jueves, marzo 16, 2023

UNO PARA TODOS

 

 

La tercera película de nuestro CINEDUCA fue “Uno para todos”. Y, en esta ocasión, me tocó a mí presentarla y dirigir el debate posterior. Todo un honor.

 Es una película reciente (2020) del director navarro David Ilundain, que nos lleva a un mundo muy diferente al de las dos películas que hemos visto estos días pasados (una china y otra iraní). En este caso, la historia es más nuestra y podemos reconocernos en ella.

David Ilundain es un director joven que, nacido en 1975, estudió la carrera de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Navarra y, posteriormente, se especializó en cinematografía en Cuba. Sus primeros pasos en el mundo del cine fueron como ayudante de dirección. Como director hizo algunos trabajos menores, como por ejemplo “Ejecución”, de 2013, sobre los deshaucios, antes de enfrentarse en 2015 a su primer largometraje que se tituló  “B”,  e iba sobre Bárcenas. Así que “Uno para todos” fue su segunda película.

La película surge a partir de una noticia de prensa en la que se contaba cómo un profesor había creado un sistema de colaboración entre sus estudiantes para ayudar a un compañero enfermo, de forma que no perdiera sus estudios. Partiendo de esa idea inicial, las guionistas, Coral Cruz y Valentina Viso, han construido, como veréis, una historia seria y divertida a la vez, con tres líneas de desarrollo: la enfermedad, el bulling, la evolución personal del profesor.  De trasfondo, también aparece un leve toque etnográfico sobre la España interior y vaciada. De hecho, la acción transcurre en CASPE, una villa aragonesa, donde todo el mundo se conoce y que reúne todas las ventajas y desventajas de un entorno de pueblo (más aún para un profe novato que llega de la gran ciudad).

El protagonista, ese joven novato y urbano que llega a la escuela del pueblo para sustituir a una profesora de baja por embarazo, es David Verdaguer (se han unido dos Davides en la película, Ilundain y Verdaguer). Verdaguer es un magnífico actor joven y prometedor, nacido en Malgrat del Mar, Barcelona.  Hacer de profesor no es nuevo para él. Ya lo había hecho en “Lo dejo cuando quiera”, donde representaba un profe universitario un poco veleta que se queda sin trabajo y se dedica a crear y vender un complejo vitamínico que te coloca como una droga, pero sin dejar efectos secundarios. Como actor protagonista, participó, también, en la película “Verano 1993”, dirigida por Carla Simón (la que acaba de dirigir la multipremiada “Alcarrás”). Esa película, Verano 1993, fue seleccionada para representar a España en los Oscars de aquel año.

La historia que nos cuenta Ilundain nos sitúa en un colegio público de Caspe y en una clase de sexto de Primaria que recibe a un profesor joven y novato como sustituto de la titular, que tiene un embarazo de riesgo.  Un profe joven, un poco particular, pero que, en cualquier caso, no aparece como el intelectual que viene de la ciudad empoderado y dispuesto a salvar de la mediocridad al colegio del pueblo. Todo lo contrario, se le ve como un tipo normal y despistado al que cualquier día te lo puedes tropezar en el supermercado o tomando una caña en el bar de la esquina.

Es una película sin grandes pretensiones ni en el formato, ni en el elenco (de hecho, la mayor parte de los personajes, sobre todo los niños, no son profesionales y eso juega a su favor), ni en la historia. Pero, pese a ello, te atrapa y te llega al corazón. Ilundain, pese a su corto bagaje en la dirección (todo se andará) hace un trabajo estupendo. Y, David Verdaguer, el protagonista Aleix, borda su papel, le da vida y lo convierte en algo tan natural que podría ser el profe de cualquiera de nuestros hijos o nietos.

Las guionistas toman a ese profe joven e inexperto y lo enfrentan a un problema de bulling que venía lastrando la dinámica de la clase sin que los docentes se hubieran percatado de ello. Y así se va trenzando la película con un giro novedoso: enfermo y acosador son la misma persona, con lo cual, los procesos de empatía y rechazo se entremezclan y resultan difíciles de gestionar por parte de los niños (y del profe).

Desde el punto de vista educativo, la película nos ayuda a ver la escuela no solo como el lugar donde se enseña y se aprende. Una escuela es mucho más que eso, es un ecosistema donde se vive. Y vivir es mucho más que enseñar o aprender. La vida son emociones, son relaciones, son experiencias de éxito y fracaso, son anhelos que se van asentando o se difuminan. La escuela es el día a día actual de profes y estudiantes, pero que está conectado a su pasado y a su futuro. La pena es que, con frecuencia, esa parte menos visible de la vida escolar nos pasa desapercibida. Tenemos la mirada tan centrada en los roles formales de los actores (profesores para enseñar y alumnos para aprender) que lo demás permanece en la zona oculta del “ser” profesor/a o “ser” estudiante. Lo curioso es que tenga que ser el profe novato e inexperto el que acabe descubriéndolo.

En las dos películas anteriores hemos vivido de manera intensa el compromiso vital de algunos profesores con sus estudiantes. La consigna de “ni uno menos” que le deja el profe chino a su substituta, hace que ella lo abandone todo y asuma riesgos indecibles para recuperar al alumno que se perdía. El poder perder a su amigo, expulsado por no llevar los deberes hechos en su cuaderno, hace que el protagonista de “¿Dónde está la casa de mi amigo?” inicie una carrera loca y llena de riesgos para poder encontrarlo y devolverle su cuaderno. Y en esta película, el profe Aleix, se llena de desazón cuando corre el riesgo de perder, primero a un alumno enfermo y después a una alumna infeliz por el retorno a clase de su acosador. En todos los casos ellos/as han de romper la formalidad de su rol para poder recuperarlos. Y, desde luego, su compromiso educativo ha de desbordar con mucho su rol de enseñante. No es solo el contenido de los programas lo que debe manejar; su gran desafío será como lidiar con el perdón y la capacidad de superar los efectos nocivos que el bulling, la enfermedad y el desarraigo han ido generando en sus estudiantes.

Por supuesto, esta es una película que debería verse en las escuelas e institutos. Sobre todo, por la enorme naturalidad con que van pasando las cosas. Los problemas aparecen como tales y nadie se las da de tener respuestas claras. Todos van aprendiendo. Y, además, todo sucede con una gran naturalidad. En eso, el profe novato actúa como novato y uno acaba sufriendo sus mismas dudas pensándose en situaciones similares a las que él afronta. Los niños y niñas de 6º de Primaria están muy bien, quizás un poco pegados en exceso al papel que les han encomendado, pero lo hacen con mucha naturalidad. Se hacen creíbles.

En definitiva, una película que merece la pena verse. Además, se pasa bien. Tiene detalles muy simpáticos: esa gota de agua desesperante, ese estar desgarbado y perdido típico del tipo de ciudad que cae en un pueblo, la niña árabe haciendo traducción libre a su madre de las palabras del profe, en fin… buenos detalles. También detalles pedagógicos en el desarrollo de las clases (con ese guiño a la película El club de los poetas muertos), en las ideas que les propone, en la búsqueda permanente de la cohesión del grupo. Es un profe novato, pero con toda la energía y creatividad que ese estatus le concede.

Y por si faltaba algo, cuenta con una buena imagen (un canto a Caspe, al que Ilundain trata con el mismo cariño que Woody Allen trata a Nueva York); un ritmo tranquilo, casi de documental, una música muy agradable y un buen guion.  Méritos más que suficientes para los tiempos que corren.

 

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