sábado, marzo 16, 2024

LUNANA, UN YAK EN LA ESCUELA

 



Lunana, un Yak en la escuela es una hermosa película de Bután del 2019. Está dirigida por Pawo Choyning Dorii, que es, también el autor del guión. Es la primera película que conocemos de este director que, posteriormente, sí ha dirigido otra en el 2023 (The Monk and the Gun). En ambas nos ofrece una visión de su país, destacando ese ecosistema particular que Bután representa en la filosofía vital y la forma de relacionarse con la naturaleza.

Ninguno de los personajes que actúan en la película es actor profesional. Ni siquiera el protagonista. Coordinó la sesión Felipe Guerra, realizador cinematográfico brasileño y colaborador con escuelas portuguesas en la realización de films. Él comentó que escogieron como protagonista a un muchacho que estaba preparando su marcha a Australia para trabajar allí. Le pidieron que esperara hasta concluir la película y hasta aprovecharon su propia agenda personal (el deseo de marcharse a Australia) para construir la historia que nos cuentan.

Técnicamente la película no es, obviamente, una superproducción, pero tanto la fotografía (magníficos paisajes en la montaña; buen equilibrio entre primeros planos de rostros y expresiones y otros generales), como la música (a la que se concede un gran protagonismo como expresión de la forma de ser en aquel mundo y de relacionarse con la naturaleza) cumplen muy bien con su intención de situarnos en un entorno físico y cultural muy diferente al occidental. En realidad, se ha hecho con los recursos de que disponían porque, al igual que sucedía con los personajes, los ambientes en que fue filmada son auténticos. Tuvieron que desplazarse penosamente hasta aquel lugar en la montaña donde ni siquiera había electricidad. Hubo que organizarlo todo para que la filmación fuera posible. Y pese a ello, el producto final ha sido bueno. Tanto que fue nominada a los Oscar como mejor película extranjera en el 2021.

En el fondo, la película es un hermoso canto al valor de la educación y a la importancia de los maestros. Repiten varias veces que los maestros son muy importantes porque “pueden tocar el futuro”, es decir, porque conducen la formación de los niños y niñas y hacen posible que exista futuro para ellos y ellas. Y cuando se pierde a un maestro en la aldea, el problema que sienten es que sus niños están perdiendo futuro. Un hermoso pensamiento.

La figura del profesor y su evolución a lo largo de la película es otro de los ejes que plantea el film. Bután ofrece gratuitamente la formación y el acceso a la profesión docente, pero exige que una vez graduados, los nuevos profesores y profesoras dediquen varios años a la enseñanza en el lugar donde les destinen. Y esto es lo que debe hacer el nuevo graduado, a quien, dada su escasa voluntad de colaboración y su deseo que escaquearse del compromiso asumido, le “castigan” con el peor destino disponible, en plena montaña.

Así que su acceso a la profesión resulta tan abrupto como su viaje a la escuela a la que le han destinado. Su viaje al destino corre en paralelo a su viaje interior hacia la profesión. Primero todo son negaciones y quejas (él se oculta tras sus auriculares, sigue en su mundo, se pierde los paisajes por los que transita, le cuesta asumir su nuevo estado). Incluso ya llegado a la aldea se niega a salir de sí mismo, a mirar al entorno, a aceptar su circunstancia. Afortunadamente todo va cambiando, poquito a poco, cuando ya en el lugar constata la ilusión con que lo reciben, el interés de los niños por recibir formación, la importancia que su presencia y compromiso tiene para todos. Felipe Guerra hizo una consideración muy pertinente: lo normal es que el profesorado entienda que su misión en transformas a los estudiantes con los que trabaja, pero en este caso son los niños los que transforman a su maestro.

 Llama un poco la atención el tipo de clases que se imparten: el inglés. Uno pensaría que en un lugar como aquel de poco les va a servir el inglés.  Supongo que los pedagogos seríamos más partidarios de un tipo de formación más ajustada al entorno, pero hay que entender que, si el maestro pensaba marcharse a Australia, seguramente tenía frescos sus aprendizajes de inglés y fue en eso que dominaba que le pareció conveniente empezar. Y “¿por qué no?, se preguntaba el coordinador de la sesión.

Si en el resto de las películas que hemos visionado en CINEDUCA 2024 (muy centradas en problemas personales de los docentes) podríamos cuestionarnos su pertinencia o no a un ciclo de cine educativo, en el caso de “Lunana, un yak en la escuela”, tal cuestionamiento no tendría sentido. Todo respira a educación y profesorado en este film. En él se recogen todas las contradicciones que configuran la educación moderna: entre ciudad y naturaleza, entre dependencia de la tecnología y vida natural, entre ruido y silencio, entre modernidad y tradición. Pero, dado que estamos en un ciclo que se refiere a la figura del profesor, lo que aborda en la película es la complejidad de la vocación docente y la evolución que sigue el proceso de construir la forma de ser profesor y de vivir la docencia. Es un proceso que cada uno de nosotros/as vivimos de una manera diferente y con resultados diversos.

Y junto a la educación y el profesor, los otros dos grandes protagonistas de Lunana son, por un lado, la naturaleza con su belleza natural, sus ritmos, su música, sus condicionantes y sus recursos. La naturaleza como ecosistema en el que vivir. Y, por otro lado, la comunidad rural con sus costumbres, su sabiduría natural, su cohesión, su bondad simple, su generosidad. Pawo Choyning Dorii quiere, sin duda, filmar un canto a su país y al significado que la cultura butanesa tiene en el contexto internacional. En ambos casos, es un mensaje que la película transmite con mucha claridad.

El resultado de todo lo dicho es que al final uno concluye la película con una sonrisa. Suelen denominar feel good movies a este tipo de películas, justamente porque te hacen sentir bien, porque promueven el optimismo y el bienestar. En otras películas del ciclo hemos acabado la sesión acongojados y con la sensación de amargura que dejaban las situaciones vividas en la sesión. “Lunana, un Yak en la escuela”, nos deja con la satisfacción de haber vivido una historia agradable y optimista sobre la educación y la figura del profesor/a. Nos decía Felipe Guerra que en Brasil el título de esta película es “La felicidad de las pequeñas cosas”. Y, efectivamente, esa es la sensación con la se sale de la sesión. En ese sentido, ha sido un buen film para cerrar nuestro CINEDUCA 2024.

 

 

 

 

 

 

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