domingo, agosto 05, 2007

Sobrevivir en las relaciones


Da bastante fastidio ver la degradación de las carteleras durante el verano. No tienes donde escoger (en cuatro salas pasaban simultáneamente Los Simpson que, por supuesto, vimos). Tampoco la oferta en TV es muy prometedora. Así que uno tiene que pasarse al alquiler para recuperar films que dejaste de ver o que te apetece repetir. Y así fue como en las tardes cansadas (después de la mañana en la playa y una buena siesta) vimos dos pelis razonablemente buenas (al menos para maníacos de las relaciones de pareja).

La primera, alquilada, fue “Una historia de Brooklyn” (por cierto, no sé de dónde carajo se han sacado esa traducción del original). Es un film del año 2005, dirigida por Noah Baumbach y con Jeff Daniela y Laura Linney haciendo de padres, y Jesse Eisenberg y Owen Kline de hijos. Se trata de la historia de una separación que se inicia de forma bastante amistosa y acaba, como todas, en un todo notablemente dramático. La película fue nominada a varios Oscars (al mejor guión original, al mejor actor, a la mejor actriz), premios que no consiguió, pero sí los obtuvo en el festival de cine de Sundance de 2005.

A mí me gustó mucho aunque eso de verla en casa y a trozos le resta continuidad a la emoción que te van despertando los personajes. El mayor interés radica en ver cómo los hijos viven la separación de sus padres y cómo se van quebrando sus identificaciones con ellos. Ellos tienen que romper sus rutinas con la historia de la paternidad compartida. El juego entre los elementos conscientes y los inconscientes en los comportamientos de los padres (esas conductas agresivas o comentarios descalificadores que se dicen casi sin darse cuenta) está, también, muy bien representado.

Al principio, lógicamente, me identifiqué más con el padre que parecía el gran sufridor de la historia (las cosas iban deteriorándose sin que él se diera cuenta; él seguía pensando que todo iba bien) y con el hijo mayor que parecía muy sensato y que idealizaba a su padre. Pero, poco a poco, se ve al padre demasiado ensimismado en sí mismo, demasiado autocompasivo y eso le resta encanto. Sirve de poco que luego aluda a las agresiones recibidas de su esposa (seguramente ciertas) pero se le ve con poco ánimo y demasiado exigente. Probablemente estaban destinados a separarse y nada de lo que hubiera hecho podría evitar ese desenlace, pero no se le veía con ímpetu suficiente como para reconstruir la relación o, al menos, su propia vida.

La otra película la pasaron por la tele. Se trata de “Dos vidas en un instante” y es un poco más antigüa, de 1997. Dirigida por Peter Howitt e interpretada por autores bien conocidos como John Ana, Kevin McNally, Gwyneth Paltrow y Virginia McKenna. La historia es habitual en el cine y trata de representar la diferente secuencia que habría seguido una vida de haber acontecido un mínimo cambio en algún momento de la misma (“¿Y qué pasaría si…?). En esta historia, el hecho que marcaría la diferencia es el haber llegado a tiempo para coger un tren o el perderlo para coger el siguiente. Algo parecido al “Macht Point” de Woody Allen o a toda la saga del “Regreso al futuro”.
Pero aunque ése sea el punto de arranque de la película, lo interesante es que se trata de dos posibles historias de amor que los espectadores seguimos en simultáneo aunque pertenezcan a los dos itinerarios distintos. Ambas historias son preciosas por el esfuerzo constante de los protagonistas por construirlas o, en el primer caso (si ella hubiera tomado el tren habría llegado a casa a tiempo de ver a su marido en la cama con una antigua novia), reconstruirla tras la ruptura por el engaño. En ninguno de los dos casos lo tienen fácil porque como en toda relación van surgiendo muchas interferencias. Tampoco faltan las mentiras o los pequeños engaños, pero lo interesante es ver cómo cada uno e ellos va tratando de sobrevivir en el amor. Y lograrlo nunca es tarea fácil. Más allá de lo que tiene de sentimiento el amor es un proceso de búsqueda y clarificación de laspropias contradicciones, de adaptación a la otra persona y a sus contradicciones. Puede que a veces resulte una tarea fácil y lineal (como en los cuentos: se conocen, se enamoran y viven juntos y felices), pero eso debe ser la excepción. Por lo general, las historias amorosas son mucho más complejas, más trabajadas, con pasos adelante y atrás, con momentos brillantes y otros grises. En fin, que hay que currárselo.

Es algo que no se ve claro en Bernard, el protagonista de la primera película, pero que sí se hace evidente en los dos personajes de la segunda. Incluso el primero que la engañó y que trata de reconquistarla con más engaños es un luchador que no ceja en su esfuerzo aunque éste sea un tanto errático.

Llama la atención en ambas películas que parece dejarse en las espaldas de los hombres ese trajín batallador por mantener su relación. Como si el papel de las mujeres fuera dejarse conquistar y gestionar el proceso. Quizás sea el modelo americano. O que yo no he sabido ver la parte femenina de ese esfuerzo por construir y mantener la relación. No lo sé, pero da qué pensar.

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