lunes, julio 20, 2009

Chocolat

Teníamos preparada la película El Luchador, competidora de los Oscars, para llenar la tarde de sofá y mimos, pero cuando vimos anunciada Chocolat no tuvimos ninguna duda. Ya la hemos visto otras veces, así en plural, pero sigue siendo irresistible. ¡Qué delicia!
Si hubiera una categoría de cine tridimensional, pero no en el sentido espacial, sino en el sentido vital; una película que lograra captarte en todos los registros, desde la inteligencia a los sentidos, desde la belleza estética al arrebato ético, desde las convicciones al deseo, desde la vista al olfato y al tacto, esa película sería Chocolat.
Impresiona todo en ella. La historia sencilla pero conmovedora y plausible si uno conoce esas villas antiguas en las que el cacique de turno era quien mantenía un poder omnímodo contaminado por sus ideas religiosas o políticas. La belleza de la protagonista (Juliette Binoche), una belleza femenina clásica, canónica, de las mujeres que conjugan un cuerpo escultural y una energía vital que las hace irresistibles. Belleza de ella, a la que después se une la de él (Johnny Deep) que a mí me sorprende menos, como es natural, pero que he de reconocer que está estupendo. Pero impresiona sobre todo el magnetismo del chocolate. Se pasa uno la película segregando saliva y deseo, esperando que por un milagro de magia, como sucedía en La rosa púrpura de El Cairo, aquella película de Woody Allen, la protagonista saliera de la pantalla y nos ofreciera degustar alguna de aquellas maravillas que iba ofreciendo a los demás.
Y al placer sensual y erótico del chocolate hay que añadir el placer intelectual del mensaje que subyace a todo el film. El deseo de libertad, de ser uno mismo, de liberarse de las ataduras injustificadas, el deseo de vivir. Y no solo eso, sino todo eso adobado de una ingente capacidad de empatía. El chocolate sirve para llegar a los rincones más recónditos de cada uno y aplicar allí su ungüento dulce y optimista.
Al final queda claro que cada uno de nosotros es diferente de los demás, que cada uno tenemos nuestro chocolate favorito, el que nos hace bien y nos vuelve más optimistas y confiados. Y cuando llega el The End uno no puede menos que esbozar una sonrisa y salir corriendo a la cocina a hacerse una taza de chocolate que sea augurio de una tarde de domingo realmente llena de sabores. Gracias Lasse Hallström por esta hermosa película.

No hay comentarios: