domingo, septiembre 02, 2007

Puebla de los Ángeles



De nuevo en México. E igual de bien que en otras ocasiones. Esta vez el avión llegó en hora. Y como no podía ser de otra manera, la salida del distrito federal fue un caos. Caos que ahora se agranda con las inmensas obras que están haciendo en la Avda. Zaragoza. Así que uno tiene que armarse de paciencia y evitar cualquier tipo de cálculo sobre tiempos. Imposible predecir qué te llevará hacer tu itinerario. Por otra parte siempre te puedes divertir, asombrar, acojonar viendo la particular batalla que ejecutan los conductores para ir metiendo su morro en las filas cerradas o para cambiar de fila. La verdad es que sólo pasa el que le echa muchos bemoles. Pero incluso los tímidos deben arrear porque si no los que vienen detrás te acribillan a bocinazos. Pero no los ves tampoco estresados. Pues eso, salir del Distrito Federal y llegar a Puebla (120 Kms.) por autopista nos llevó bien pasadas las tres horas. Y eso que el conductor que me traía era de los que le echaba muchos bemoles a la cosa.

Y luego te encuentras con cosas absurdas, como por ejemplo casetas de peaje en la autopista en la que tienen implantado el sistema de pago electrónico pero en vías donde también tienen pago manual, con lo cual no ganas nada pues tienes que ir siguiendo la marcha de los que siguen el sistema convencional. Resultado, más de 20 minutos para pagar el peaje y eso que el vehículo llevaba la tarjeta de pago electrónico.

Y Puebla acogedora como siempre, al menos para mí. Mi hermano Rafa es un magnífico anfitrión y desde que te pones en sus manos es un continuo desvivirse. Tú pones el stand by y te dejas llevar y él se va encargando de que vayas saboreando lo mejor de la ciudad. Te mete en su agenda, que es algo parecido al tráfico del distrito federal: miles de cosas en simultáneo que para cualquier sería imposible de gestionar pero que él lo consigue. Da lo mismo que se trate de cerrar un proyecto de medio millón de euros, que organizar una reunión urgente o dar instrucciones a 5 oficinistas consecutivamente o reservar una mesa en el restaurante o recordarte que tienes masajista a las 8. Bueno, pues aquí pasaré el fin de semana. En familia. Como los ángeles.

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