martes, julio 07, 2009

Resaca post aniversario



Me fui a ver a la cabra. Pobriña, no puede quedar sola así, sin más. La sacaron de su redil, la llenaron de globos y la metieron en una fiesta enloquecida para dejarla después sóla. Pero estaba bien, tranquila amarrada al poste (aunque ahora con una cuerda que le permitía más movimientos). Se había zampado algunas rosas del rosal y había limpiado a conciencia en círculo la hierba. Como tenía agua cerca supongo que tampoco tenía sed. Pero así y todo no era fácil evitar un cierto sentimiento de culpabilidad con ella.
Me miró con cara circunspecta cuando llegué. ¿Quién sabe? Quizás me tomó por el carnicero y empezó a imaginarse lo peor. Pero, tras 4 mimos de saludo, enseguida comprendió que estaba de su lado y se tranquilizó. Así que ella siguió con lo suyo y yo me fui a ordenar todo lo que había dejado de cualquier manera tras la fiesta.
Lo primero que hice fue recoger los regalos. ¡Tantas cosas! Supongo que algunos lo hacen de manera más mecánica pero estoy seguro que la mayor parte de mis amigos lo pasaron muy mal con la historia del regalo. Me pasa a mí cada vez que he de hacerlo. Lo pienso, le doy mil vueltas, me desespero porque me da la impresión de que la persona a la que se lo vas a regalar lo tiene todo, tienes que calcular en no pasarte y, a la vez, no quedarte corto… Un suplicio. Por eso cuando miro los regalos siempre me pregunto que habrá por detrás de ellos, qué mensaje me traen de las personas que me los dieron, en qué habrán pensado cuando lo buscaban. En parte, al menos, cada regalo refleja la imagen que tienen de ti los que te lo regalan. Así que los miré con calma, traté de relacionarlos con las personas de las que venían, traté de sentir sus sentimientos. A veces no es fácil. Otras veces, lo captas enseguida.
Y luego viene la parte de la historia que me toca a mí. ¿Habré sido lo suficientemente expresivo agradeciéndoselos a quienes me los daban? La situación es tan caótica en algunos momentos de la fiesta que te falta sosiego para pararte, abrir el regalo, disfrutarlo con los donantes y agradecérselo de veras. Unos que llegan y te dan su regalo mientras otros están entrando y saludando y tienes que ir a recibirlo y alguien que te llama y otros más que llegan y otros dos regalos en la mano… Un batiburrillo de sonrisas, saludos, apretones de manos, abrazos y bienvenidas que le restan protagonismo a los regalos. Por si acaso, cuando tuve un momento, fui anotando de quién era cada cosa pero ya entonces tuve algunas dudas. Un desastre. Se merecían mucho más agradecimiento los donantes, lo sé. Sobre todo aquellas personas que se lo habían pensado mucho. Es una tarea que me queda pendiente la de escribirles uno a uno y agradecerles de nuevo y con más intensidad.
Ahí se fue una parte de la tarde. La cabra me miraba hacer pero no estaba muy comunicativa. Iba a lo suyo y entre chupito y chupito de agua de la fuente se iba zampando su menú vegetariano. Le sugerí hacer un break y asintió con la mirada. Por lo que he visto, le gusta doblar las rodillas delanteras y ponerse de rodillas. Parece que eso la relaja. Así que como la vi en plan de descanso yo también acerqué una silla y me senté. No fue fácil iniciar una conversación. ¿De qué carallo hablas con una cabra? Lo único que se me ocurrió fue preguntarle si le había gustado la fiesta de ayer. Creo que eran juramentos las cosas que decía, aunque no se le entendía bien. No debió gustarle mucho, pensé. Bueno, le dije, es cierto que debió ser bastante estresante para ti. Te trajeron aquí cargada de globos y arrastrándote a la fuerza. Pero luego ya viste que toda la gente se volcó a hacerte caricias. Y los niños se lo pasaron en grande contigo. Ella seguía medio distraída. Quizás no le interesara mucho el tema, aunque no creo. Mi impresión fue que lo que no le gustaba era hablar de ella misma. Quizás tuviera sentimientos encontrados sobre lo que estaba viviendo y le resultara difícil de explicarlo. Bueno, le dije, si es eso, tampoco te parezca extraño, también me pasa a mí. Ha sido un día estupendo y, sin embargo, mis emociones están muy revueltas. Me siento bien y mal a la vez. Eso son los 60 que te han caído encima, me susurró ella con un guiño (vaya, al final se comunicaba, menos mal, ya pensé que me quedaría hablando solo como un idiota). Sí, eso también, confesé. Pero son muchas más cosas. No sé si todos los amigos que han venido se han sentido bien. A algunos los he visto un poco melancólicos como sin entrar en la fiesta. Quizás hayan pensando que les he atendido poco o que he agradecido poco sus regalos. Además como había varios grupos (los amigos de fuera, la pandilla de ahora, los amigos de encontrarnos en ocasiones, los del trabajo, la familia…) era difícil poder estar con todos y atenderlos como se merecían. Tonterías, dijo la cabra. Gracias, le dije, pero tú no puedes entender lo complicados que somos la gente. Tonterías, insistió ella. Ojalá, acepté. La verdad es que todo el mundo me dijo que se lo había pasado muy bien. En realidad, yo también me lo pasé muy bien. Incluso cuando la cosa resultaba un poco caótica y cada uno deseaba una cosa o cantaba una canción o andaba a su bola. Ya sé que no faltaron los momentos de emoción intensa (cuando Luis leyó su escrito, con el video retrospectivo) o de risa intensa (con los versos de Juan y su risa contagiosa, con la historia del argentino que se va al paraiso canadiense) o de placer sin más (en el baile, en las canciones). Tampoco faltaron algunos momentos de tensión y consignas contrapuestas. Lo típico de estas cosas. Y se nos olvidó la queimada. Por qué entonces esa cara medio llorosa, me dijo la cabra. No sé, tuve que aceptar, cosa de las emociones que lo mezclan todo.
Ya se había hecho tarde y tuve que recogerlo todo para regresar. Allí dejé a la cabra. Yo creo que más tranquila, aunque cuando me iba me miró con una cara un poco dubitativa. Debía estarse preguntando dónde demonios había ido a parar. La sacan de su corral, la llenan de globos, la meten en medio de una multitud y la dejan sola atada a un poste. Gente rara. Pero si hasta hay un tipo que habla con las cabras. ¡Por Dios…!

1 comentario:

Jimmy dijo...

¡Hola Miguel!

Gracias a tu blog por fin puedo ver a la famosa cabra. La verdad es que es muy bonita, no me extraña que le hayáis pillado cariño y no queráis comérosla.

Un saludo,
Juan Gestal Romaní