Ayer (7-03-2023) hemos comenzado el ciclo de Cine Educativo en el Ateneo de Santiago de Compostela. Un comienzo espectacular con la película china NI UNO MENOS.
Se trata de una película de 1999 que fue dirigida por el reconocido director chino Zhang Yimou. Recibió la Palma de Oro de Cannes y está considerada como uno de los mejores films chinos de los últimos años. Técnicamente está muy cuidada con una fotografía excelente, que combina perfectamente los primeros planos (sobre todo de la protagonista) para hacernos empatizar con ella y su gran tensión interior, con los planos generales para hacer una radiografía de los entornos en los que sitúa la acción (una zona extremadamente rural y una ciudad bulliciosa). También el guión está muy bien pensado tanto por lo que dice (el tono de los personajes) como por la parsimonia de los diálogos (secos y cortantes casi siempre) y, sobre todo por los silencios. Y algo parecido podríamos decir de la música, esa música oriental armoniosa y repetitiva, siempre en segundo plano pero que te ubica muy bien dentro del ambiente en el que se produce la escena. Una película excelente, por tanto, desde el punto de vista formal.
Pero lo que realmente asombra del film es la propia historia que cuenta. Una historia rara y distópica si la leemos desde nuestro contexto. Esas cosas no suceden aquí; al menos, no ahora. Es probable que tampoco sucedan en la China actual, pero la historia es un buen envoltorio para irnos comunicando sensaciones y sentimientos relacionados con la educación. Y es ahí donde nos atrapa e impresiona.
Una niña de 13 años es contratada por el Jefe de un poblado rural para que atienda a los niños y niñas de la escuela porque el maestro titular debe irse a su casa para atender a su padre que está muy enfermo. El maestro ve horrorizado que se trata de una niña poco mayor que los chicos y chicas que debe atender y se va agobiado dejando a su sustituta una sola consigna: que no se dé de baja de la escuela ningún otro niño (“ni uno menos”, como reza el título), porque en los últimos tiempos ya se han dado varios de baja porque se van a trabajar a la ciudad. Y con esa consigna y la de que les ponga a copiar textos a los niños, le deja a la protagonista al cargo de la escuela.
¿Qué puede hacer una niña en esas circunstancias? Ni ella sabe lo que hacer, ni tiene recursos para organizar nada interesante, ni los niños de la clase se lo ponen fácil. La situación le desborda por todos los flecos. Uno espera que la sufrida criatura acabe escapándose y volviendo a su casa. Pero, pese a todo ello, es en ese caos inmenso como la propia dinámica de las cosas hace que vayan surgiendo posibilidades didácticas atractivas. Como les falta de todo deben idear estrategias para conseguir recursos básicos como tizas, agua o lápices. Han de calcular cuánto cuesta, cuánto ha de poner cada uno, cómo pueden organizarse para hacer las tareas o para ayudarse unos a otros. La escuela de la vida frente a la escuela de los libros. Para complicarlo todo un poco más, uno de ellos deja la escuela para irse a la ciudad a trabajar porque su madre está enferma y necesita dinero para sobrevivir. Su ausencia destroza el mandamiento principal que el maestro titular había dejado a su sustituta: que la escuela no perdiera a ninguno de los estudiantes que le dejaba. Y ella, fiel a su compromiso, organiza su propia ida a la ciudad para buscarlo y retornar con él a la escuela. Y ahí empieza la segunda historia: la niña-maestra de una aldea, nuevamente perdida en el caos bullicioso de la ciudad buscando a su alumno. La soledad ruidosa y llena de riesgos de la ciudad contrapuesta a la soledad penosa pero acompañada del rural. En la ciudad, la niña se agarra a cuanto clavo ardiendo se le sugiere en esa tarea de búsqueda imposible. Es tenaz e inocente. Y solo al final de su calvario logra dar con la tecla. La peli acaba bien, pero ese final es, quizás, lo menos creíble de todo el film.
En definitiva, es una película hermosa, emotiva, seductora. Impresiona sobre todo la protagonista, esa niña de 13 años (Wei Minzhi) que te atrapa desde las primeras escenas y te mantiene enganchado durante la hora y media largas que dura el film. Me han impresionado sus gestos tan comedidos, sus silencios, su tenacidad, su inocencia, la forma en que con su mirada lánguida y una lágrima es capaz de transmitirte toda la angustia que ella lleva dentro.
Tanto el presentador, Pepe Armas, como las personas que participamos en el coloquio posterior al film, fuimos destacando los importantes valores que este trabajo de Yimou posee. Algunas de las ideas expuestas las resumo a continuación:
-la forma en que destaca el empoderamiento femenino en un contexto como el chino donde la natalidad estába controlada y las familias solían preferir los niños a las niñas. Yimou es un director muy comprometido en este tema con varias películas donde las mujeres tienen todo el protagonismo.
-el juego de contrastes entre la simpleza, pobreza y abandono del mundo rural frente al bullicio, masificación y sensación de riesgo de la ciudad.
-el papel que, incluso en esas zonas rurales, perdidas en ninguna parte, se da a la escuela y la enseñanza como medio de socialización e integración en el sistema: izar la bandera, cantar el himno, desfilar.
-la imagen
amable que, pese a la pobreza y la burocracia sofocante, se da del pueblo
chino: no aparece la violencia y los detalles de solidaridad entre niños y de
los adultos con los niños son constantes. El deambular de ambos niños por la
ciudad suscita, en nuestro imaginario occidental, negros presagios en torno a su
seguridad y supervivencia. Pero Yimou lo describe como una experiencia difícil pero sin el dramatismo angustioso con que lo viviríamos nosotros.
-la presencia constante del dinero: todos quieren dinero, a poder ser antes de hacer aquello por lo que se les va a pagar. Pero nadie lo consigue.
Con todo, puesto que estamos en un ciclo de cine educativo, nos fijamos más en esa dimensión de la película. Y también en ese aspecto el fillm NI UNO MENOS es una historia llena de matices y sugerencias:
-lo difícil que resulta hacer una buena educación sin recursos y en un contexto de carencias sustantivas: es tanta la preocupación por sobrevivir, que la propia idea de educación se difumina. Las carencias en el ámbito de las cosas se adueñan de toda la preocupación educativa. E incluso cuando se obtienen algunos recursos inesperados (final de la película) su destino va a mejorar el estado de las cosas no a la mejora de lo educativo.
-la forma diferente de vivir el magisterio entre el profesor titular (intenso, pero protocolario y centrado en las cosas y las formas, las rutinas), y la niña (dejando la vida en ello, entregada del todo al cumplimiento de la consigna básica que le han dado: no perder a ni un solo niño). Una idea ésa (no perder a ninguno de tus alumnos) que sirve también en nuestro tiempo como referente para diferenciar entre aquellos maestros/as menos preocupados por si sus alumnos aprueban, salen adelante y progresan; y quienes dejan su vida para no perder (porque suspende, porque deja la escuela, porque enferma) a ninguno de ellos. Es un contrate que abordé con mi hija María en un libro sobre el profesorado: la diferencia entre el “ser” y el “estar de” maestro/a.
En resumen, es una película llena de matices y de mensajes. Película que trasluce la doble intención de describirnos algunas contradicciones de la educación china (probablemente en “visión aumentada” para resaltar los contrastes), pero incorporando, a la vez, toques críticos sobre la situación que se describe. Por tanto, una hermosa historia sobre la educación encarnada en una niña de 13 años que, pese a carecer de formación y recursos, acaba construyendo un entorno de emociones y aprendizajes que enamoran.
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