emociones en lo inmediato, en el ahora, que acabamos perdiendo la capacidad de ver las cosas en perspectiva.

Sin que sea (ni lo pretende) un listado definitivo o una taxonomía científica, la aportación de Rojas Marcos está bien traída. Es verdad que la vida moderna (al menos la occidental, la de los países desarrollados) ha ido haciéndonos cada vez más quejicas, más dependientes. Y así cualquier dificultad adquiere una relevancia desmesurada. Eso es lo que hace que los niveles de neurosis colectiva, esa tendencia a exagerar la importancia de las dificultades que nos afectan, sea cada vez mayor y que, por tanto, tendamos a sobre dimensionar nuestras reacciones.

No estoy tan seguro de que el segundo error sea tan real y extendido como el primero. Seguramente hay gente que se perdona poco, pero mi impresión es que lo que hay es gente que se lo perdona todo. Con la coletilla esa de que “es que yo soy así”, hacen la vista gorda a cuestiones que deberían revisar. Si los errores y equivocaciones no se reconocen como tales, poca posibilidad hay de que podamos aprender de ellas. Es más fácil dejarlo estar o derivar responsabilidades (la vida, los otros, el sistema, mis problemas) que ponerse a pensar si  yo podría haberlo hecho de otra manera.

Lo de saber curar las heridas del pasado (o, al  menos, dejar de hurgar en ellas), cerrar los duelos, pasar página de disgustos, buscar nuevos escenarios y nuevas personas, etc. ha sido desde siempre una condición de la felicidad. No en vano suele decirse que para ser feliz hay que tener buena salud y mala memoria. Es decir, ser capaz de ir olvidando cosas para que el pasado no acabe desvirtuando el presente y el futuro. En el mejor de los casos el pasado nos vale como poso y referente. El propio Rojas Marcos suele insistir en esa idea de que la infelicidad es necesaria para que exista la felicidad. Osea que el haber pasado por situaciones infelices más que una cortapisa para alcanzar la felicidad, debería ser el piso donde hacer pie para poder avanzar hacia una situación mejor que podremos llamar, por contraste, felicidad.

 No tener ilusiones que perseguir es algo así como renunciar al futuro y quedarse a sobrevivir en el día a día (ese dicho futbolístico tan repetido del “partido a partido”). Nos pasa mucho a los mayores: disfrutamos del pasado, sobrellevamos el presente y renunciamos a pensar en el futuro porque resulta incierto y presuntamente peor que lo de ahora. Así que mejor no pensar en él, no hacerse ilusiones. Y si esto  ya es malo en los mayores, resulta dramático cuando lo ves en chicos jóvenes o en adultos con mucha vida por delante. Si el futuro no se personaliza, no se planifica a la medida de uno mismo (eso es lo que permiten las ilusiones) la vida se convierte en un sucederse los días sin encanto alguno. Para mí, éste es quizás, el mayor error de los 5 que menciona Rojas Marcos.

Y finalmente ese error tan actual de la pérdida de perspectiva. Vivimos tan en el presente, tan en el aquí y ahora, tan en la emoción del momento, que se nos altera la visión de conjunto. Hace unos días se excusaba un ministro de una metedura de pata suya diciendo que “si hubiera sabido la  repercusión que iban a tener mis palabras, no lo hubiera dicho”. Claro, tío, te vienes arriba en un momento de euforia y te lanzas al vacío. Un amigo italiano, Franco Frabboni, hablaba de la vida con luces cortas (en algunos casos, ni siquiera son las cortas, son las de situación) y la contraponía a una vida “a luci lunghe”, es decir, iluminar la vida con las luces largas, sin perder nunca una perspectiva amplia que sitúe cada momento en un contexto más amplio que le dé sentido y proyección.

Al final, esos errores que Rojas Marcos menciona tienen que ver con la felicidad, pero podrían decirse con igual pertinencia si estuviéramos hablando de la vida en su conjunto. Es que, en el fondo, cuando hablamos de felicidad estamos hablando de vivir bien. La felicidad no deja de ser una cualidad más de la buena vida. O al menos, de una vida mejor a la que teníamos antes. Por eso tiene sentido aquello de que la felicidad no se tiene nunca, la  felicidad se busca…

 

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