jueves, marzo 07, 2024

EL TALLER DE ESCRITURA (L' Atelier)


 


La segunda película del CINEDUCA 2024 ha sido “El taller de escritura”, película francesa de 2017, dirigida por Laurent Cantet, un director para quien no es nuevo el acercarse con sus historias al mundo educativo. Ya lo hizo de manera brillante en la película “Entre les mures” (La clase). Cantet es, también, el guionista, junto a Robin Campillo, de la película.

Uno de los aspectos destacables del film es que solo Marina Föis (la profesora Lisa) es actriz profesional. El resto de los participantes (al menos en lo que se refiere al grupo de muchachos que trabaja con ella en el taller) son voluntarios aficionados. Hay que reconocerles que desarrollan muy bien los roles que les encomiendan.

La película dura 114 minutos, aunque fácilmente podría haberse quedado en los 90 convencionales sin perder interés. Los aspectos técnicos están bien resueltos, aunque sin destacar. Los planos cortos de los personajes están bien conseguidos, lo que tiene un mérito especial al tratarse de aficionados. La música pasa desapercibida. El ritmo está bien desarrollado, con momentos calmos y otros de tensión. El final de la historia es espectacular (en nuestro caso, el auditorio tardó varios minutos en poder reaccionar tras concluir el visionado; era como si se hubieran quedado anonadados ante la inesperada secuencia con que concluye).

Si pasamos a comentar la historia, está claro que seguimos en el tema central de esta muestra de cine educativo: la figura del profesor/a. En este caso, es una figura que se aparta de la imagen convencional del profesor/a que da sus clases en el aula al grupo de estudiantes que le toca atender. No es ese el caso: estamos ante una escritora, famosa por sus thrillers, que se anima a trabajar con un pequeño grupo de jóvenes desadaptados del sistema educativo y a los que hay que atender con estrategias de 2ª oportunidad. Ella lo pretende hacer a través de la escritura. Y lo que les propone es elaborar juntos una novela. Así pues, se trata de una voluntaria, en el extrarradio del sistema educativo y que no precisa someterse al corsé curricular de unas materias y objetivos predeterminados.

El grupo de jóvenes con el que va a trabajar es un grupo variopinto con chicos y chicas que quedaron fuera del sistema educativo ordinario. Reflejan una amplia mezcla de razas, culturas, situaciones vitales y económicas que pretende reflejar la situación habitual en las grandes barriadas francesas. Seguramente, han aceptado participar en ese taller convocado por el Municipio, porque así reciben ayuda económica. Por tanto, su interés por la escritura es remoto o nulo. Sus urgencias vitales van por otro lado.

 En ese contexto, tiene sentido lo que les propone la mentora: que planifiquen, configuren y redacten juntos una novela policíaca. Aunque al principio la propuesta les desconcierta, en cuanto sale la primera idea (empezar por la aparición de un cadáver), la cosa empieza a atraparles. Y lo que sucede es lo esperable, que aunque parezca que están pensando en una novela, en realidad empieza a aparecer la vida y la circunstancias particulares de cada uno de ellos. Una vida en la que se mezclan tanto su vida cotidiana y sus experiencias en el mundo real, como esas otras experiencias que emanan del mundo digital y los videojuegos que forman ya parte de su vida. La profesora ha sido muy inteligente: utiliza la escritura como recurso para reconstruir y dar sentido a lo que cada uno de ellos está viviendo. La mochila personal de cada quien va a ser la amalgama que enfrenta y une sus aportaciones al relato.

Y así, entre acuerdos y broncas van surgiendo ideas sobre cómo avanzar en la trama de la película. El suspense y tensión propios del thriller se va combinando con el intento de alimentarse con la historia del entorno en el que viven: los astilleros, los conflictos laborales y étnicos, las diferencias sociales, el racismo. La trama de la novela va avanzando en paralelo a otra trama particular que vive uno de los muchachos en sus relaciones, pues se ha integrado en un grupo supremacista que amaga con conductas violentas contra la inmigración. Y llega un momento en que ambas tramas se mezclan y el decurso académico y pacífico de la novela se fusiona con el desarrollo intenso y violento de la vida real del protagonista. Y así, de forma inesperada y dramática, se completa el sentido de auténtico thriller que ellos buscaban.

Al final, Cantet nos plantea una especie de moraleja: no es la ficción lo que va a salvar a estos muchachos ni-nis (ni trabajan, ni estudian), sino la vida real. La vida real, tiene más incentivos que el elucubrar. Bueno, no sé si es tan sencillo…

Pero a mí, de todo lo visto en el film, lo que me ha llamado más la atención es esa analogía que la profesora Lisa establece entre el escribir una novela y el educar. Bueno, en realidad ella está pensando en la crítica que el alumno conflictivo le ha hecho sobre su decisión de prohibirle ciertas expresiones y señalar lo que se puede decir y lo que no. Le acusa, además, de que no siente lo que viven sus personajes y que, por tanto, no es capaz de dotarles de credibilidad. Y ella reflexiona en el sentido de que efectivamente sus personajes no son ellos mismos en realidad; ella los crea y los modela, los instrumentaliza. Al final, son más reflejo de ella misma que de lo que ellos son en su contexto vital real. Soy yo, reflexiona Lisa, la que “pongo las palabras en mis personajes y los instrumentalizo”, “son marionetas que se mueven al ritmo que yo les marco”, “Sam (debe ser alguno de sus protagonistas) no tiene ninguna autonomía, está ahí para que yo le vista, le dé la comida, para que sea su madre. Yo soñaba con un adolescente lleno de vida, casi brutal a veces”.

Vista esta reflexión con ojos de pedagogo, la analogía de escribir una novela con educar es clara. La misión de la educación no es crear personajes predefinidos, no es hacerles decir lo que queremos que digan, no es instrumentalizarlos. Cada quien ha de ser capaz de decir sus propias palabras, de vivir su vida, de conquistar su autonomía. Los docentes no tenemos que preescribir la historia de nuestros estudiantes. Lo nuestro es dotarles de herramientas para que sean capaces de escribirla por ellos mismos, incluso aunque eso signifique apartarse de los nobles objetivos que teníamos planeados para su bien.

No sé si Cantet pretendía llegar tan lejos. Posiblemente no. Al final, no sabemos si escribieron la novela, pero desde luego será difícil que olviden la experiencia vivida.

 

 

No hay comentarios: