sábado, agosto 11, 2007

Orazo

Los viejos manuales recomendaban que unas buenas vacaciones debían combinar periodos de mar con periodos de montaña. Y eso hacían los ricos. Es una ventaja que también tenemos en Galicia. Aquí estamos rodeados de mar por todas partes y quien más quien menos tiene su casa en la aldea. Así que hemos dejado Coruña por unos días y nos hemos venido de fin de semana a Orazo. Como los ricos, vamos.

Orazo es una pequeña parroquia del Concello de A Estrada, a 25 Kms. de Santiago. Nuestra casa, una de las casas perteneciente a los pazos de Ulloa, tiene más de 150 años y es preciosa. Hasta hace unos años era un lugar de paz absoluta, lejos de cualquier ruido (con excepción del reloj de la iglesia que suena machaconamente, día y noche, cada 15 minutos). Ahora, como pasa cerca la autopista a Ourense se oye a lo lejos un cierto runrún pero que no llega a molestar. Y estamos justo bajo la vía de entrada de los aviones al aeropuerto de Santiago, así que asistimos pacientes al paso repetido de aviones que enfilan la pista de aterrizaje de Lavacolla. Pero, con todo, es un mundo de paz inmensa que contrasta con el ritmo habitual de la ciudad. Todo se ralentiza y cambia de ritmo. Al principio hasta te amuermas un poco hasta que vas entrando en la particular lógica de vivir la aldea.

Pero bueno, aquí estamos. Como el próximo sábado celebraremos el bautizo de Almudena, Orazo precisa de una buena limpieza. Y a eso nos hemos dedicado (bueno, yo poco, la verdad, pues me tocó afanarme en la paella). Así que eso del muermo y la quietud hoy, por lo menos, nos lo hemos saltado. Y así, entre tareas domésticas y cuidados paternales (la genitorialita que dicen los italianos, porque ahora eso de “paternales” parece muy machista) va pasando el día.

La verdad que la aldea con niño es otra cosa. Poseen una fuerza centrípeta que hace que todos estemos pendientes de ellos. Hoy nuestro fetiche ha sido Almudena, nuestro tesoro de tres mesitos que va de colo en colo y se ha convertido en el centro de atención y de mimos de todos. Veremos qué tal noche pasa. Hace ya muchísimos años (más de 20) que no hace noche en Orazo un niñito pequeño. Espero que no hayamos perdido destrezas.

Pues eso, entre que llegas, abres las casas, barres el polvo y quitas las telarañas más molestas se hace la hora de comer. Luego una larga sobremesa, interrumpida por una necesaria siesta, hasta que llega la cena y continua la sobremesa. Es como un chute de antiestrés.

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