martes, junio 24, 2008

Caos calmo.


Nada mejor para un fin de semana de infarto. El jueves salí para Alicante a dar un curso. Tuve que buscarle hueco con forcex, como en los partos difíciles. Mi agenda de final de curso no admite ya ni una pajita. Menos mal que Felipe me echó una mano y compartimos el compromiso. Pero lo malo de todo esto es que luego llegas allí y son 12 personas a las que tampoco les va la vida por trabajar contigo. Supongo que también para ellos/as es un agobio más en el final del curso. En fin, te queda esa cara de perplejidad autoacusadora de quien se pasa la vida preguntándose “¿qué carajo hago yo aquí?”.Y además Alicante estaba insufrible esos días. Todo en obras, las calles cortadas por la plantà, miles de personas en sus fiestas de San Juan. Un auténtico desastre. Menos mal que el arroz a banda con almejas de El Dársena estaba exquisito.

Y de Alicante a Valencia. De boda. Y en un rato de espera, no pude resistir la tentación de meterme en el cine (los 35º de la calle también invitaban a escapar). Caos calmo, hermoso título y consigna muy adecuada para los momentos que yo estaba viviendo.

Muy interesante, empecemos por ahí. Y eso que a mí, Nanni Moretti no me seduce. Demasiado guapo. Excesivamente contenido. Es una historia que requiere de excesos, de hundirse hasta el final del pozo, de hacer visible la inevitable angustia interior. Pero él es todo contención. Es verdad que transmite muy bien que todo en él es un equilibrio inestable, un caos que mal que bien va controlando a través de rituales casi budistas (repetir compulsivamente listas de cosas, situaciones, personajes, ideas…).Pero todo parece demasiado perfecto, al menos por fuera. Casa mal con el supuesto infierno que él está viviendo por dentro.

La historia es simple y hermosa, aunque los guionistas han ido intercalando elementos que no siempre logra uno entender. Siempre me pregunto por qué se han introducido en el guión ciertas cosas. Alguna razón hay, supongo yo, pero no siempre es fácil entreverla. El protagonista pierde a su mujer en un accidente casero estúpido mientras él juega en la playa a la pelotita y salva de ahogarse a muchachas inconscientes. Tienen una hija pequeña que se convierte en una especie de salvavidas culpabilizante. Ése es el núcleo. Todo el resto es vivir con él su elaboración del duelo. Y eso es lo más hermoso y menos creíble de la historia.

El proceso de reconstruir una ruptura tan dramática es siempre una aventura que cada ser humano vive de una manera distinta. Pero pocas veces sucede con lógica. Tampoco en caos calmo. Moretti se aferra a su hija, quiere estar siempre junto a ella, la espera cada día y todo el día a la puerta del colegio, la convierte, pese a ella misma, en su columna de apoyo. Los hijos salvando a los padres de su propia autodestrucción. Es hermoso. Las tinieblas del adulto ceden protagonismo a la vida y la luz que transmiten los hijos. No es que ellos no sufran (algunos internautas poco sensibles critican la figura de la niña por insensible, pero no es cierto; el sufrimiento de los niños no se mide por su sonrisa externa sino por su desestructuración interna), lo hacen de otra manera. Además ella ha de cuidar de su padre, no puede bajar la guardia ni un momento. Eso sí, hay momentos en los que el guión le hace decir cosas que suenan poco a niña.
Luego, van pasando cosas a lo largo del film y de las esperas eternas que Moretti hace al pie de la clase de su hija. Es como en el programa de Cámera Café de Tele5. Cosas diversas, hermosas también en su diversidad abigarrada. Porque la vida sigue, aunque Moretti quiera dejarla de lado. Y como él no va a ella, es ella la que se acerca a él. Y ahí es donde sorprende el protagonista. Jodido hasta el infinito como está, aún conserva esa calma que le permite ayudar a los demás. Aporta componentes racionales a gente que sin sufrir lo que él ni como él, también están en posiciones muy inestables con respecto a su vida. Así que el caos no está tanto dentro del viudo, sino en la vida frenética y competitiva que llevamos los demás, los que estamos bien. A veces, esas paradas forzadas, dentro de su dramatismo, sirven para introducir calma en el caos que la vida nos organiza.
Creo que es una película que va a gustar a mucha gente. Aparte de lo guapareas que son los dos hermanos (Moretti y Gassman), la música está muy bien, la historia es dramática pero te serena, y para los menos convencionales, la secuencia erótica con entre Moretti y la Ferrari es muy estimulante (aunque no se entiende por qué tanto escándalo en el Vaticano).
En fin, a mí me ha gustado. Incluidos algunos tópicos muy italo-españoles (sólo mujeres esperando a sus hijos en el colegio, por ejemplo; sólo maestras en el colegio,; las peleas matrimoniales sus amigos), la imagen un poco boba del niño con síndrome Down, el magnífico perro (y su no menos espectacular dueña, que uno también se fija en eso) que se pasea a diario por el parque.
Pero me ha gustado, sobre todo, el ver que a pesar de los muchos problemas que todos tenemos, somos, en general, buena gente. La gente se abraza (esa imagen es la que le seduce a la chica del perro de lo que ella ve en la plaza: mucha gente abrazando al padre desolado; mucha gente con la que parece mantener una relación intensa), se ayuda (el viudo recuperado que le invita a spaguettis; el camarero que está pendiente de él; el hermano que se preocupa), está ahí aunque a veces no la sintamos. Eso mismo sentí yo en los tiempos de nuestro accidente de coche. Inicias el proceso en la más absoluta soledad y desamparo y poco a poco se va generando toda una red de apoyos que te lleva en volandas. Están ahí, saben de ti y harán todo lo que esté en su mano para ayudarte. Somos buena gente, en general. Aunque el caso de Moretti, es ya una exageración de bondad laica. Ser tan guapo y tan bueno… no debe ser fácil de llevar.

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