A veces pasan cosas así. Entras con dudas en el cine porque no te suena la película que has escogido y, sin embargo, sales encantado. Claro que otras veces sucede lo contrario. Ayer, sin ir más lejos, pude ver en la cinemateca nacional del DF, una que se supone era una excelente opera prima de Jorge Michel Grau, “Somos lo que hay”. Película mexicana del 2010, ha recibido muchos premios, incluido alguno de la mejor película y mejor guión en algún festival. Horrorosa, cruel hasta la náusea, sádica. La historia de una familia, supuestamente caníbales, pero más que nada asesinos. Allí muere hasta el apuntador y varios de la primera fila. De esas cosas que la gente veía en los años 70, para embadurnarse de morbo después de tanta prohibición. En fin, afortunadamente no he tenido pesadillas esta noche, pero será lo último que vea de este director.
Todo lo contrario de Te presento a Laura, una película también mejicana y recién estrenada pero con actores de toda Latinoamérica. Tiene ese toque particular del cine argentino en el desparpajo, en la riqueza del guión, en los caracteres de los personajes. Pero sobre todo es atractiva porque es todo un canto a la vida, a las relaciones interpersonales, a la empatía y al humor, por encima de cualquier tipo de problema.
La historia que cuenta no es que sea muy original (en el fondo es un remake de la película de Jack Nikolson y Morgan Freeman, Ahora o nunca, en la que dos viejetes al borde de la muerte se plantean cumplir algunos de los sueños que habían ido quedando rezagados ante otras urgencias de la vida). Eso es lo que hace Martha Higareda, directora, guionista, productora y protagonista del film que comento. Me suele dar miedo cuando la misma persona lo hace todo, pero en este caso funcionó bien.
En la historia, Laura, la protagonista pasó por un incidente trágico, en el que murió su hermano pequeño. Y eso le hizo renunciar a vivir para poder ayudar a otros niños. Morir a fecha fija para poder cobrar el seguro que entregaría a una fundación de ayuda a niños con cáncer. Su problema es qué hará hasta que llegue esa fecha. Y, después de algunas peripecias divertidísimas, decide hacerse una lista con cosas que debe hacer antes de morir. La película comienza con una frase bien conocida (“La vida es eso que pasa mientras estamos ocupados en otras cosas”) y ella quiere no sé si evitar ese riesgo o hundirse en él para evitar que sus últimos días se le hagan imposibles de soportar. Pero hay tanta vida en ella que, a medida que van pasando los días y aumentando sus cruces en el calendario, se le nota esa sensación de angustia. Vivir la vida acaba siendo su mejor moraleja. Y sales de la sala con esa voluntad.
Ella, Laura, es cautivadora. Esa mezcla de desesperación, energía, sensibilidad la lleva a embarcarse en situaciones chocantes pero siempre resueltas en clave de humor. Te hace reír y sentirte feliz. Es fácil enamorarse de ella. De hecho, ése es el comentario más frecuente de quienes escriben en Internet tras haber visto la película, que resulta adorable, entrañable, atractiva como un imán difícil de resistir. Una medicina para diletantes y desesperados de la vida.
Merece la pena verla. Es como una taza de chocolate. Desarrolla las endorfinas.
Todo lo contrario de Te presento a Laura, una película también mejicana y recién estrenada pero con actores de toda Latinoamérica. Tiene ese toque particular del cine argentino en el desparpajo, en la riqueza del guión, en los caracteres de los personajes. Pero sobre todo es atractiva porque es todo un canto a la vida, a las relaciones interpersonales, a la empatía y al humor, por encima de cualquier tipo de problema.
La historia que cuenta no es que sea muy original (en el fondo es un remake de la película de Jack Nikolson y Morgan Freeman, Ahora o nunca, en la que dos viejetes al borde de la muerte se plantean cumplir algunos de los sueños que habían ido quedando rezagados ante otras urgencias de la vida). Eso es lo que hace Martha Higareda, directora, guionista, productora y protagonista del film que comento. Me suele dar miedo cuando la misma persona lo hace todo, pero en este caso funcionó bien.
En la historia, Laura, la protagonista pasó por un incidente trágico, en el que murió su hermano pequeño. Y eso le hizo renunciar a vivir para poder ayudar a otros niños. Morir a fecha fija para poder cobrar el seguro que entregaría a una fundación de ayuda a niños con cáncer. Su problema es qué hará hasta que llegue esa fecha. Y, después de algunas peripecias divertidísimas, decide hacerse una lista con cosas que debe hacer antes de morir. La película comienza con una frase bien conocida (“La vida es eso que pasa mientras estamos ocupados en otras cosas”) y ella quiere no sé si evitar ese riesgo o hundirse en él para evitar que sus últimos días se le hagan imposibles de soportar. Pero hay tanta vida en ella que, a medida que van pasando los días y aumentando sus cruces en el calendario, se le nota esa sensación de angustia. Vivir la vida acaba siendo su mejor moraleja. Y sales de la sala con esa voluntad.
Ella, Laura, es cautivadora. Esa mezcla de desesperación, energía, sensibilidad la lleva a embarcarse en situaciones chocantes pero siempre resueltas en clave de humor. Te hace reír y sentirte feliz. Es fácil enamorarse de ella. De hecho, ése es el comentario más frecuente de quienes escriben en Internet tras haber visto la película, que resulta adorable, entrañable, atractiva como un imán difícil de resistir. Una medicina para diletantes y desesperados de la vida.
Merece la pena verla. Es como una taza de chocolate. Desarrolla las endorfinas.
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