domingo, septiembre 02, 2007

Los masajes



Que cosa maravillosa son los masajes. Darlos o recibirlos. Decir que vienen bien para relajar los músculos es verdad, pero sólo a medias. Yo creo que no se trata de fisioterapia, que también, sino de placer. Así de simple. Algo tiene nuestro cuerpo que reclama contacto, manoseo, presión.
Descubrí los masajes allá por los 80. Entonces estaban de moda los “grupos de encuentro”, la “psicomotricidad relacional” y otras fórmulas para propiciar un tipo de relaciones interpersonales que se escaparan de la formalidad y puritanismo con que se nos había educado. Dentro del proceso global de liberación, también había que liberar el cuerpo de “dejarse sentir”, que se decía entonces. Uno de los ejercicios de una de esas sesiones era el masaje del grupo: todos íbamos recibiendo (y dando) masajes de todo el grupo. Te encontrabas con 20-30 manos recorriendo tu cuerpo, apretándolo, acariciándolo. Yo jamás había pasado por nada parecido. Antes de que me tocara a mí pensé que no lo resistiría pero cuando pasé por la experiencia fue una sensación corporal indescriptible. Maravillosa. Lo sentí tan profundamente que luego cuando me tocaba a mí dar el masaje trataba de hacerlo siempre con una gran intensidad, tratando de transmitir a los demás lo mucho que yo había sentido al recibirlo.
Ha llovido mucho desde entonces pero sigo disfrutando igual de los masajes. Creo que se entabla un diálogo corporal muy especial. La piel debe ser un espacio con muchos receptores de sensaciones y permite muchos registros. Al igual de quien maneja bien el mimo o la mirada o la palabra, quien sabe darte un masaje establece un tipo de comunicación irreproducible por otros medios. Permite tantas variaciones el masaje: hay un masaje puramente técnico (trabajan sobre una masa muscular, sobre un cuerpo que manipulan como si fuera un objeto); está el de tu masajista, que también te trata como a un cliente pero siempre personaliza más, te va conociendo, sabe donde suelen estar tus durezas y las zonas más sacrificadas de tu geografía corporal; está el amateur ocasional como el que yo relataba antes que tiene otro encanto (una de las pocas veces en que lo imperfecto sabe mejor); y está, por supuesto, el masaje personal e íntimo, erótico o no, pero en el que tú estás con otra persona, no con su cuerpo, y te comunicas con ella, la sientes y, aunque esté callado o callada, la sientes contigo (si no se duerme, claro). Yo no he tenido la experiencia de esos otros masajes eróticos (los de pago, me refiero), pero calculo que debe ser también alucinante.
En fin, una maravilla, como decía. Y eso que no he hablado de sus virtualidades pedagógicas (por eso debe ser que me gusta tanto). Ver cómo disfruta un bebé o un niño pequeño cuando se le masajea es un disfrute total. Y con los adultos pasa lo mismo. Asistí una vez en Italia a un centro de personas con problemas graves donde había un grupo de pacientes con deficiencias totales: no veían ni oían ni se movían. La única forma de comunicarse con ellos los educadores era a través de la piel. Les masajeaban y acariciaban y solo así podían saber si estaban relajados o tensos, si dormían o si necesitaban algo. Me quedé muy impresionado con aquello y reforzó mi idea de la gran potencia comunicativa del contacto físico.

Mi experiencia de hoy fue igual de satisfactoria que otras veces. Y eso que cada masajista es diverso, tiene su estilo, sus matices. Es interesante también eso, dejarse llevar por la particular partitura que interpreta cada masajista. La de hoy, tenia buenas manos (a mí me gustan esos masajes fuertes, que duelen, aunque entiendo que debe ser agotador estar todo el día haciendo ese esfuerzo, seguro que al final del día necesitan que alguien les dé un masaje a ellos/as) y estaba especializada en piedras mejicanas que utilizó en varios momentos. Supongo que como fuentes de energía. Lo especial de esta masajista fue justamente eso, que pretendía transmitirte energía. Hubo momentos en que sentías sus manos cerca de la piel pero sin tocarla, como queriendo que sintieras esa energía que quería transmitir. No sé si lo ha logrado pero me he sentido bien, con una vitalidad nueva. No sé si es Méjico o ha sido ella, pero ha estado bien.

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