miércoles, junio 18, 2008

Adorable Brasil


El amor tiene que ser eso. Que digan cosas agradables sobre ti. Si son verdaderas o no, es una cuestión de menos peso (siempre es aceptable una exageración si te hace sentir bien). Creo que ya mencioné en otras ocasiones que mi teoría es que, al final, nos enamoramos de nosotros mismos. Nos enamoramos de aquellos que nos dicen cosas cariñosas, aquellos a los que les gustamos y que nos lo dicen. Es como un boomerang afectivo que al final regresa sobre uno mismo.
Y eso, creo, me pasa con Brasil. Por eso me enamoré del país desde que lo conocí. Te hacen sentirte bien allí, dicen cosas increibles de ti, te encuentras con gente tan amable y cariñosa que es capaz de recuperarte de cualquier depresión o tristeza. Cuando me preguntan, con mirada maliciosa, por qué viajo tanto a aquel país, debería decir eso: es que me quieren. Sólo que, entonces, seguramente no me creerían o malinterpretarían mis palabras. Pero es eso.

Estoy hablando de amores profesionales, por supuesto. Los otros pertenecen a otro negociado. La cosa es que he recibido un mensaje de mi amigo Antonio Novoa, rector de la Univ. de Lisboa que me cuenta que en su último viaje allí, se encontró con una revista brasileña (EDUCAÇAO) en que hablaban de ambos. Decían de nosotros que éramos una parte de los 10 pedagogos que han marcado el Siglo.“10 nombres cruciales para entender la educación contemporánea”. ¿Puede haber una exageración más agradable? Y en portada
Pues allí estoy yo (de décimo, claro, que casi me caigo de la lista). Y junto a nombres que te dejan sin respiración: Malaguzzi, Ferreiro, Brougère, Nóvoa. En fín, un premio tan inmerecido como gratificante. Pero así es el cariño. Lleno de exageraciones dispuestas a hacer feliz al otro. Los adoro. Pero si hasta han escogido para su caricatura una fotografía mía bien antigüa en la que aún tengo pelo y negro. Son un cielo.

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